Los medios de comunicación y las redes sociales no han parado de llenarse en estos dos primeros meses del año de vídeos donde varias personas llevan a cabo actividades que atentan contra espacios protegidos, como excavar en las Dunas de Maspalomas para encontrar 1.000 euros enterrados, acampar en el Teide, pasear en bicicleta por el yacimiento del Barranco de los Encantados o celebrar una rave en en la zona de Calderón Hondo en Fuerteventura.
Una situación que provoca que muchas personas y asociaciones se lleven las manos a la cabeza, como es el caso de Fénix Canarias, que en sus redes han denunciado todos estos casos. Atlántico Hoy habla con Víctor de León, biólogo de la entidad, para conocer el por qué se producen estos atentados medioambientales y si existe alguna forma de poder prevenirlos.
Razones
La primera razón que expone De León como posible explicación es la falta de conocimiento “en muchos niveles”, no solo porque “la gente realice acciones sin mala fe”, sino también al pensar que muchas de esos actos prohibidos no generan un impacto real, “como puede ser volar un dron en el Teide”.
Asimismo, el biólogo expone que es relevante tener en cuenta que el porcentaje de suelo protegido en Canarias es “inmenso”. Tanto en Gran Canaria como en Tenerife se sitúa en casi un 50% en distintas categorías de protección. Esto conduce a que personas que realizan actos en otras partes del mundo, las recreen en las Islas sin saber que la legislación “es tan minuciosa con esos detalles”.
Estas acciones no solo las cometen turistas, también los locales, que para el componente de Fénix Canarias, “no entienden por qué hay tantos espacios protegidos o no comprenden que lo que están haciendo pueda ser tan peligroso”, ya que no son “conscientes” de que “la condición geográfica del Archipiélago supone que su naturaleza sea mucho más sensible y esté muchísimo más limitada que la que podemos encontrar en otras partes de la Península”, como ocurre con el pino canario.
Modas de las redes sociales
Las redes sociales han jugado un papel en la difusión de estas acciones. ¿Pueden estar provocando un aumento de los atentados medioambientales? “Estamos en la época en la que más personas viven en Canarias, en la que más turistas vienen a visitar las islas en la historia y en la que mejor conectados estamos”, además de que “cada vez existen más leyes y restricciones para los espacios naturales protegidos, que a lo mejor no existían ni siquiera hace 50 años”.
Tanto Instagram como TikTok - redes donde suele aparecer este tipo de contenido - son “un altavoz muy potente” y “generan un efecto llamada”. “Lo que hacen es popularizarlos y que más gente quiera replicarlos, no como atentado, sino como experiencia bonita para grabar y publicarlo”. Sin embargo, para De León las redes no son el foco del problema, pues “esto siempre ha pasado”, lo que ahora “se ha detectado que es un problema de interés público al alza” y “se visibiliza más”.
Cartelería y vigilancia
Unos de los factores que pueden también conducir a que se cometan estos actos son la falta de recursos, como carteles o vigilancia, donde se percibe la falta de agentes de medio ambiente, así como el hecho de que no cuentan con “poder para parar nada”, por lo que deben delegar en Seprona, dificultando que aparezcan a tiempo si se encuentran en espacios lejanos, como es el caso del Teide.
En el caso de la cartelería, el experto en divulgación medioambiental afirma que es “más complejo de lo que parece”, ya que no se trata de llenar un espacio natural protegido de carteles o hacer un mayor esfuerzo en poner esa información en los puntos de acceso de las reservas.
A pesar de que es cierto que la cartelería “tiene un efecto disuasorio y de concienciación”, a muchas otras personas “les da igual o no están dispuestas a cumplir las normas” e, incluso, optan por arrancar los postes informativos, como ocurrió en Lanzarote.
Información más allá de la prohibición
Por ello, el planteamiento de De León se centra en dar la vuelta a los rótulos habituales y crear carteles asertivos que no hablen de las restricciones, sino el por qué de ellas. Como en el Parque natural de la Albufera, en Valencia, - pone de ejemplo el biólogo - donde en lugar de señalar ‘prohibido el paso’, indican ‘época de cría del chorlitejo patinegro, por favor, no pasar’. Se trata de “ganarse un poquito a la gente para ponerla de tu parte”, aportar más información más allá de la prohibición.
Igual propone que se haga con la educación ambiental, desde la empatización y buena comunicación para evitar excusas o justificaciones para esas infracciones como qué impacto real tienen que pongan música alta en un espacio o valor un dron si no hay ningún pájaro. Y que esa educación llegue a los turistas incluso desde los propios alojamientos, ofreciendo información en los hoteles sobre el cuidado de los espacios.
Ecotasa
Surge así otro punto relevante de esta problemática, la educación y la prohibición tanto para visitantes extranjeros como para la población local, pues a pesar de que ambos llegan a cometer infracciones, el trato ante ellas es distinto, un aspecto que De León expone puede provocar un rechazo de la ciudadanía canaria al sentir que “los guiris hacen los que les da la gana” sin consecuencias al no ser multados.
El componente de Fénix Canarias resalta así la ecotasa, como medida para “cubrirse las espaldas” al cobrar un impuesto simbólico a los turistas y compensando las multas de los habitantes de las Islas y los peninsulares que las visitan.
El papel de las instituciones
Entran en juego ahí las instituciones como encargadas de establecer “normas para todo el mundo”, escuchando a los locales para que se sientan integrados al formar parte de las decisiones y prestar también un poco más de atención a la ciencia para comprender las problemáticas que han de ser atendidas, una posición que no se está viendo por parte de la política canaria, según De León.
“Creo que el mensaje un poco que hay que resaltar es que la sociedad en general está muy cansada de esta situación de estancamiento e inactividad de las instituciones frente a estos problemas”. Por ello, lo importante para el divulgador medioambiental es que se muestre esa voluntad política de que se están haciendo cosas y que se quiere conocer qué opina la población, “que alguien se está poniendo las pilas”.