La universidad como limbo inexplicable

Lo más parecido a un campus era el barrio marinero de San Cristóbal

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Movilizaciones para la creación de la universidad que cumple 35 años / ULPGC
Movilizaciones para la creación de la universidad que cumple 35 años / ULPGC

La universidad era entonces un sueño casi imposible en Las Palmas de Gran Canaria. En aquellos años, yo estudiaba la carrera de Derecho en el Colegio Universitario de Las Palmas. Éramos como un limbo inexplicable. Nuestros expedientes estaban en La Laguna y el edificio estaba entre dos grandes hospitales y un aparcamiento. Lo más parecido a un campus era el barrio marinero de San Cristóbal, al que accedíamos después de cruzar la Autovía por debajo del asfalto. Allí teníamos como único lugar de encuentro la marea y el bar Cantábrico. 

Las condiciones eran precarias, y en aquel CULP, que estos días ha desaparecido para siempre, nos encontrábamos alumnos de Medicina, de Enfermería, de Derecho o de Ciencias del Mar sudando a todas horas en unas instalaciones sin luz natural que habían copiado de una edificación sueca. No solo no estábamos estudiando donde decía nuestro expediente sino que además, cuando llegábamos a clase, nos encontrábamos unos huecos en la entrada para poner los esquíes con los que supuestamente teníamos que deslizarnos por la nieve. Yo dejé Derecho en tercero para irme a Madrid a estudiar Periodismo, pero aquellos años salimos a la calle varias veces, y al final coincidimos todos en una gran manifestación de trescientas mil personas en donde entonábamos el Ahora sí que había compuesto Sindo Saavedra, el mismo que le había puesto música a unos carnavales que también se iban improvisando entonces por distintos escenarios. 

Era un tiempo en construcción, con una ciudad mucho más caótica, y con aquella sinrazón de los que argumentaban que la universidad no era necesaria. Yo creo que ese logro es uno de los pocos hitos de los que podemos presumir en Gran Canaria, ya con treinta y cinco años de camino, y con todo lo que eso ha supuesto para democratizar la enseñanza superior y para los avances en investigaciones y en estudios que algún día contarán un poco mejor cómo estamos transitando por estas ínsulas cada vez más extrañas. Nosotros no entendíamos aquellas negativas que nos obligaban a marcharnos fuera o a estudiar aquí con una constante improvisación del desastre. Quizá haya mucha gente que no valore la existencia de una universidad como la que tenemos, como tampoco valoramos lo que supone abrir un grifo y encontrar agua, o esa posibilidad de poder conectarnos de punta a punta del planeta en un solo segundo. Los avances de una sociedad están unidos casi siempre a la educación y a la cultura, a la igualdad de posibilidades y al entorno en el que uno tenga la suerte de moverse.

Ahora mismo hay una gran oferta universitaria en la isla, que además se une con las posibilidades de estudiar virtualmente en cualquier lugar del mundo. Nuestro aislamiento es mucho menos claustrofóbico que antes de los ochenta del siglo pasado, aunque nos quede mucho por recorrer, por mejorar y por seguir aprendiendo. Nadie nos quita estos años de camino que estoy seguro que, aunque no nos demos cuenta, han cambiado por completo nuestra autoestima como comunidad. Ya no hablamos de una universidad como la que reinvindicábamos, ni aquí, ni en Oxford, ni en Salamanca; pero en ese cambio de ciclo no nos estamos quedando atrás como nos quedamos tantas veces. De vez en cuando, vale la pena celebrar lo que ha valido la pena y lo que se ha logrado con esfuerzo y con la unión de mucha gente anónima que quiso cambiar el futuro desde su presente. Ahora conjugamos de nuevo el mismo tiempo verbal que nos obliga a mirar hacia delante ofreciendo mejores condiciones formativas y laborales para los que vengan dentro de treinta años. Aquellos días salieron a la calle muchos de los que no pudieron cursar estudios universitarios para que sus hijos y sus nietos no encontraran cerrada la misma puerta que ellos. Volvamos a mirar a la universidad y valoremos su presencia. Debemos de implicarnos todos en ella de nuevo y convertirla en un verdadero motor de cambio y de mejora social, cultural y económica que nos ayude a seguir aprendiendo.