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Sociedad

Lo que no queremos ver

Nada se repite aunque queramos detener el tiempo

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Un bombero trabaja en el incendio de Tenerife./ EFE - RAMÓN DE LA ROCHA

No, no es lo mismo que pasaba antes. Nada se repite aunque queramos detener el tiempo. Ni para lo bueno, ni para lo malo. Y todo camino tiene su desgaste si lo vamos transitando. Hay que cuidarlo a medida que se avanza, y también hay que ir mirando al horizonte más cercano para ver cómo se puede seguir avanzando sin darnos de bruces contra una montaña o sin caernos por un precipicio. Así se ha caminado a lo largo de la historia, y así se escribe la historia del ser humano, con grandes logros y con tremendos fracasos, pero siempre en movimiento.

Ahora mismo, nuestros pasos los miramos más en las pantallas que en las calles, pero la calle, el océano, la montaña o el bosque están donde mismo estaban, aunque ya no están como estaban antes porque nosotros lo hemos cambiado todo con nuestro alocado avance. Ahora, por lo menos, nombramos lo que quisimos ocultar durante muchos años. Ya había evidencias del cambio climático, pero siguiendo la senda de un egoísmo que se contará en nuestra historia, se pensaba que todo lo funesto aparecería cuando ya no estuviéramos por el planeta. Y así será, pero en esa previsión egoísta no tuvieron en cuenta la aceleración de los desastres. Se toman medidas, pero al mismo tiempo se mira para otro lado. Los incendios, estas noches infernales de calor que se repiten, las crecidas del océano que tenemos delante cada mes, y no sólo con las mareas del Pino, nos muestran una radiografía cercana del desastre. Duele cuando nos duele a nosotros, cuando se quema nuestra paisaje. Y las soluciones nunca pueden ser inmediatas, como no es inmediata la extinción de un incendio como el que ha habido estos días en Tenerife. Pero no sucede sólo en Tenerife. Ocurre en todo el planeta, pero aun así están los que dicen que eso ha sucedido siempre, y esos egoístas recalcitrantes saben que mienten, y lo sabemos nosotros porque esos incendios no son como los de hace quince o veinte años, no se parecen en nada y cada vez es más difícil evitarlos. Todos esos avisos nos deberían hacer cambiar, pero al final se habló del beso de ese cavernícola que también sigue existiendo por todas partes más que de las llamas, y al cavernícola, si realmente hubiéramos avanzado algo, no tendríamos que haberlo dejado llegar donde ha llegado, o tendríamos que haberlo sacado de la foto sobre la marcha. Ese sietemachos también sigue estando por todas partes para que no olvidemos, y cada vez que se se juntan el cavernícola y el negacionista, el abusador y el destrozador, se queman los árboles y se agrieta nuestra fe en un mundo mejor, ya no para nosotros, si no para los que vendrán más tarde. Nosotros, al fin y al cabo, somos cómplices de lo que está pasando.

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