Oriol Capdevila (Barcelona; 1955) es arquitecto. Desde 2000 forma parte del equipo de socios de MBM, un estudio con el que ocho años antes trabajó en el proyecto para desarrollar la Villa Olímpica de los Juegos de 1992. Con una amplia lista de trabajos en frentes marítimos repartidos por Cataluña, Italia o Brasil, la semana pasada visitó Gran Canaria para participar en el II Foro Internacional Binter | Universidad del Atlántico Medio. Su intervención, vinculada —como el resto del programa— a los grandes eventos deportivos, llevó el título La ciudad en juego: transformación y desarrollo urbanístico.
24 horas después de su intervención, atienda a este periódico en Vegueta, el núcleo fundacional de Las Palmas de Gran Canaria, la primera ciudad que proyectaron los castellanos fuera de la Península. Aquello fue en el siglo XV; ha llovido desde entonces. Es su primera visita a la Isla y, curioso, no pierde detalle de cómo la capital se ha desarrollado, a partir de un hilo conductor algo caótico, más allá de las viejas murallas que los colonizadores levantaron en el fuerte del barranco Guiniguada.
Habla con chispa y no se anda con rodeos. Ante el empeño de Gran Canaria de ser sede del Mundial 2030, no duda: el gran beneficiado de las inversiones públicas debe ser, cinco, diez, 15 o 20 años después, el ciudadano que resida en Las Palmas. Al terminar la entrevista pone rumbo a Las Canteras. Lo hace, claro, por el frente marítimo: la Avenida Marítima.
-[Pregunta] Usted participó en el desarrollo urbanístico de Barcelona de cara a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Obviamente, un Mundial de fútbol no es lo mismo. En unos Juegos la ciudad es el centro de todo el evento deportivo y en una Copa del Mundo un lugar como Las Palmas igual acoge tres partidos. ¿Cómo se puede aprovechar, si tenemos en cuenta que por ejemplo habrá que invertir 100 millones de euros en remodelar el estadio, una inversión así para que quede algo más allá que el mero recuerdo del torneo?
-[Respuesa] Lo que sucedió en Barcelona no pasa en todas partes. Estos grandes eventos, al final, no son otra cosa que mover mucho dinero de inversiones, de dinero público. Sin embargo no se deben enfocar como una oportunidad para dar solamente respuesta a las exigencias concretas del Mundial, en este caso, o de los Juegos. Es la gran oportunidad para poder hacer de la necesidad una oportunidad. Hay que analizar muy bien y tener muy claro cuáles son las necesidades del territorio —dentro de su escala—, ya sea a nivel de infraestructuras o a nivel de ejecución de instalaciones propias para este evento. Pero, sobre todo, hay que pensar en elementos permanentes, elementos que ayuden a mejorar la calidad de vida del habitante del territorio, que al final será el que salga beneficiado o perjudicado de todo esto. El que venga como espectador al Mundial estará en la isla 10 o 15 días, disfrutará, lo verá todo fantástico y tal vez vuelva al cabo de un tiempo de vacaciones. Pero el que viva aquí debe tener el auténtico uso y disfrute de las cosas que se hagan. Si finalmente Gran Canaria forma parte del Mundial 2030, las administraciones públicas no deberían hacer una carta a los Reyes Magos, si no una lista de necesidades.
-Todo el mundo habla de la transformación de Barcelona con los Juegos de 1992. La ciudad se reconcilió con el mar…
-Bueno, ese proceso empezó un poco antes.
-A nivel internacional la puso en el mapa. Es la ciudad más visitada, con diferencia, de España. Pero ese proceso, a la larga, también se ha convertido en una condena. Los vecinos se quejan del turismo de masas y de la transformación que ha vivido el centro en los últimos 30 años.
-Esa es la pequeña o gran agonía del éxito. Lo que sucede es que el éxito se acaba transformando en dinero, en ganar dinero, en idear cómo ganar muchos millones de euros. La visión especulativa que toca el dinero se aprovecha de esa situación. En lugar de mejorar la calidad de vida de todos, sólo ganan unos pocos. Y, además, tenemos una administración pública que da un poco de asco, porque es demasiado amiga del rico, por más que se llamen PSOE, por más que se llamen Comuns, por más que se llamen Sumar. Deberían ser más amigos de los necesitados.
-Hablemos de servicios, de transporte urbano. Lo digo porque las condiciones que exige la FIFA para ser sede del Mundial son leoninas. Básicamente piden que se les entreguen las llaves de la ciudad para hacer y deshacer a su antojo. Para desarrollar esa idea que comentaba antes, de no hacer una carta a los Reyes Magos, si no una lista de necesidades, ¿cómo se consigue ese equilibrio?
-De manera inteligente, apostando por proyectos que reviertan a la sociedad. Hablamos de transporte. Para los días de partido, la exigencia de la FIFA se puede resolver con empresas privadas. A ellos tanto le da. Pero el esfuerzo de la administración debería pasar por resolver el sistema de transporte público de la ciudad. ¿Por qué? Porque va en beneficio del ciudadano, del turista, de todos. Si está bien hecho, lo público está el servicio de la mayoría. Lo público no está para traer una recuperación económica. En el foro, un compañero suyo de Radio Televisión Española apuntaba que a la empresa le costaba dinero retransmitir este tipo de eventos. Pero la clave está en su consideración pública. No es una empresa privada que tiene como principal objetivo ganar dinero, el objetivo de una televisión pública es la buena información porque repercute en el ciudadano. Con las infraestructuras públicas pasa lo mismo. Deben ir en beneficio del ciudadano, más allá de la duración del evento deportivo.
-Semanas después de la finalización de un gran evento deportivo se suelen publicar informes sobre su impacto económico en la ciudad y a mí siempre me da por sospechar de los números que se presentan. ¿Es realmente así, repercute en la ciudad?
-Bien gestionado, sí.
-En Gijón, para el Mundial 2030, por ejemplo el ayuntamiento se ha retirado de la carrera porque no ve precisamente ese impacto económico para la ciudad. Esa, al menos, es la excusa pública. Sin embargo, el promotor privado, el Sporting, presiona para no perder la oportunidad.
-Habrán hecho sus números y no lo verán... Gijón está a un nivel de ciudad que puede ser que no le interese ser sede del Mundial. O tal vez han hecho números y tienen que hacer más cosas de las que le tocaba en un principio y no ven el beneficio. En este tipo de decisiones, si ves que tienes que asumir costes que no te sirven hay que retirarse. La repercusión económica siempre debe estar bien hecha y planteada. No es lo mismo plantearlo en una ciudad como Barcelona, con un presupuesto de 3.000 millones de euros al año, que en Las Palmas de Gran Canaria. Como no es lo mismo negociar con Inditex, que con una empresa pequeña de confección. Todo tiene sus pros y sus contras. La realidad de los grandes números son los que llegan al ciudadano. Habría que hacer un contraste sobre lo que llega realmente al ciudadano, al margen de los grandes números.
-¿Y cómo se hace eso?
-Siempre pensando en el ciudadanos, pensando en el desarrollo del propio del territorio. Analizando cómo puedo mejorar lo que ya tengo, cómo lo puedo hacer más eficaz, cómo lo puedo desarrollar con una visión más de futuro, cómo lo puedo hacer más inteligente y más sostenible, cómo puedo plantear la ciudad de cara al futuro a partir de una serie de sistemas que ya existen. Si la queremos con más turistas o con menos turistas; si la queremos con más coches o con menos coches; si queremos potenciar el transporte público en beneficio de que hayan menos coches en el camino… Hay muchas estrategias para poder hacer. Si diseñamos una ciudad cómoda para los peatones, la gente andará. El futuro va por aquí, ver la ciudad un poco diferente a lo que era hace unos años. Antes la llenábamos de coches, de comercios… Y ahora el objetivo es que tengan menos coches, que sean menos contaminantes, que la gente se mueva mejor. ¿Por qué?
-¿Por qué?
-Porque nos lo están diciendo nuestro hijos. Nuestros hijos ya no quieren coches. La clave es preguntarse qué modelo de ciudad nos gustaría tener.
-¿Qué lecciones de Barcelona 92 se pueden importar?
-De entrada pasa por hacer un análisis muy bien hecho, al margen del evento, de qué modelo de ciudad queremos, cómo queremos que se mueva esta ciudad, cuáles son las inversiones que harían falta, las cosas que se deberían hacer. Y ver si verdaderamente lo que propone este evento puede resolver todo o una parte de estas necesidades. No se puede tener un evento, durante 15 días, para que algunos ganen una pasta tremenda y todo desaparezca después. Hago algo y después digo “esto, una parte del estadio o un campo de entrenamiento, no me sirve y lo tengo que derribar”. Al margen del evento, tengo que saber a dónde quiero que vaya mi ciudad. Y eso deben decidirlo los políticos. Nadie más. Ayudados por quien haga falta. No basta con un urbanista, aunque sea un mago. Que cuenten con politólogos, economistas, agrónomos, biólogos… Sin olvidarnos de la tecnología, que nos supera y que está presente. Ahora se ha puesto de moda decir que todas las ciudades deben ser smart cities. ¡Pero si una ciudad siempre ha sido smart city! Lo que pasa es que ahora todo es tan rápido que parece obligado que deban serlo cuando siempre han sido smart cities. Hace falta que cada uno de nosotros, a los que le toque participar, sea parte de los instrumentos para hacer mejor la ciudad.
-Barcelona corre riesgo de acabar devorada por ese éxito de los Juegos Olímpicos de 1992. Se puso en el escaparate y el turismo arrasa con todo. En Canarias pasa algo similar. El alquiler vacacional y el turismo de masas condicionan para mal el día a día de mucha gente. En 2023 visitaron las Islas 14 millones de turistas, pero todos los índices de bienestar social en el Archipiélago están por debajo de la media nacional y la gente empieza a hartarse, a perder la esperanza y preguntarse dónde está ese dinero.
-El problema es que hay una especulación grandísima, que toda esta vorágine la marca el sistema económico especulativo. Es decir, hoy en día lo importante no es producir para ganar dinero, si no especular para ganar dinero. Ganar sin trabajar. Eso está pasando. Entonces ya se ve algo que no funciona. Se debe crear una mesa de trabajo social importante, donde todos puedan poner esto patas arriba y decir, si en las Islas entra tanta gente, que todos los días come, que todos los días consume servicios y territorio y que genera unos beneficios, por qué no se le sube el sueldo al camarero, por qué no se le sube el sueldo al cocinero, por qué no se le sube el sueldo a la camarera de piso. Porque cuando el turismo baja un 20%, para hacer un ERE y que salte el 50% de la plantilla no hay problema. La sociedad genera beneficios, se vio en la pandemia. ¿A dónde fueron a parar todas las ayudas?
-El capitalismo marca la pauta. ¿Queda otra que salir a la calle? En Canarias muchos ciudadanos se movilizaron el pasado 20 de abril…
-Realmente no lo sé, pero es donde la política, la sociología, deberían hacer reflexionar. Me da la impresión que en otros países, como Francia, Alemania o Inglaterra, que sufren también de la especulación, hay instrumentos que les permiten superar estos problemas. Lo que no puede ser es que sea igual de caro comprar un piso en España y en Francia, pero que el sueldo medio, no digo el salario mínimo, el promedio, sea la mitad en España que en Francia. Algo pasa. También hay algo que es incuestionable. Es un hecho social y cultural: de las economías ricas de Europa somos la última democracia que se ha incorporado a la Unión Europea. Hemos vivido de la ley del pelotazo, somos muy jóvenes como democracia y hemos aprendido muy rápido los defectos de los otros [Risas].