Ya quisiera Messi

Con la resaca de la final mundialista aún latente, un paseo por una plaza casi desierta y una copa compartida con mi amigo francés

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El lunes, 16 de julio, me levanté a las cinco de la mañana, justo media hora antes de que el metro de Moscú empezara a funcionar. Me apetecía mucho ver despertar a la ciudad a primera hora (aunque esto es relativo, porque en esta época del año en la capital rusa el sol cuelga generoso desde las tres de la mañana) y tomé rumbo hacia la Plaza de Roja.

Terminé por llegar a ese punto neurálgico a las 6:45… la plaza casi para mí solo y los perennes policías que siempre habitan en cualquiera de sus aproximaciones.  Era el lunes de la resaca post mundialista, justo la mañana después de que Francia conquistará su segunda Copa, justo la mañana después de que Croacia nos dejará a casi todos huérfanos de ilusiones…

En ese paseo mañanero por la plaza, mientras los camiones de limpieza y sus fogonazos de agua campaban a sus anchas entre menos de dos decenas de personas, encontré a mí ‘nuevo amigo’, Laurent, posiblemente el francés más tranquilo y sereno de todo el mundo en esos momentos.

Con él compartí el primer café de la mañana. Con él y con esta preciosa réplica de la Copa del Mundo que luce en la foto de este post. Y así fue, previo madrugón  cómo pude estar más cerca de la gloria que el propio Messi. Lo que llegó después, pasadas las ocho de la mañana, fueron decenas de turistas mayoritariamente japoneses y un buen número de franceses que, al contrario de Laurent, no sé se tomaron su triunfo mundialista con tanta quietud.