El adorable pueblo canario que enamoró a Unamuno: vistas increíbles y territorios sagrados

El escritor y filósofo vasco llegó al Archipiélago para presidir un concurso de poesía en 1910 cuando tuvo la oportunidad de visitar en profundidad una de las ocho maravillas del atlántico

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Escultura de Miguel de Unamuno en el mirador de Artenara / TURISMO CANARIAS
Escultura de Miguel de Unamuno en el mirador de Artenara / TURISMO CANARIAS

Canarias tiene pueblos que enamoran. Enamoran a los turistas, a los visitantes y a los propios locales concientes de la belleza de la tierra. También grandes ilustres que han tenido la suerte de deleitarse con las Islas, como es el caso de Miguel de Unamuno. 

El escritor y filósofo vasco llegó al Archipiélago para presidir un concurso de poesía en 1910 cuando tuvo la oportunidad de visitar en profundidad una de las ocho maravillas del atlántico. Fue ahí donde se topó con el pueblo habitado más alto de la Isla y al que posteriormente dedicó unos preciosos versos de admiración: se trata de Artenara, en Gran Canaria. 

Escultura de Miguel de Unamuno en el mirador de Artenara / TURISMO CANARIAS
Escultura de Miguel de Unamuno en el mirador de Artenara / TURISMO CANARIAS 

Desde lo más alto 

Artenara es un pueblo rodeado de vegetación donde predominan los verdes. Unamuno lo llamaba "tempestad petrificada" y es que es un auténtico paraíso que permite ver lugares míticos de Gran Canaria desde las alturas, como el Parque Natural Pinar de Tamadaba o el Roque Bentayga, un espacio que los ancestros consideraban sagrado.

El Barranco Grande o también conocido como Barranco de Tejeda se puede ver a la perfección desde el mirador del pueblo, en el que también se puede ver las casas cueva típicas de las zonas rurales de Canarias. En Artenara se organizan a menudo caminatas con guias por sus magníficos senderos. Si todavía no te convence el destino atiende a las recomendaciones de Unamuno, personaje que ha quedado plasmado para la posteridad con la estatua que lo homenajea en el mirador. 

“Los que al cruzar el Atlántico os detengáis un momento en este mesón puesto en una encrucijada de camino de los pueblos, no dejéis de echar pie a tierra en él y si disponéis de tiempo internaos en la Isla. No perderéis el tiempo. Os lo aseguro”.“Todas aquellas negras murallas de la gran caldera, con sus crestas que parecen almenadas, con sus roques enhiestos, ofrecen el aspecto de una visión dantesca. Es una tremenda tempestad petrificada, una tempestad de fuego, de lava, más que de agua”, dejó por escrito el célebre filósofo y novelista. 

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