El pasado del archipiélago canario esconde aún muchos misterios por resolver. Mucho antes de la conquista de Canarias, esta tierra era habitada por distintos pueblos aborígenes cuyo legado se ha ido desvaneciendo con el transcurso del tiempo. Estas sociedades prehispánicas, que sucumbieron ante la fuerza de la espada a lo largo del siglo XV y desde entonces son víctimas de la indiferencia. Pero su huella, pese a todo, sigue presente a la espera de ser rescatada.
De sobra son conocidas es conocida la simbología del mundo celta que podemos encontrar desde Galicia hasta Irlanda como testimonio de quienes nos precedieron. Sin embargo la herencia de los primeros pobladores de Canarias no ha alcanzado tal reconocimiento, a pesar de que a lo largo y ancho de las islas podemos encontrar manifestaciones de esta cultura de creencias arraigadas en la naturaleza.
Petroglifos en El Julan
A falta de testimonios escritos en papel, para adentrarnos en la forma de vida de los pueblos aborígenes debemos aprender a leer las piedras, tanto en sentido figurado como literal. Con los materiales que tenían a mano, las primeros pobladores de Canarias modelaban el paisaje para crear espacios de reunión, funerarios o rituales como el yacimiento arqueológico de El Julan, en la isla de El Hierro.
También sobre la dura roca, pueblos como los bimbaches de El Hierro realizaron numerosos petroglifos con motivos geométricos, podomorfos o zoomorfos, pero también inscripciones en líbico-bereber, la escritura ancestral que, si bien no ha podido ser traducida de manera fiable, es una prueba de la procedencia norteafricana de los primeros pobladores.
Además de estas inscripciones en las coladas de lava, El Julan posee una atmósfera de lugar sagrado coronado por su impresionante tagoror, que corona la zona en una ubicación privilegiada. A su alrededor distintas cavidades, utilizadas como espacios funerarias o de habitación -como la cueva de Juan Baltasar- y un impresionante acumulación de conchas marinas que podría ser resultado de los desechos de banquetes o rituales, donde se han encontrado restos de pescados como vieja o morena.
Los Letreros y Los Números
Entre fuertes pendientes y tierras poco fértiles, el sacerdote y arqueólogo Aquilino Padrón redescubrió este enclave en el último cuarto del siglo XIX, dejando constancia y reproduciendo los grabados, en distintos paneles, que los pastores habían denominado como Los Letreros. Un año después, su hermano Gumersindo Padrón descubrió otra estación, que denominó Los Números, para establecer diferenciación con el panel geométrico y figurativo.
A pesar de lo recóndito de este lugar que el antropólogo René Verneau describió como "una comarca es seca y árida, no produce sino algunas hierbas esmirriadas donde pacen, sueltas, un gran número de cabras salvajes", los arqueólogos han determinado que fue un importante asentamiento durante cerca de mil años. Todo ello con la información extraída hace casi medio siglo, fecha de la que data la última excavación en El Julan.