No es lo mismo jugar en Primera División que estar en Primera División. Hasta hace unas horas, jugábamos en Primera, esto es, nos conformábamos con no descender y con no ser goleados por los equipos grandes y por los que sí están en esa categoría hace muchos años; pero intuíamos que todavía no estábamos en Primera. Nosotros también estuvimos en esa categoría de los elegidos mucho tiempo, nos temían en todas partes y les ganábamos a los grandes cuando pisaban el Insular. Porque no es lo mismo ganar al Almería que ganar al Atlético de Madrid. Ya sé que son los mismos puntos, pero es como lo de jugar o estar. Ayer volvimos a ser los que éramos cuando yo era niño, con dos goleadores canarios y con una sensación de equipo que no veía hacía años. No hay individualidades, pero sí las hay, y perdonen que me siga contradiciendo en cada renglón que voy trazando. La individualidad se llama Kirian Rodríguez, y su espíritu se expande por el campo y llega a las botas y al hipotálamo del resto de jugadores amarillos. Y ahí quedará por mucho tiempo, como la de Germán, Tonono o Guedes en tantos jugadores que vinieron luego. Ya lo escribí el día del ascenso, que me alegraba, sobre todo, por la alegría de ese jugador que es un ejemplo para tantos jóvenes y no tan jóvenes desnortados, un faro que nos vuelve a alumbrar a los contumaces soñadores amarillos que nunca hemos tirado la toalla por muy duros que fueran los tiempos.
La victoria y la forma de jugar, el toque, la presión, la confianza, la carencia de complejos, y la creencia con fe ciega en la historia de la camiseta amarilla que llevan puesta, nos deja la sensación de que esta vez sí vamos en serio para poder estar y no sólo jugar en Primera. No lanzo ninguna campana al vuelo y, por supuesto, que el objetivo sigue siendo la permanencia, siempre lo fue, y en su día luchamos hasta la última jornada casi con el mismo equipo que seis años antes había quedado subcampeón de Liga: es nuestro sino, pero luego, una vez nos alejábamos de abajo, nadie nos cortó nunca el vuelo y nos movimos en las alturas, casi siempre entre los seis primeros cuando había dieciocho equipos, arribando a Europa para jugar y vencer al Torino o al Slovan de Bratislava, que hoy serían cualquiera de los conjuntos favoritos de la Champions. Mañana podemos perder, eso forma parte de este juego; pero lo del viernes en el Gran Canaria cambia por completo el sentido de las cuerdas del reloj que marcaban nuestro tiempo. Lo intuimos los aficionados y lo intuyen unos jugadores que ahora mismo saben que le pueden ganar a cualquiera. Por eso digo que volvimos a Primera, donde estuvimos tanto tiempo sin estar de paso, donde merece estar una afición como la nuestra. Las Palmas no es una ciudad o una provincia, es ese sentimiento que nos une a tantos en mil lugares diferentes. El éxtasis del pasado viernes. El de las grandes gestas que nunca olvidamos para saber de dónde venimos.