El próximo mes de marzo se cumplirán 20 años desde que Tasca La Carpintería se cruzó en el camino con un gallego arraigado en la isla: Emilio Otero. Dos décadas de buen hacer, de tapas, de halagos, de notoriedad en el centro de Aguere han convertido al establecimiento de Núñez de la Peña en uno de los clásicos de la ciudad.
Cruzar la puerta es oler a embutido, a jamón de bellota, a queso manchego, a tortilla, a chuletón, a vino, a ¡pan tumaca!… Son aromas inconfundibles, únicos y necesarios cuando visitas la ciudad. Asentado en una antigua casa canaria, Tasca La Carpintería ha sabido mantener una compleja línea de satisfacción del más exigente paladar.
Desde que llegó a la Isla con la mayoría de edad, Otero sólo ha vivido por y para la hostelería: “Comencé en el Hospital Universitario de Canarias como cocinero y, a partir de ahí pasé por varios establecimientos”, aunque sin duda, su primer gran éxito estaría en la Avenida de la Trinidad: Tasca Los Remos, un concepto nuevo, diferente y que causó sensación: “Era un local muy pequeño, familiar. Allí pasamos muy buenos años con apenas tres o cuatro platos. Todos nuestros clientes eran como de la familia”, explicó.
Después de varios intentos fallidos, llegaría la oportunidad de Tasca La Carpintería: “Siempre nos han dado muchas facilidades y eso ayuda a dirigir un negocio. La hostelería es muy dura y es complicadísimo contentar a todos los clientes. Siempre intentamos hacerlo, aprovechar nuestra experiencia, nuestro producto y, de momento, sigue funcionando”, explicó Emilio Otero.
Después de medio siglo de experiencia en hostelería, Emilio Otero no piensa en la retirada: “Es mi vida. Mis hijos ayudan muchísimo porque ya no tengo las mismas fuerzas, pero la restauración es una motivación diaria, un reto y una alegría. Qué mejor que tus amigos vengan a disfrutar de tus platos, ¿hay mayor satisfacción?”, concluyó.
Cruzar la puerta es oler a embutido, a jamón de bellota, a queso manchego, a tortilla, a chuletón, a vino, a ¡pan tumaca!… Son aromas inconfundibles, únicos y necesarios cuando visitas la ciudad. Asentado en una antigua casa canaria, Tasca La Carpintería ha sabido mantener una compleja línea de satisfacción del más exigente paladar.
“El secreto es ser fiel a nosotros mismos”, comenta Emilio Otero, quien después de medio siglo en el mundo de la hostelería no cree conveniente “hacer muchos cambios. Hemos intentado innovar en algunas cosas, pero siempre se impone lo tradicional, al menos en nuestra casa. Y si nos ha ido bien así, ¿para qué cambiar?”.
Después de varios intentos fallidos, llegaría la oportunidad de Tasca La Carpintería: “Siempre nos han dado muchas facilidades y eso ayuda a dirigir un negocio. La hostelería es muy dura y es complicadísimo contentar a todos los clientes. Siempre intentamos hacerlo, aprovechar nuestra experiencia, nuestro producto y, de momento, sigue funcionando”, explicó Emilio Otero.
La Laguna, que ha acreditado un crecimiento abrumador en los últimos años, ha sido también un foco de atención para los inversores gastronómicos: “Esto beneficia a la ciudad y a todos los restaurantes, bares y tascas que existen actualmente. Cuánta más calidad y variedad, mejor para los ciudadanos. No debemos olvidarnos de que nos dedicamos y trabajamos para servir al ciudadano y cuánto mejor funcione la ciudad, mejor”.
A pesar de que pueda suponer una importante competencia, Emilio Otero considera que “hay para todos. A Tasca La Carpintería le beneficia que haya establecimientos de calidad en la ciudad como al resto de establecimientos les benefician que esté Tasca La Carpintería. Nosotros tenemos una línea de trabajo, te puede gustar más o menos, pero es nuestra filosofía. Hoy en día existe muchísima preparación, algo que no encontramos en nuestra época, en la que éramos prácticamente autodidactas. Y esto no es mejor ni peor, sino diferente. Habrá clientes que prefieran venir a comer una tortilla gallega, un plato de jamón ibérico o un pan tumaca, y otros que busquen otro tipo de propuesta”, indicó.
Después de medio siglo de experiencia en hostelería, Emilio Otero no piensa en la retirada: “Es mi vida. Mis hijos ayudan muchísimo porque ya no tengo las mismas fuerzas, pero la restauración es una motivación diaria, un reto y una alegría. Qué mejor que tus amigos vengan a disfrutar de tus platos, ¿hay mayor satisfacción?”, concluyó.