Una iniciativa desarrollada por el IES La Isleta ha unido a una treintena de jóvenes durante el curso 2022-23 donde alumnado de primero de Bachillerato y jóvenes migrantes alojados en el centro de acogida Canarias 50 —ubicado en el barrio de Las Palmas de Gran Canaria— trabajaron en la creación de un taller de reparación de bicicletas para favorecer espacios de convivencia y conocimiento real de la situación de las personas acogidas.
“Las bicicletas son solo una excusa”, explica Iván Ojeda, coordinador del proyecto en el centro de estudios. “Lo que buscábamos inicialmente era favorecer el mayor tiempo de convivencia posible en un espacio lúdico que nos permitiera hablar y conectar”. El trabajo de reparación lo intercalaban con diferentes actividades dentro y fuera de las aulas “para conocer las percepciones de vida de un chico de Marruecos o de un chico de la propia Isleta”.
Discursos de odio
Mientras trabajan en la reparación de las bicicletas, los chicos y chicas iban construyendo líneas de vida, los orígenes, las causas del movimiento migratorio. “Cuando hablas y le coges cariño a una persona, lo ves con otros ojos”, asegura Ojeda. Y al final, el alumnado del centro “se daba cuenta de que, muchas de las cosas que escuchaban en la calle, afirmaciones racistas, eran declaraciones infundadas”.
Un trabajo que parece ser lo más normal del mundo, reparar bicicletas, ayudó a que los estudiantes “se dieran cuenta por ellos mismos que no había problema alguno, que los jóvenes migrantes son seres humanos como nosotros y que el problema de fondo es que los Derechos Humanos no se están cumpliendo y que la cultura de acogida no está bien”, manifiesta el coordinador del proyecto.
Convivir
“Queríamos abordar el discurso de odio desde la convivencia” porque, “en el mes y medio que estos chicos están en el centro de acogida, insertos en un barrio capitalino y sin absolutamente nada que hacer, es normal que deambulen por las calles”. El problema viene cuando “en un barrio que tradicionalmente ha sido muy intercultural, estos chicos se vean en una situación de xenofobia”, critica Ojeda.
Por ello, desde el IES La Isleta comenzaron a analizar el porqué de los discursos de odio que se escuchaban por las calles “y vimos que la mejor manera era traer a los chicos al centro”, asegura el coordinador. “Por mucho que yo te cuente o te diga, al final si no convives con ellos en el día a día no vas a empatizar”. La meta era, por tanto, no arreglar unas bicicletas, sino que “los chavales pudieran sentir y pensar por ellos mismo si de verdad había razón en justificar el racismo”.