A una hora y media de la capital de La Palma, se encuentra un pueblo medieval poco conocido, pero lleno de historia. No hablamos ni de Vegueta ni La Laguna, ya que estos sí que son conocidos. El pueblo en cuestión se llama Las Tricias, cerca de las Cuevas de Buracas.
En este pequeño caserío es posible recorrer a pie uno de los senderos más impresionantes de Canarias, observar el arte rupestre y disfrutar de un clásico museo.
Un pueblo medieval
Antes de que los castellanos conquistasen La Palma, los benahoritas —pueblo de origen bereber que llegó a la Isla entre los siglos IV y V se establecieron en la zona de Las Tricias y en el barranco de Los Canarios. A principios del siglo XV la Isla estaba dividida en doce demarcaciones territoriales: Aridane,Tihuya, Tamanca, Ahenguareme, Tigalate, Tedote, Tenagua, Adeyahamen, Tagaragre, Tagalguen, Tijarafe y Aceró y cada uno de estos reinos estaba gobernado por su respectivo jefe.
Este caserío es famoso, entre otras cosas, por su museo del gofio y es que ya los antiguos canarios lo sabían elaborar. Para ello recolectaban frutos y raíces para hacer una harina que llamaban gofio, que tostaban y molían.
El museo de Las Tricias
Actualmente en Las Tricias se puede visitar el Museo de Interpretación del Gofio (MIGO) inaugurado en 2016. Los antiguos canarios sabían si el molino estaba en funcionamiento por las aspas en movimiento y llevaban a triturar sus granos. Los molinos eran importantes puntos de encuentro incluso cuando no funcionaban, cuando se convertían en mentideros sobre todo en las épocas de ausencia de viento, cuando los aborígenes esperaban hasta el anochecer para poder moler y llevar de vuelta a los hogares el grano ya transformado en gofio.
El precio de entrada para visitar el molino es de 2,50 euros para adultos; 1,75 para residentes; 1,25 euros para grupos y gratis para los menores de 12 años.
Un sendero mágico
Desde Tricias es casi obligatorio visitar el pueblo Cuevas de Buracas, que lleva a un sendero impresionante y mágico.
Se trata de una ruta de 4,68 kilómetros que atraviesa un bosque repleto de dragos. Se trada una media de tres horas en recorrerlo por completo, pero sin duda merece la pena como broche final a la visita por el poblado medieval de Canarias.