Loading...

Sociedad

Las playas que perdieron los chicharreros

La transformación del litoral santacrucero propició el desarrollo de la ciudad pero a cambio privó a sus vecinos de muchos enclaves costeros populares

5 minutos

Tanto El Balneario como su playa fueron un punto de encuentro de los chicharreros durante gran parte del siglo XX./ ANTONIO BRITO CORREA.

Esta semana se cumple medio siglo desde que Las Teresitas fue inaugurada como playa artificial de arena blanca, traída desde la entonces provincia española del Sáhara Occidental en un cargamento que en total sumó 4 millones de sacos. Con esta ingente cantidad de áridos se tapizó un terreno que comprende los cerca de 1,3 km de longitud, por 70 metros de anchos, de la playa santacrucera. Bajo el influjo del desarrollismo franquista, los ingenieros Pompeyo Alonso y Miguel Pintor diseñaron este arenal que empezó a tomar forma en 1970 con la construcción de la escollera como barrera de contención, a 150 metros de la costa.

Además de un reclamo para el incipiente sector turístico, Las Teresitas se concibió como una contrapartida para la población chicharrera, que había perdido gran parte de sus accesos al mar con la expansión portuaria. Uno de los puntos más populares del litoral era la playa de Ruiz delimitada por el castillo de San Cristóbal, en la actual plaza de España, y el Castillo de San Pedro, que se alzaba aproximadamente a la altura del inicio de la calle de La Marina. Esta playa, pedregosa y de arena negra, se localizaba en el frente marítimo a la altura de la Alameda y contaba con instalaciones anexas conocidas como los Baños de Ruiz. Más allá, siguiendo la línea de la costa se encontraban otras playas ya desaparecidas como San Antonio o Los Melones.

Los Baños de Ruiz se situaban junto a la playa del mismo nombre./ MIGUEL BRAVO.

Un litoral salpicado de calas

La costa santacrucera, en cualquier caso, distaba mucho de ser un largo arenal si no que se componía de muchas calas y ensenadas, principalmente de callaos sobre arena negra. En la pleamar, a menudo las mareas del Atlántico ocultaban por completo estas playas, sometidas a la erosión de los alisios y el embate de las olas. Desde Los Llanos hasta Cueva Bermeja, empezando por los ya comentados Baños de Ruiz, pequeñas calas se desperdigaban por el litoral con denominaciones como San Antonio, La Peñita, Valleseco, El Balneario, El Bufadero o Los Pescaditos.

Pero también más allá, camino de San Andrés, en la zona de la actual Dársena Pesquera existían calas con nombres como Los Pasitos, Jagua, Playa Fea, Los Trabucos, El Becerril, Cueva Honda, El Trompeta, El RoncadorEl Capellán. En muchas de ellas se compatibilizaban las labores de pesca tradicional con el disfrute de los bañistas, así como la actividad de los astilleros y varaderos para la construcción y reparación de barcos.

Los astilleros y varaderos también formaban parte del paisaje litoral a principio del siglo XX./ REDES.

Valleseco, entre dos dársenas

A pesar de las múltiples transformaciones en la costa santacrucera a lo largo del siglo XX, la playa de Valleseco resiste casi como zona exclusiva de acceso al mar gracias a su ubicación privilegiada entre dos de las dársenas con mayor actividad del puerto: el Muelle de Ribera, destinado principalmente al tráfico de pasajeros, y el Dique del Este, donde se concentra la actividad industrial. Por este motivo recientemente de habilitó en sus inmediaciones área de El Bloque-Acapulco mientras se sigue avanzando en los trabajos para la denominada Zona de Charcos.

En cualquier caso el enclave de la playa de Valleseco también fue un escenario importante para la tradición portuaria de la ciudad. De hecho esa zona está reconocida como sitio histórico con la categoría de Bien de Interés Cultural y comprende el Conjunto de muelles, almacenes, varaderos, puente del barranco y playa de Valleseco. Desde finales del siglo XIX se instalaron en la desembocadura del barranco tanto los espigones de piedra y madera como los depósitos de carbón, que se conservan a día de hoy. 

Baño multitudinario en la playa de Ruiz./ REDES.

Carbón para proseguir el viaje

En este espacio prosperaron las empresas dedicadas a suministrar de combustible a los navíos que hacían escala en Tenerife en su ruta hacia América, África o incluso en Océano Índico. Con la invención de la maquina de vapor y la expansión de los imperios europeos, el tráfico marítimo experimentó un gran crecimiento propulsado por el uso del carbón y, en este contexto, se instalaron en esta área empresas como Cory BrothersElder Dempster o Hamilton & Co.

A raíz del auge de la navegación propulsada por carbón, la compañía de la familia Hamilton diversificó su actividad de la construcción y reparación de barcos hacia el comercio, principalmente de carbón, pero también de tomates, vinos, plátanos y papas. Por su actividad empresarial, pero sobre todo social, el miembro más ilustre de esta familia, Carlos José Rufino Hamilton, fue reconocido en el callejero de la ciudad dando nombre a la vía principal del barrio de Residencial Anaga, la calle Carlos J.R. Hamilton.

Los almacenes de carbón y el muelle de Valleseco tienen la categoría de sitio histórico, reconocido como BIC. 

La playa de El Balneario

A duras penas resiste a día de hoy el edificio de El Balneario en la carretera de San Andrés, justo al lado de la gasolinera que ha tomado prestado su nombre. Esta obra promovida por el alcalde Santiago García-Sanabria, además de sus propias instalaciones interiores, daba acceso a una playa muy popular durante gran parte del siglo XX. Según comenta Dolores Hernández, la autora del libro El Balneario de Santa Cruz y sus aledaños, fue "el lugar por antonomasia del baño de los santacruceros desde los años 30 hasta 1992, cuando cerró definitivamente sus puertas".

Imagen de piscina del balneario en funcionamiento. / Foto Benítez

"Las familias numerosas de clase proletaria de los años 50, 60 y 70 propias del franquismo encontraban en esta instalación un lugar para el ocio", señala Hernández, tanto en la piscina del propio recinto como en la playa a la que daba nombre. Desde su clausura el deterioro del edificio y del entorno han ido en aumento. La propuesta más reciente del Gobierno de Canarias comprendía la redacción de un proyecto para destinar el edificio a usos sanitarios.

Paisaje y progreso 

Sin duda la infraestructura portuaria es fundamental para Santa Cruz, hasta tal punto que la historia más reciente de la ciudad podría resumirse en la simbiosis entre puerto y urbe. Como consecuencia del trasiego portuario, la capital tinerfeña pudo crecer y prosperar al tiempo que forjaba su carácter con las idas y venidas de viajeros y mercancías. El progreso urbano debe mucho al puerto pero también son cada vez más elocuentes las voces que reclaman una ciudad más amable en su relación con el mar.

A lo largo del siglo XX el litoral experimentó cambios evidentes tanto desde el terreno como desde el aire.

Esta disyuntiva entre progreso económico y conservación del paisaje natural es aplicable extensible a otros proyectos de alto impacto que aspiran a implantarse en la Isla. Los movimientos sociales contrarios a la edificación en zonas como el Puertito de Adeje, Fonsalía o la playa de La Tejita evidencian un cambio de paradigma respecto a la idea de crecimiento ilimitado. A este respecto se pronunciaba el economista John Maynard Keynes en su obra Posible situación económica de nuestros nietos con unas palabras que, aunque no son las más adecuadas ni precisas, transmiten una visión esclarecedora.

"Por lo menos durante otros cien años debemos fingir ante nosotros mismos y ante todos que lo bello es sucio y lo sucio es bello; porque lo sucio es útil y lo bello no lo es". Lo pronunció en 1930 en una conferencia como fórmula necesaria "para salir del túnel de la necesidad económica". Pasado ese tiempo, apuntó el sabio de Cambridge, "podremos volver a algunos de los más seguros y ciertos principios de la virtud tradicional".