Investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Laguna desarrollan un proyecto de investigación sobre las variables psicoambientales implicadas en la conducta de las personas ante el maltrato animal, de manera que se puedan realizar programas de intervención eficaces para su control y prevención.
El equipo de investigación está formado por Ana María Martín, Bernardo Hernández, Cristina Ruiz, Stephany Hess, Christian Rosales, Andrea Vera y Helena Cortina y el proyecto está financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
Delito ecológico
La investigadora principal, la catedrática de Psicología Social de la Universidad de La Laguna, Ana María Martín, explica en una entrevista a EFE que el objetivo es estudiar el maltrato animal como un delito ecológico, desde la perspectiva de la psicología ambiental y de la psicología jurídica.
Su relevancia radica en que se abordan cuestiones sin resolver en investigaciones previas llevadas a cabo desde distintas disciplinas, pues desde la criminología se suele estudiar el maltrato animal en relación a la caza furtiva y el tráfico de especies protegidas, pero no a los animales domésticos y a los que se cría para el uso o consumo humano.
Y desde la psicología hasta ahora se ha estudiado el maltrato animal como una psicopatología, un marcador o un correlato de otras formas de violencia, pero no como una conducta objeto de interés en sí misma.
Reaccionar
Por ello uno de los objetivos de la línea de investigación de este equipo de psicólogos ambientales y jurídicos ha sido profundizar no sólo en cuáles son los factores que influyen en que las personas incumplan las leyes medioambientales, sino en que reaccionen frente a los transgresores, denuncien las transgresiones y colaboren para controlarlas y prevenirlas.
“Estudiando previamente determinados tipos de delito ecológicos nos dimos cuenta de que, cuando la infracción implicaba hacer daño a un animal, la indignación de las personas era mucho mayor y, coincidiendo con la modificación legislativa que a partir de 2021 hizo que se pasara de considerar a los animales como cosas o propiedades a considerarlos seres sintientes, decidimos centrarnos exclusivamente en el maltrato de distintos tipos de animal", detalla la catedrática.
Se han diseñado cuatro estudios para analizar cómo influyen en esta reacción las normas personales y sociales, la percepción de la legitimidad de la ley y de la autoridad que la aplica, la identidad y la motivación proambiental, así como la actitud hacia los animales, además del papel que desempeña el género en las relaciones estudiadas.
Entender por qué
El enfoque no es tanto estudiar a los maltratadores buscando en ellos psicopatologías sino entender por qué, en determinadas circunstancias, cualquier persona puede maltratar o permitir que se maltrate a los animales.
"No nos interesan los casos de zoofilia, de psicopatía o de crueldad extrema (que son minoritarios en nuestra sociedad), sino las conductas que causan daño a los animales y son más o menos aceptadas socialmente. Queremos saber cómo perciben el maltrato animal las personas de distinto género, edad y zona de residencia y cómo reaccionan cuando se encuentran con un caso de este tipo", agrega.
Precisa también la investigadora que lo que es maltrato no se define social y culturalmente en términos absolutos, pues una misma forma de hacer daño a un animal puede ser considerada maltrato dependiendo del animal, del contexto y del momento en el que se produce.
Uso de los animales
Esto es especialmente relevante en el caso de los animales cuyo uso está social y legalmente aceptado, como los que se destinan a alimentación o la experimentación farmacológica o cosmética.
Hasta hace poco, la vida de estos animales se subordinaba siempre al beneficio de las personas, aunque ello supusiera un coste para su bienestar o incluso la pérdida de sus vidas.
Esta arbitrariedad en la percepción de lo que es maltrato hace que se produzcan paradojas "como que acariciemos a un animal doméstico y nos comamos a uno destinado al consumo o que no nos importe que se envenene a un lagarto, pero nos indigne que se dispare a un cernícalo, aunque los dos sean especies protegidas".
Animales protegidos
En relación a estas paradojas hay un resultado curioso: "al preguntar a las personas en qué animal habían pensado cuando le hablamos de “animales protegidos” nos dijeron que, en perros o gatos, no en animales en peligro de extinción".
Aunque es solo una hipótesis por ahora "creemos que estas respuestas se deben a la gran visibilidad social que está teniendo la ley de bienestar animal frente a otras modificaciones legales penales más orientadas a la protección de la biodiversidad. Sabemos también que la relación con los animales que tienen las personas que viven en las ciudades es muy diferente, aunque no necesariamente mejor, que las de las zonas rurales", añade.
El equipo de investigación ha pedido al Colegio de Veterinarios de Santa Cruz de Tenerife, al Área de Gestión del Medio Natural y Seguridad del Cabildo de Tenerife y a la Viceconsejería de Lucha contra el Cambio Climático y Transición Ecológica del Gobierno de Canarias que sean observadores independientes del proyecto, para que hagan uso de los resultados que se obtengan y así desarrollar políticas que mejoren el bienestar de los animales.