El reverso de la fiesta tinerfeña: "El 45% de los jóvenes no saben que necesitan ser tratados"

Ismael Pérez García, psicólogo jurídico y forense, contextualiza las causas de la violencia provocada por jóvenes y menores en Tenerife

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Ismael Pérez García, psicólogo jurídico y forense, contextualiza las causas de la violencia provocada por jóvenes y menores en Tenerife
Ismael Pérez García, psicólogo jurídico y forense, contextualiza las causas de la violencia provocada por jóvenes y menores en Tenerife

Fin de semana de alerta en Tenerife… por los menores. Así lo están viviendo los cuerpos de seguridad de la isla después de los graves incidentes ocurridos la semana pasada.

Por un lado, las imágenes que dieron la vuelta al país de la zona del Cuadrilátero en La Laguna, donde se veían numerosas peleas y un grupo de jóvenes portar barras y botellas de manera amenazante.

Por otro, la batalla campal ocurrida en la Plaza de España donde dos menores fueron detenidos, además de los robos a plena luz del día en el entorno de la emblemática plaza chicharrera.

Estos incidentes casi simultáneos en la zona metropolitana el pasado fin de semana no han sido más que la explosión injustificada de una mecha que se había encendido durante la pandemia, en la que muchos menores adolescentes no supieron canalizar las emociones de sentirse encerrados.

No piden ayuda

“Lo peor de todo esto es que pese a esta situación, alrededor de la mitad (45%) de las personas jóvenes inmersas en estas situaciones no suelen pedir ayudas en relación con su bienestar físicos y mental. No son conscientes de que necesitan ser tratados”, explica a Atlántico Hoy Ismael Pérez García, del área de psicología jurídica y forense del Colegio de Psicología de Santa Cruz de Tenerife.

Para contextualizar, de alguna manera, este comportamiento errático de muchos menores y más jóvenes que se mueven en torno a la mayoría de edad, Pérez García recuerda que “hay diferentes estudios con aval científico y con estudio de meta análisis en los que se refrenda la repercusión en la salud mental que ha tenido el confinamiento, en principio, y luego la situación de la pandemia sanitaria, en general”.

Así, explica que hasta una tercera parte de los jóvenes ha tenido “procesos ansiosos entre los 13 y los 21 años”, a lo que hay que añadir la afectación de la nutrición, que está en torno al 15%. “Hablamos de trastornos depresivos. Eso quiere decir que conlleva un desajuste emocional que se prolonga más allá de dos semanas”.

Violencia de hijos a padres

Enmarca Ismael Pérez que durante el confinamiento se demostró que hubo dificultades en las rutinas de comunicación con los padres, mayor agresividad, “lo que se llama violencia vertical, de hijos a padres. Es el concepto de violencia filio parental, que ha incrementado. Trasladado a la calle es más enfrentamientos y conflictividad entre los más jóvenes”.

Hay diferentes planteamientos de por qué fluyen este tipo de emociones y una de ellas hace referencia a la situación económica. “El incremento del índice de IPC, conflictos internacionales... Esto provoca respuestas de desesperación, frustraciones, faltas de visión de futuro y perspectiva, que tiene consecuencia en aspectos marcados con violencia: enfrentamientos entre bandas, rotura de material urbano o hostilidad de cualquier tipo”, señala el psicólogo.

Sociedad más agresiva

Además, Ismael Pérez resalta como “consecuencia” lo que escuchó al fiscal de menores de la Audiencia Provincial de Tenerife cuando afirmó que estamos ante una sociedad agresiva. “Una sociedad violenta, crispada, que en los jóvenes se manifiesta más que en el resto de la sociedad, pero no es un problema que se dé solo en ellos.

Esto lo liga este profesional de la salud mental con que los adolescentes “tienen menos control de las emociones y provocan estas manifestaciones más evidentes que, quizá, los adultos”, que tienen otro tipo de mecanismos, de responsabilidades y de pautas para gestionar nuestros impulsos hostiles. "En los jóvenes se manifiestan de forma más visible”.

Videojuegos

Vivimos una época donde los videojuegos marcan nuestro día a día y que, incluso, se han profesionalizado con premios millonarios en las competiciones. “El problema es que empezaron siendo una diversión y ahora vivimos una situación de adicción que en el periodo de pandemia general, y confinamiento particular, se ha convertido en otra pandemia”.

Resalta Ismael Pérez que está reconocido un trastorno del videojuego que, a largo plazo, “tiene problemas en la renuncia a realizar actividades cotidianas, como pérdidas de estudios, perdidas de relaciones laborales, problemas de convivencia familiar o de pareja”. Eso genera una alteración que convierte al juego en una cadena de transmisión “ligada a enfermedades catalogadas como tales por la OMS”.

Además, indica, genera un alto estrés solo por el no poder jugar. “Eso nos sitúa ante personas más violentas y con síndrome de abstinencia, que se vuelven mas inquietas o desesperadas cuando no pueden jugar”. Un comportamiento adictivo, en definitiva, “que los vuelven más agresivos y despreocupados de las responsabilidades escolares”.

Redes sociales

Es otro problema”, afirma sin dudar el profesional en psicología jurídica y forense. “Fomenta la facilidad para comunicarse y propiciar grupos, pandillas, las famosas bandas. Ahora se forman en cualquier sitio por la facilidad de comunicarse. Otro problema es que se convierten en foros de opinión que no respetan ningún derecho. Esto responsabiliza tanto la que opta por esa forma de comunicarse a través de las redes sociales como quien administra esas redes que no filtra esos mensajes que incitan permanentemente a la violencia”, sentencia Ismael Pérez García.