Un superviviente canario de abuso sexual en la Iglesia: "Me dijo que lo hizo porque me quería"

Ciro Molina, portavoz en el Archipiélago de la Asociación Nacional Infancia Robada (ANIR), pide la dimisión del obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, por no haber actuado de forma contundente con su presunto agresor

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Imagen de un sacerdote / CANVA
Imagen de un sacerdote / CANVA

Ciro Molina es el portavoz en Canarias de la Asociación Nacional Infancia Robada (ANIR), un cargo que esconde detrás una historia traumática de presuntos abusos sexuales en la Iglesia cuando era un niño en el pueblo de Tejina (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife). Ha conseguido superarlo y se considera un superviviente, pero todavía pide justicia porque, aunque los hechos prescribieron en 2018, necesita que se depuren responsabilidades. “Soy feliz y estoy tranquilo”, cuenta en una entrevista concedida a Atlántico Hoy.

La organización que representa envió este lunes una carta abierta al obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez, en la que pide su dimisión por no haber actuado de manera contundente con C.H.G., el sacerdote al que Molina ha denunciado en dos ocasiones por, supuestamente, agredirlo sexualmente. Asegura que no solo se vio afectado él, sino también otros chicos de la parroquia que han preferido siempre mantener su anonimato.

Las denuncias

Relata que su mayor calvario tuvo lugar entre 1997 y 2004. Los abusos terminaron cuando su familia interpuso la primera denuncia, el cura fue apartado de la iglesia lagunera por parte de Álvarez y fue enviado al asilo donde, según narra Molina, continuó ejerciendo su ministerio sacerdotal. Así continuó durante una década, hasta el año 2014, cuando la víctima interpuso una segunda demanda. En ese momento se puso en marcha un proceso canónico y el presunto abusador pidió renunciar a su cargo.

El procedimiento arrancó porque la Santa Sede estaba obligando a que esos casos se juzgaran –coincide con un año después a la llegada del papa Francisco I al Vaticano–. “Antes de eso lo que se hacía era encubrir, ni siquiera se investigaba”, sentencia. Protesta porque, según sostiene, el cura que presuntamente abusaba de él, continúa escribiendo homilías en internet. “Hasta ese punto ha llegado la soberbia de algunos curas, él está en su casa como si se hubiera jubilado está cobrando su pensión”, exclama.

Imagen de un sacerdote / AH
Imagen de un sacerdote / AH

"No es consciente"

“En un país como España”, dice, “estos temas son difíciles”. Molina tuvo la oportunidad de tener un cara a cara con el párroco para saber por qué había abusado de él y con el objetivo de transmitirle lo que le había supuesto en su vida. “Cuando le pregunté me respondió que me quería”, rememora con incredulidad. “Yo me quedé flipando, él no tiene conciencia de haberme hecho daño, no es consciente de haber cometido un delito”, agrega.

Manifiesta que C.H.G. abusó, presuntamente, de dos personas más en Vallehermoso (La Gomera) durante la década de los 70. “Se le seguía cambiando de parroquia, nunca enfrentaron el problema ni mucho menos”, apostilla. “Antes de ir Tejina había curas que sabían que hacía esas cosas e incluso se reunieron con el obispo Felipe Fernández para que no lo mandaran a la parroquia y sin embargo lo enviaron”, expresa.

Imagen de un sacerdote / CANVA
Imagen de un sacerdote / CANVA

"Varias mentiras"

No le tiembla la voz para afirmar que este tipo de situaciones, cuando afectan a la Iglesia, son muy difíciles porque se trata de una institución “con diferentes grupúsculos que tienen colonizadas la judicatura, eso lo sabe cualquier persona”. A pesar de todo no dudó en interponer la segunda denuncia en 2014 porque su cuerpo y su mente “iban a colapsar”.

Su caso está recogido en un informe del Defensor del Pueblo y de la Conferencia Episcopal Española. Garantiza que en el segundo se vierten varias mentiras como que en el 2004 no denunció porque no quiso. “No se fue a la vía penal porque los curas y el clero engañaron y manipularon a mi padre para que no lo hiciera”, resalta.

Imagen de un sacerdote / CANVA
Imagen de un sacerdote / CANVA

La reparación

Sobre la dimisión que le piden a Bernardo Álvarez afirma que “formaría parte de la reparación [del daño]”. “Esto pasó, él nunca ha pedido perdón públicamente y jamás ha reconocido los hechos, aunque implícitamente siempre los admitían”, añade. 

“Desde nuestro humilde punto de vista, aunque podemos estar equivocados porque no tenemos la verdad absoluta, es una manera de que se haga justicia. Usted tiene que responder y puesto que no puede ser juzgado penalmente, ni puede responder ante la Justicia por esa complicidad, pues qué menos que renunciar”, prosigue.

"Terrorismo social"

“Podrán pensar que esto es un brindis al sol. Me da igual que me digan que no sirve para nada, pero lo tenemos que hacer. ¿Este hombre [el obispo] ha condenado alguna vez públicamente la pederastia? ¿Ha pedido alguna vez perdón? Eso sí, el perdón tampoco es que sirva porque según enseña la Santa Madre Iglesia no funciona sin un propósito de enmienda. Ellos quieren que esto se vaya apagando”, reflexiona.

El proceso que atravesó fue muy complicado. Apunta que tanto él como su familia sufrieron terrorrismo social con amenazas en su casa o que el barrio les hiciera el vacío. Se sentían como “unos apestados”. “Me decían que denuncié porque como estaban saliendo los casos en Estados Unidos, yo veía la tele y eran fantasías mías”, expone.

Sin respuesta del obispo

“Yo no sé si la gente cuando uno habla de esta manera es capaz de ponerse en el lugar, pero es complicado sentirte acusado, sentir que has hecho mal, que lo que estás haciendo no sirve para nada. Es duro vivirlo, es duro tener que cambiar de instituto y es duro tener que hacer una vida fuera de tu pueblo de donde naciste”, asevera.

Este periódico se ha puesto en contacto con la Diócesis de Tenerife para conocer su versión, pero el obispo Bernardo Álvarez ha declinado la posibilidad de hacer declaraciones.