Desde el 26 de junio y hasta el 8 de agosto el puerto de Santa Cruz de Tenerife acoge al Global Mercy, el mayor buque hospital civil del mundo para tares de mantenimiento y puesta a punto de las instalaciones hospitalarias flotante, a la vez que busca nuevos voluntarios que se sumen a la aventura solidaria para ser parte transformadora del cambio de vida en países africanos.
Por ello, y de la mano de la Autoridad Portuaria, han abierto en la plaza de España una carpa informativa donde, además de explicar las labores hospitalarias en distintos puntos de África, quieren atraer nuevos voluntarios para completar una plantilla rotativa que ronda los 600 tripulantes de 60 nacionalidades distintas.
Entre ellas, Rut, una tinerfeña que en el viaje inaugural del Global Mercy en 2022 ya puso su grano de arena a la causa y que repetirá en alguno de los dos buques de Naves de Esperanza.
El voluntariado de Rut
“Yo ya había estado antes en Senegal seis meses con Aldeas Infantiles, trabajando localmente, pero claro que hay un impacto. Hay gente que se mueve en sus aldeas para llegar al puerto y, de repente, entran a un barco que es blanco, lleno de blancos, todo nuevo, todo impoluto. Entonces, si nos impacta a nosotros, cuánto más a ellos, que tienen una realidad tan diferente. Es un contraste muy potente, a la vez que también trae riqueza personal”, expone Rut Martín.
Tinerfeña, de 31 años, Rut se embarcó en Global Mercy por su necesidad interna de echar una mano a esta empresa solidaria que conocía desde niña gracias a sus padres, que estaban vinculados con la organización, aunque nunca navegaron. “Ponían a disposición su furgoneta cuando el barco estaba en Tenerife, realizaban excursiones o invitaban a gente a casa, por lo que crecí con gente multicultural en casa”, recuerda.
Un sueño cumplido
“Siempre dije que tenía el sueño de montarme a bordo, solo que la vida pasa y luego ya cuando tenemos trabajo y demás se hace más complicado, pero llegó la oportunidad en 2022 y me dije que esto no lo puedo dejar pasar más, así que me fui a bordo por tres meses”, detalla Rut, profesional de la pedagogía y educadora en Aldeas Infantiles, aunque no fue a ejercer como tal en el Global Mercy. “Yo me apunté para echar una mano en lo que hiciese falta y como el inglés lo tenía básico al final estuve en el comedor y en todo el tema de la limpieza”.
“Es intenso porque hay mucha gente a bordo y mucha gente que llevan al comedor y más cuando estábamos en Senegal, que venían equipos locales formarse”, señala Rut. “Era muy emocionante entender que detrás de cada plato había vidas que se están formando en medicina, o los propios cirujanos y toda la tripulación. Al final, todo el mundo pasaba por ahí y me pareció muy emocionante y de mucho enriquecimiento”, agrega.
Al detalle
La voluntaria tinerfeña destaca que se va al detalle con cada persona y se cuida mucho que vaya con la familia. El respeto y la ternura son prioridades para con los visitantes del barco, un aspecto que en otros contextos sociales no se ve. “Me impactó un montón y, sobre todo, el cómo les hacen partícipe de todo su proceso de restauración. Luego, ver como todos los equipos celebran cada logro.
Asimismo, Rut explica que podía bajar a la salida de los pacientes, conocerlos y estar allí compartiendo momentos. “Realmente te quedas marcado. Está todo muy cuidado, desde un amor profundo, es algo muy humano”, apunta nostálgica.
Formación local que salva vidas
Cuenta Rut que en aquel viaje inaugural del Global Mercy no hubo cirugías, sino que se centraron en la formación, algo que valora con claridad. “La formación para mí es súper importante y esa visión que tiene Mercy Ships de trabajar en lo local y formar a la gente local para que no sea necesario el barco… Ese plan a largo plazo que tienen es súper importante”, reconoce.
Tal es así que relata una historia impactante de una enfermera con la que generó un vínculo importante. “Aprendió una técnica para hacer frente a complicaciones en el nacimiento de un bebé. Luego nos enteramos de que esa misma semana salvó la vida de un bebé gracias a este aprendizaje”.
El deseo de volver
Una vez vivida esa experiencia en la que estuvo a bordo del Global Mercy tres meses -un mes en Senegal y el resto a bordo en los trayectos y en puerto-, la necesidad de regresar no se la quita nadie. Ni siquiera su próximo proyecto familiar. "Los tres meses estuve sola, pero ahora me caso y desde que estemos casados ya nos planteamos poder volver. Desde que tengamos la oportunidad, estoy convencida que al menos dos semanitas nos vamos los dos".
El voluntariado de Ángela
Otra de esas personas que no dudar en ofrecer su corazón y conocimientos profesionales a cambio de nada fue Ángela, natural de Alemania, pero que lleva 32 años viviendo en El Hierro -como anécdota, cuando vino a vivir a Canarias, Rut no había nacido-.
Técnico de laboratorio de profesión, Ángela, de 65 años, postuló tanto para su especialidad como para enfermera pues también podía ejercer. Y en un barco hospital las puertas las tendrá abierta siempre.
Con champú y en toalla
“Fue por casualidad”, avanza sobre el fantástico momento en el que conoció el proyecto. “Fue un documental que emitió La 2 en 2017 que se llamaba El barco de los cirujanos. Yo estaba en la ducha y vi de reojo que iba sobre un barco que va África a ayudar. Esto me interesaba y salí de la lucha corriendo con champú y la toalla y me planté en el sofá a ver el documental. Dije que esto es lo mío”, expone antes de confirmar las razones de por qué era lo suyo. “Ya sabes lo que pasa aquí con los cayucos. Trabajo en el hospital de Valverde y todos los días llegan personas de algún cayuco, los atiendes y ves las miserias. Yo estaba pensando un poco que qué puedo hacer para ayudar y cuando vi el documental en la tele lo vi”.
Impacto
Finalmente, por los retrasos derivados de la crisis de la COVID -el Global Mercy estuvo amarrado un año en el puerto de granadilla- el primer viaje de Ángela se dio finalmente el año pasado a Senegal. “Me impactó un montón, me ha cambiado un montón. Tengo una frase que a la gente les gusta mucho porque, claro, los voluntarios pagan todo hasta llegar al barco, tuve que pedir una excedencia en el trabajo y la gente no lo entiende muy bien y me dicen que cómo puedo gastarme todos mis ahorros. Yo siempre les contesto con la misma frase: “me ha enseñado humildad y gratitud”, comparte reflexiva.
“Ves cosas que te cambian, que te impactan y, para mí, a positivo. Habrá gente que no aguanta la presión y se derrumba con los casos que ven, pero yo he sacado de cada caso y de cada reto profesional beneficio para mí. Me ha enriquecido”, añade.
Amor platónico
Se podría decir que Ángela está enamorada del proyecto de Mercy Ships y se entiende en cada frase que esboza. “Es un mundo de tantos contactos, tantos abrazos, tanto cariño, tanto amor, tanto aprendizaje... Te llena tanto que cuando llegas a casa necesitas por lo menos una semana para aterrizar”, apunta. “Yo creo que los voluntarios cuando regresan están como fuera de su lugar, porque se han involucrado tanto en el barco que después necesitan tiempo de adaptación”, aclara.
De hecho, confiesa casos de voluntarios que a veces no han aguantado la presión y se han derrumbado ante casos muy específicos y de historias muy duras. “Pero te digo, aquí en El Hierro estamos tan curtidos, tan cansados y quemados de atender a la gente llega en cayucos que yo creo que peores cosas no nos pueden pasar”, sentencia.
Más allá de las cirujías
Por último, Ángela hace referencia a la experiencia en sí, más allá de poder ayudar a las personas y poniendo el foco también en la formación. “Se deja conocimiento. Es mucho más ese impacto que el quitar un tumor y poner las imágenes espectaculares. A mí me parece que el barco deja un legado en un país. Deja gente formada, con un futuro y encima lo ves en primera persona”, resalta.
“Yo he cogido cariño a unos pacientes y cuando escuchas sus historias, como por ejemplo una mujer y sus hijos que estaban excluidos de su comunidad y que no tenían vida social por una deformación de uno de sus hijos o una enfermedad. Es como un estigma y cuando tú curas a esta persona, curas a la familia, curas a toda la comunidad porque ven que hay esperanza”, afirma Ángela para acabar antes de confirmar que volverá a cumplir su deseo próximamente. “El 29 de agosto me voy al África Mercy a Madagascar”.