El teniente Pablo Llobell lleva un año en el 43 Grupo de Fuerzas Aéreas, unidad del Ejército del Aire de España. Es uno de los pilotos que llegó a Tenerife cuando se declaró el incendio forestal que calcinó casi 15.000 hectáreas de monte canario y que quedará para siempre en la mente de los tinerfeños. Unos ciudadanos que pusieron durante días su esperanza en los aviones y helicópteros que sobrevolaban sus casas y en esas personas desconocidas que dieron todo de sí para salvar algo más que una isla, un hogar. Llobell, al igual que el resto de sus compañeros, ya no serán unos extraños.
“Estoy aquí desde el primer día y las llamas eran devastadoras”, recuerda, “un incendio terrible y gigante”. Los hidroaviones de 43 Grupo cargaban en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife que, aunque se encuentra en la capital, no es conocido por ser un espacio de grandes dimensiones. “Había que cargar de manera muy precisa porque al final teníamos una grúa y una montaña”, explica el teniente que asegura que el trabajo seguía siendo cómodo, “aunque hay que estar muy atentos”.
El mayor incendio de 2023
El fuego, que ya se ha dado por estabilizado, ha afectado a una superficie de 14.624 hectáreas en un perímetro de 88 kilómetros. Esto lo convierte en el incendio de mayor magnitud de los registrados en los que va de año en toda España. Los trabajos de extinción fueron de todo menos fáciles. Tanto pilotos por el aire como los bomberos en tierra se encontraron con situaciones difíciles de sobrellevar ante este monstruo con vida propia. “En las descargas había mala visibilidad a causa del humo y tuvimos que meternos de lleno, algo que dificulta las operaciones”, asegura Llobell. A lo anterior se une la montaña, “teníamos que bajar y subir todo el rato para realizar las descargar, esto cansa mucho al cuerpo, mete fatiga y genera estrés porque es más complicado lanzar en pendientes inclinadas”.
En resumen, un megaincendio de sexta generación. Estos son aquellos de gran intensidad que llegan a alterar la dinámica de las capas altas de la atmósfera y generan vientos que pueden ser muy difíciles de modelar, por lo que es muy complicado predecir su comportamiento. Es más, el incendio forestal de Tenerife llegó a crear su propia meteorología.
Apaga y vámonos
Los pilotos de hidroaviones están nueves horas diarias luchando contra el fuego. “Normalmente, hacemos dos periodos al día. Cuatro horas y media, paramos para repostar el avión, comer y descansar una o dos horas y volvemos para estar otras cuatro horas y media”. Y, aunque Llobell asegura que su preparación les hace enfrentarse a estas situaciones con total seguridad, “sí asumimos algunos riesgos, pero siempre controlados”.
Pilotar un hidroavión es un trabajo bastante manual, “todo es a mano y a ojo, desde la carga hasta la descarga”. Este conocimiento no se encuentra en los libros, está en los compañeros que llevan más tiempo pilotando, en la propia experiencia y en el entrenamiento constante.
“Nosotros nos entrenamos para estar adaptados a todo tipo de situaciones, aunque la magnitud del incendio ha sido mucho mayor que cualquiera en los que yo haya estado”, manifiesta el teniente Llobell. “Pero no por ello hay que cortar la operación porque estamos entrenados precisamente para continuar”. Y gracias al haber continuado y no parar, el incendio de Tenerife ha quedado controlado. El agradecimiento de la población es enorme y han realizado pancartas y concentraciones para reflejarlo. “Me ha parecido increíble todo el apoyo que hemos recibido desde el principio, estoy fascinado por cómo se vuelca la sociedad aquí en Canarias, es increíble”, concluye el teniente Pablo Llobell.