Sitapha Savané: uno de los hombres íntegros que buscaba Thomas Sankara

Leyenda del Granca, comprometido con las causas justas y con conciencia social, hombre de negocios, el baloncesto ha regalado a Canarias a un tipo cuya trascendencia va más allá del deporte

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Sitapha Savané por Farruqo.
Sitapha Savané por Farruqo.

Leyenda del Club Baloncesto Gran Canaria. Con un expediente académico impecable. Formado en Dakar. Instruido en la Navy de Estados Unidos. Aleccionado en la ESCP Europe Business School y con un máster Executive MBA debajo del brazo. Hombre de negocios. Lector voraz de todo lo relacionado con la Historia. Inesperadamente, un excelente comunicador delante de la cámara en el universo Movistar+. Tipo comprometido con las causas justas, con conciencia social. De dos metros de altura y sonrisa perfecta. El yerno que toda suegra quisiera tener —excepto, tal vez, si la señora es militante de Vox—. Orgulloso senegalés. Un líder, fuera y dentro de la cancha. Persona de mundo. Hijo de Marie Angélique y Landing. Padre de Naya y Lamine. Pareja de Kris. Hermano de Lamine. Todo eso es Sitapha —el elegido en mandingo— Savané, uno de esos hombres íntegros que el revolucionario Thomas Sankara reclutaba por el continente con un único fin: devolver la dignidad a África.

2.690 puntos, 1.355 rebotes, 298 tapones. Esos números, todos firmados por Savané a lo largo de nueve temporadas, son historia del Granca. Marcan, cada uno en su categoría, un tope que nadie ha superado en 60 años de trayectoria del club. Entre todos conforman un récord que podría alimentar el ego de cualquier aspirante a estrella dentro del oficio de jugar al baloncesto. La hazaña, sin embargo, dentro de la familia Savané es casi una anécdota, un próspero entretenimiento de juventud para el pequeño de la casa. Para Marie Angélique y Landing, orgullosos padres de la criatura, el sentido de la vida está ligado a la capacidad particular de cada uno para impactar en el mundo. El deporte es un universo digno, pero la verdadera lucha gravita alrededor de puntos de fuerza como la transformación de Senegal, el movimiento panafricano por todo el continente, el emprendimiento social, la educación y el feminismo. Lo demás son fuegos de artificio.

 

Taph Savané, pese a tantos focos, tantos mates, tantos elogios, tantas distracciones, nunca perdió el oremus, jamás descarriló. No debe ser un ejercicio sencillo dejarse llevar por la frivolidad en una familia donde la madre —durante muchos años alta funcionaria de la ONU— ha entregado parte de su proyecto vital al activismo feminista y en la que el padre —líder del partido maoísta Movimiento Revolucionario por la Nueva Democracia y exministro de Industria de Senegal— se ha jugado los cuartos para sostener la democracia en el país. Ambos fueron amigos personales de Thomas Sankara, el joven capitán que en 1983 se convirtió en presidente de Burkina Faso —entonces llamada Alto Volta— tras dar un golpe de estado con el objeto de promover una revolución de hombres íntegros: nacionalizó las tierras y las entregó a los campesinos, plantó cara a las fuerzas coloniales y nacionalizó las riquezas minerales, emprendió campañas de alfabetización y vacunación e impulsó los derechos de la mujer

Cuatro años después de acceder al poder, tras un discurso en Adís-Abeba en el que llamaba a los países africanos a la unión para no pagar la deuda externa, Sankara fue asesinado por los hombres de Blaise Compaoré, compañero de armas y amigo que contaba con el respaldo de la Francia de François Mitterrand. El cuerpo del revolucionario burkinés fue desmembrado y enterrado en una tumba anónima, crueldad que obligó al padre de Sitapha —junto al presidente de Gabón— a intermediar para que la viuda y los hijos del militar depuesto huyeran de Burkina Faso. La casa de los Savané en Dakar fue una de las primeras paradas de la familia de Sankara en su fuga. En un contexto así, donde el destino te permite ser testigo directo de un episodio tan relevante de la historia de tu región, el baloncesto —a la larga— adquiere su dimensión real: es simplemente la cosa más importante de las cosas menos importantes. 

Pese al peso que ha tenido en su vida, el basket tardó en aparecer en los planes de Taph Savané. El fútbol, con la selección francesa liderada por Michael Platini en el recuerdo —a él, sin mucha habilidad con la pelota en los pies, le tocaba ejercer el papel de Jöel Bats, portero de aquel mítico equipo en las pachangas dispuestas en el barrio— dibujó miles de horas de juegos en las calles de Dakar. Allí, ya con conciencia política —tras el encarcelamiento de su padre por cuestiones políticas— se ganó fama de mitinero entre sus amigos, a los que inculcaba la importancia de los estudios para labrarse un futuro próspero.

Un estirón en plena adolescencia, que coincidió con el impacto mundial del Dream Team —integrado por piezas como Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird, David Robinson, Charles Barkley, Karl Malone o Pat Ewing— durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, provocó el flechazo de Sitapha Savané con el baloncesto. La política, como no, hizo todo lo demás: la amistad de su madre con Jimmy Carter —39º presidente de Estados Unidos— le abrió la posibilidad de estudiar una carrera universitaria en el país norteamericano con una beca. El destino académico elegido, para disgusto de los padres —incómodos ante la institución militar, vinculada a golpes de estado en la historia de África— fue la Academia Naval de los Estados Unidos en Annapolis (Navy), que disponía de planes de estudios conjuntos con la armada senegalesa.

El propio Carter, que antes de ejercer como jefazo del autodenominado mundo libre desde el ala oeste de la Casa Blanca se formó académicamente en la misma escuela militar ubicada en el estado de Maryland, tranquilizó a la familia Savané: la Navy y el baloncesto —con su paso por Menorca a las órdenes de Quino Salvo, Tenerife, Joventut de Badalona, Estudiantes y CB Gran Canaria— eran la excusa de Sitapha para adquirir disciplina, desarrollar su capacidad de liderazgo y prepararse para lo que llegaría después, justo en lo que está ahora: sólo la lucha libera.

PD: Aunque lo parezca, Sitapha Savané no es perfecto. Evite darle una mala noticia en el periodo que va entre el despertar y el desayuno. Si le invita a disfrutar de una degustación de comida senegalesa, no baje la guardia y vigile la cantidad de picante que emplea para salpimentar el plato. Y viste mejor desde que Kris está en su vida —eso es un hecho irrefutable—. De las tardes de fútbol en el Heliodoro Rodríguez López hablaremos otro día —menos mal que luego alcanzó la fe amarilla con Jonathan Viera—.

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