La Tienda cierra y si usted no brindó por la Navidad un 23 de diciembre, no celebró el Año Nuevo la víspera de una Nochevieja, no arrancó una noche de Carnaval o no jugó al futbolín en ese bar es que ha estado fuera de órbita en la noche de Las Palmas de Gran Canaria durante los últimos 40 años.
Inaugurado en 1982, con los hermanos Paco y Alfredo al mando durante cuatro décadas, La Tienda se ha convertido en una especie de templo con parroquia fiel a lo largo de todo estos años. Abierto de 9 de la noche a 2 de la madrugada, allí se podía disfrutar de un partido de fútbol –las retransmisiones televisivas era uno de los atractivos de su oferta–, de buenas conversaciones con el inquilino de la barra o unos chorizos a la plancha reparadores a altas horas.
Tiempos de postureo
En La Tienda, en la calle Isla de Cuba –punto mítico en la zona puerto–, no había lugar para la farsa. En tiempos de Instagram, Tik Tok, influencers y hashtags para alimentar el postureo, allí había pura verdad: buenos tragos –los de toda la vida–, buen palique, futbolín, billar y dardos, aperitivos para animar el consumo de birras y platos salvavidas para afrontar una noche de fiesta.
Así son los tiempos que toca vivir: se multiplican como hongos los los clubes que se replican en cualquier lugar del mundo, con sus canciones horteras y machaconas, sus cócteles insulsos y sus letreros con mensajes ridículos de Mr. Wonderful, pero cierran los antros que ahogan tu sed. Algo falla en esta ciudad. Y en este mundo.