Hay dulces tan emblemáticos que se convierten en seña de identidad de un pueblo. Muchas veces proviene de un recuerdo, a menudo de una infancia compartida con amigos cualquier día de un verano remoto en aquellos años que la artesanía aún predominaba sobre la industria. Bien amasada con harina, levadura, anís y huevos, toda esta nostalgia se dispone en forma de circular, se fríe y se baña en almíbar de azúcar. Y así la delicia está servida.
Por generaciones y generaciones, el rosquete tradicional viene endulzado las meriendas de los canarios con un encanto que radica en su sencillez. Una receta redonda para convencer a todos por más que siempre habrá discrepancias en los matices: ralladura de limón, de naranja o de mango. Sin importar la variedad, Icod de los Vinos - el pueblo tinerfeño que National Geographic destacó por su encanto- es sin duda uno de los lugares donde más arraigo tiene la tradición repostera.
Ya desde que uno se acerca por la calle Fray Cristóbal Oramas de este municipio norteño, el aroma sirve de carta de presentación y el nombre no deja lugar a dudas: La Rosquetería.
Dulce tradición canaria
En La Rosquetería de Icod van más allá del dulce que les ha labrado una reputación porque ofrecen otras delicias como truchas de batata, laguneros de cabello o pastelitos de guayabo que, dependiendo del paladar, son incluso más apreciadas que el propio rosquete.
A día de hoy la segunda generación regenta este popular negocio en todo la vertiente norte de Tenerife, que se ha convertido en punto de encuentro tanto para la clientela de toda la vida como para quienes pasan el día de visita y quieren terminar la excursión de la forma más dulce o, mejor aún, llevarse un paquete para casa o de regalo para algún familiar o amigo.
Volcánico y encantador
Con estos dos adjetivos describió National Geographic a algunos de los pueblos canarios más bonitos como Valle Gran Rey, Tejeda, Betancuria, Teguise, Haría o, por supuesto, Icod de los Vinos. Con el drago milenario como guardián, esta pequeña localidad se configura en torno a la iglesia de San Marcos, las plazas de Lorenzo Cáceres y de la Pila y el convento de San Francisco.
Además de regalar a los ojos la belleza de sus callejuelas y arquitectura tradicional, Icod puede ofrecer también una experiencia única al paladar. Varios restaurantes ofrecen platos típicos, entre los que destacan el condumio de conejo con papas y, de postre, como no podía ser de otra forma, rosquetes.