Desde tiempos inmemoriales Canarias ha sido puerto de paso y territorio en disputa por quienes navegaban a través del Atlántico. Desde cualquier lugar del amplio horizonte podría emerger una flota con destino en las costas del archipiélago, quien sabe si con el propósito de saquear, conquistar o, en el mejor de los casos, tan solo con fines comerciales. Sea como fuere levantar defensas en la costa era primordial para prevenir un ataque.
Por eso a lo largo de la costa podemos encontrar restos de torres defensivas como testimonio de una época distinta en la que Canarias era reacia a recibir visitantes. Siglos después aquellas construcciones que pretendía repeler a los foráneos se han convertido, paradójicamente, en reclamos turísticos. Así ocurre en la zona de Caleta de Fuste, en Fuerteventura, donde la propia construcción sirve como referencia de la popularmente conocida como Playa del Castillo.
Patrimonio histórico y núcleo turístico
Tradicionalmente fue utilizada como punto vacacional para los residentes de Puerto del Rosario, por su arena rubia y aguas tranquilas al abrigo de la bahía. Se encuentra tan solo 7 km del aeropuerto de Fuerteventura y es un punto fácilmente reconocible del litoral precisamente por la Torre de San Buenaventura del siglo XVIII, el último vestigio que queda en pie del Castillo de Fuste, catalogado como Bien de Interés Cultural.
En las últimas décadas se ha desarrollado como núcleo turístico y es zona de gran afluencia por su paseo marítimo, bordeado por restaurantes y apartamentos, que conecta con un centro comercial. Además gracias a su cercanía con el puerto deportivo es posible hacer windsurf, nadar con lobos marinos o explorar sus fondos practicando buceo.
Fortalezas canarias
El Castillo de Fuste fue erigido como fortaleza defensiva por orden del comandante general de Canarias, Andrés Bonito y Pignatelli, que encargó la obra la isla al ingeniero militar Claudio d L´Isle. Aunque actualmente no se puede visitar a su interior se accede a través una escalera de cantería sobre la que se apoya un puente levadizo con cadenas de hierro. Además llegó a albergar dos cañones de hierro, de pequeño calibre, y contaba con dotación militar.
Presenta la característica planta circular que encontramos en otras fortificaciones de Fuerteventura como el Castillo de El Cotillo, pero también en otras islas, como la Torre de San Andrés en Tenerife, la Torre del Águila en Lanzarote, o los torreones de Gando y San Pedro en Gran Canaria.