Aunque en Canarias los nombres aborígenes no sean mayoritarios, sí que son muy frecuentes entre la población y además suelen venir acompañados de un relato sobre una figura destacada del pasado aborigen del archipiélago. Una bella princesa, un indomable guerrero, un astuto joven o una poderosa sacerdotisa son algunos de los perfiles más repetidos.
Pero en muchas ocasiones más que por su significado estos nombres se escogen por su sonoridad. Aunque algunos de estos nombres también se usan fuera del archipiélago, si nos ceñimos exclusivamente a Canarias el nombre femenino de origen prehispánico más usado en las islas es Yurena. En total, 2.183 mujeres portan este nombre, seguidas de cerca por las 2.106 mujeres llamadas Yaiza y las 1.374 que responden al nombre de Gara.
Pese a que Yurena sea más común, en las últimas décadas ha perdido popularidad, como denota el hecho de que la edad media de las mujeres que los portan sea de 34,5 años. Por contra, las Yaizas tiene 21,9 años y las Garas son aún más jóvenes, con una edad media de solo 15,9 años.
El demonio lanudo de los palmeros
Para encontrar la primera referencia este nombres debemos remontarnos al año 1632, cuando Fray Juan de Abreu Galindo publicó su obra "Historia de la Conquista de las siete islas de Gran Canaria" en la que se refiere por primera vez al término Iruene cuando narra las creencias del pueblo aborigen benahoarita o awara, que habitaba en La Palma
"A estos palmeros se les aparecía el demonio en forma de perro lanudo, y llamábanlo Iruene", relata el clérigo bajo el epígrafe 'Los mantenimientos, ritos y costumbre que tenían los palmeros', correspondiente al capítulo IV del Libro tercero y último: La conquista de las dos islas fortunadas, La Palma, y Tenerife.
De Iruene a Yurena
La obra de Abreu Galindo es considerada por la Academia Canaria de la Lengua como primera referencia a la voz Yurena, que procede del sistema lingüístico de las Canarias prehispánicas y, tal como indican, en los últimos tiempos se ha extendido notablemente como antropónimo femenino, aunque documentalmente no consta ninguna referencia que permita afirmar que se trata de nombre de mujer.
De esta manera, se remite de nuevo a esta fuente para indicar el valor de ‘demonio’ o ‘espíritu maligno’, aunque advierte de que se recoge bajo la forma Yruene. A partir de esta voz recoge las transformaciones que sufrió el término hasta nuestros días: desde Hirguan en la obra de Torriani), Yruene o Yruena en Berthelot o Bory y, finalmente, Yurena en los materiales de Chil.