La llegada del verano trae consigo un fenómeno que, si bien no es desconocido en Canarias durante todo el año, sí se incrementa durante el periodo estival. Se trata de la proliferación de negocios ilegales en sus playas, que van desde la inmemorial venta ambulante no autorizada (¡fanta, cola, lemon, beer,...!), una actividad sobre la que durante años se hizo la vista gorda, hasta servicios sin licencia, que pueden causar graves perjuicios en caso de accidente.
El aumento del flujo de turistas ha llevado consigo un crecimento paralelo de actividades no reguladas en las playas del Archipiélago. Entre los negocios ilegales más comunes se encuentran la venta de productos falsificados (como gafas de sol, ropa de marca y relojes), así como la oferta de servicios como masajes, alquiler de sombrillas y hamacas, y venta de alimentos y bebidas, todo ello sin los permisos ni las garantías necesarias.
A estos servicios con más "tradición" se ha sumado el de los deportes acuáticos, un negocio lucrativo si se hace sin licencia.
Operadores no autorizados
En los últimos años, se ha observado un notable incremento en la presencia de operadores no autorizados que ofrecen clases, alquiler de equipos y excursiones acuáticas en las playas más populares de las Islas. Estas actividades (windsurf, kitesurf, paddle surf o buceo) se desarrollan sin los permisos exigidos por las autoridades y sin cumplir con los estándares de seguridad y calidad que se requieren en el sector.
Los riesgos asociados a estos negocios ilegales son múltiples. En primer lugar, la falta de formación adecuada por parte de los instructores no certificados puede dar lugar a accidentes, especialmente en deportes que requieren un alto nivel de habilidad y conocimiento, como el kitesurf o el buceo. Además, los equipos que se alquilan a través de estos negocios no siempre están en condiciones óptimas, lo que incrementa el peligro para los usuarios.
Por otro lado, estas actividades también pueden tener un impacto negativo en el entorno natural. La falta de regulación y control sobre estas operaciones puede llevar a un uso irresponsable del medio ambiente, con consecuencias como la alteración de ecosistemas marinos, la contaminación de las aguas y el deterioro de las playas.
Sale rentable
Pese a que la policía ha incrementado los controles y las inspecciones para detectar y sancionar a los operadores no autorizados, "multas a uno pero aparece otro, muchas veces el mismo", cuenta a este medio un policía canario que patrulla en una playa tinerfeña. "Las multas no suelen ser muy altas y a la mayoría le sale a cuenta".
Dos ejemplos recientes para ilustrarlo. Por una parte, una multa por impartir clases no autorizadas de windsurf y kitesurf en El Médano (Tenerife) de 2.000 euros. Una clase de iniciación de una hora oscila entre los 40 y los 70 euros, una clase privada puede llegar a los 120 sin ser muy exigente y el alquiler del equipo sin monitor estará por unos 50 euros. Solo teniendo dos alumnos de iniciación cada hora durante ocho será suficiente para pagar la multa en dos días. El resto es ganacia sin más control que el bolsillo de quien opera sin licencia.
Por otro lado, en Adeje, también en Tenerife, se encontraron seis patinetes, cuatro tablas de paddle y una caseta para la venta de tickets en la Playa de Troya I sin autorización, ocupando 35 metros cuadrados. Paralelamente, en Troya II había otros seis patinetes, cuatro tablas de paddle y un kiosco para la venta de tickets, ocupando 80 metros cuadrados. La multa: 1.600 euros. Una cuenta rápida permite ver que si la hora por patín/paddle surf cuesta una media de 20 euros y son diez en total, solo harán falta tres horas para pagar la multa si están todos alquilados. Un negocio muy rentable.