El adjetivo smart -inteligente en su traducción española- se ha convertido en uno de los términos del siglo XXI. Más que por su propia mención, por la implicación asociada a la evolución y desarrollo en cualquier aspecto que adjetive.
A todos se nos viene a la cabeza como primera asociación los smartphones, pero en esta ocasión lo hacemos con el concepto asociado a las ciudades, porque literalmente hablamos de las smarts cities. Una expresión que da a entender un contexto cargado de ciudades innovadoras, llenas de tecnologías y sensores por todos lados, ¿pero, seguro que es así?
Sea como fuere, las grandes ciudades, y no tan grandes, tienen la meta de convertirse en ciudades inteligentes en un siglo XXI al que todo se dirige hacia el término. ¿Tiene Canarias ciudades inteligentes?
El concepto
“El término se puso de moda a partir del 2010 y en España especialmente a partir del 2015”, explica sobre cuándo se empezó a acuñar el concepto moderno el Dr. Ingeniero de Telecomunicación y responsable del área de Ingeniería Telemática de la Universidad de La Laguna, Félix Herrera Priano.
Grancanario de nacimiento, pero con el gran desarrollo profesional en Tenerife, Herrera ha colaborado con distintas administraciones locales y nacionales. “La gente tiene un mal concepto de ciudades inteligentes, porque cuando entró esa moda en 2015 siempre la asociaba con la tecnología. De llenarla sensores, semáforos automáticos, pasos de peatones, temperatura, humedad... Pero realmente no es así”, contextualiza. “Una ciudad inteligente realmente es aquella donde tú te sientes bien”, afirma.
Sentirse bien
No obstante, Herrera señala que “el problema es que yo me puedo sentir bien, pero si una ciudad como Santa Cruz, que tiene más de 200.000 personas, Las Palmas de Gran Canaria, que tiene casi 400.000, o las grandes ciudades de España, ¿cómo convences a toda esa ciudadanía y visitantes para tener sensación de que estás bien?”.
Por ello, Herrera destaca lo que se llama los factores de vida. “¿Qué necesitas? Salud, por si me pongo enfermo; si estoy aburrido necesito ocio bien organizado; si quieres montar una empresa, tener facilidad para montarla; Tienes un niño y necesito educación, hay que llevarlo al cole, ¿el tráfico? ¿Quién lo lleva? Si va en guagua, ¿tarda mucho o poco? Estoy hablando un colegio, imagínate la cantidad de colegios que puede haber”, reflexiona.
Toma de decisiones
“Entonces, si tú eres el responsable de un ayuntamiento, en qué áreas trabajas para que la gente se sienta cómoda”, agrega sobre la decisiones a tomar para ser una smart city.
De esta manera, desarrolla que la diversidad de factores lo hace increíble porque lo más difícil es dosificar los proyectos. “Los presupuestos son finitos y ponte en la tesitura, ¿cuántos proyectos inteligentes podrías generar aquí?”.
Valentía
“Muchas veces el problema que tienen los productos inteligentes es que tienen que ser técnico-rompedor. No todas las ciudades son valientes para tomar una decisión política potente y hay que ser valiente”, argumenta antes de dar con un ejemplo. “Bilbao cambia radicalmente, no solo porque arreglen todo el vial, sino que meten un proyecto espectacular, que es el Guggenheim”, recuerda.
“Él debe histórico en las últimas décadas en Santa Cruz es el ocio y, a pesar de su cercanía, fíjate en La Laguna. Toma una decisión espectacular, que es peatonalizar las calles. Cuando se estaba peatonalizando, todo el mundo estaba envenenado, pero míralo ahora”, comparte. “¿Qué pasó cuando se puso el tranvía en Santa Cruz? ¿Te acuerdas las manifestaciones? Ahora es ‘mi tranvía’ y un símbolo de la ciudad”, agrega sobre las decisiones rompedoras.
Un punto en el que Las Palmas de Gran Canaria se encuentra inmiscuido con la llegada de la Metroguagua, porque de ocio la ciudad va servida, aunque hay más. “El cambio en la ciudad es bastante espectacular. Cuando peatonalizan Mesa y López, me quedé impresionado. Es verdad que el carril bici ahí es mucho más sencillo, pero ha tenido que sacrificar la ciudad”.
Uniformidad
Un gusto personal de este experto en ciudades inteligentes es que le encantan las medidas estéticas, como las populares islas griegas, que se visten de viviendas blancas con ventanas azules. “La uniformidad bien controlada es una maravilla porque te entra por los ojos. Te da una sensación tan buena que las ciudades que más me gustan son las que han trabajado eso, porque estás generando un polo de atracción dentro de la ciudad”.
Sin embargo, recuerda lo complicado que es tomar decisiones para equilibrar e intentar contentar a todo el mundo, que no vas a poder. “Entonces, la ciudad es más inteligente o menos inteligente en función del número de personas que sientan esa sensación de bienestar”, sintetiza.
Turismo y alquiler vacacional
Sobre el turismo masificado y el contexto de alquileres vacacionales, Félix Herrera afirma que “claro que afecta” para ser una ciudad inteligente. “Son dos efectos diferentes. Primero, no cabemos más. Y segundo, traes tanto turismo que subes el nivel del que viene con poder adquisitivo, y yo, que vivo aquí, trabajo aquí, no encuentro para comprarme una vivienda”.
Así, se pregunta: “¿por qué las ciudades se están poniendo las pilas con lo inteligente?”. Y así se responde Herrera: “Porque ven que antes tenían ‘x’ millones de personas y ahora tienen que mover a casi el doble. Reaccionas para que la ciudad siga siendo atractiva. Arrancas los proyectos y estás compensando”.
Tamaño de las smart cities
Otra de las cuestiones que recoge, analiza y desarrolla Herrera son sobre si cualquier ciudad puede aspirar a ser ciudad inteligente o es un término válido solo para las grandes ciudades. “Realmente hubo un efecto contagio”, adelanta. “Las ciudades inteligentes no nacieron para las ciudades pequeñas, ni medias pequeñas. Nacieron para las gigantescas, que era donde tenías verdaderamente potencial”, abunda.
En este sentido, argumenta que para una ciudad manejable de en torno a 100.000 personas “no tienes necesidad de un megaproyecto, simplemente de asentar las cosas, hacer la ciudad agradable...”. Así, ejemplifica con que “es como si yo te digo que tengo apenas tráfico, pero un responsable político visita un sitio donde ve un paso de peatón inteligente y quiere traerlo cuando no es necesario”.
Educación
Por ello, debate sobre que, a veces, lo inteligente no está en lo tangible en la ciudad, sino a años vista trabajando en el propio ciudadano: “en la educación”.
“A mí me encanta Las Rozas (Madrid) porque es una ciudad que no tiene ni un semáforo. Son todos rotondas. Es cuestión de educación vial. La gente se da cuenta de que si respetan las rotondas realmente no hay tiempo de espera. El semáforo es innecesario”, expone.
De esta manera, profundiza en que “con los grandes problemas de tráfico como tenemos en Canarias, en general, a lo mejor el proyecto inteligente no está en generar una alternativa y meter coches aquí, no. Está en irme a una empresa para que me haga una app, o hablar con la Consejería de Educación, insertarlo en todo el sistema educativo y decirles a los niños bicis, bicis, bicis”.
Con esta premisa, Félix asegura que para é la clave de la ciudad inteligente no está en la tecnología. "Es un buen medio, pero es la cultura, es la educación”.
Sostenibilidad
Otra vara de medir, o quizá de analizar, si una ciudad es más o menos inteligente es la sostenibilidad, aunque Félix avisa que tiene un poco de trampa. “La etiqueta sostenible ha ido solapando un poco la etiqueta inteligente, aunque en el fondo una ciudad inteligente tiene componentes sostenibles, pero llega un punto que este maremágnum te confunde, en el que algo que sea inteligente no significa que tenga que ser sostenible, y ser sostenible no implica ser inteligente. Al final yo prefiero decir ciudades eficientes, no inteligentes, porque la eficiencia va de eso”, desarrolla.
Microciudades: la nueva tendencia
Por último, Herrera apuntó a otra de las cosas que se estila ya desde hace bastantes años. “Es lo que se llama la ciudad de los 15 minutos, ciudades de los 10 minutos, las súper manzanas...”, menciona antes de aclarar que “las grandes ciudades lo que hacen es generar microciudades inteligentes en una manzana”.
Es decir, que por muy grande que sea una ciudad, el ciudadano acaba ligado al trabajo y a la familia en una misma zona. “Voy a pensar de manera inteligente. Si aquí viven tantas personas y necesitan una farmacia, uno o dos supermercados, etc., voy a fomentar que te muevas en lo básico que necesitas en esta manzana. Eso hará que tú no cojas el vehículo. Se va optimizando, de lo grande a lo pequeño, a la manzana. Pero eso es en la teoría, en la práctica es súper complicado”, finaliza.