El calendario entra en febrero y con el segundo mes del año llega el Carnaval, una celebración que abre un debate recurrente durante los últimos años en las ciudades grancanarias: la difícil relación entre el derecho al descanso y las noches de fiesta. En Las Palmas de Gran Canaria, el ayuntamiento se ha visto obligado este año a llevar los mogollones hasta la Plaza de la Música al no poder llegar a un acuerdo con los vecinos del Parque Santa Catalina y en Santa Cruz de Tenerife, el Carnaval –la gran fiesta de la cudad– se llegó a ver amenazada en 2007 por las denuncias de varios vecinos –una sentencia limitó a 55 decibelios el ruido en la calle–. La aspiración al descanso es legítima, tanto como que una ciudad celebre sus fiestas. Pasa en Pamplona con San Fermín, en Zaragoza con el Pilar o en Valencia con las Fallas.