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Sociedad

Tres maneras de descansar eternamente bajo el suelo de La Laguna

Las tipologías de enterramientos hallados en el casco histórico evidencian que las diferencias entre estamentos sociales perduraban incluso después de la muerte

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Escaleras de acceso de la cripta del antiguo Convento de San Agustín, lugar construido para el descanso de los monjes en el que también se encontraron restos de miembros de familias ilustres como los Salazar./ AYUNTAMIENTO LA LAGUNA.

Mausoleos o fosas, criptas o sepulturas, ataúdes o túmulos. A lo largo de la historia, la sepultura ha sido un símbolo de estamento social, una estrategia para esquivar el olvido, sobre todo entre los difuntos más ilustres. Aunque no sean muy numerosos, los enterramientos hallados en el casco histórico de La Laguna nos aproximan a una jerarquía social que abarca desde nobles ataúdes en lugares sagrados, modestas fosas funerarias o restos mezclados con las arenas del paso del tiempo.

El emplazamiento de las tumbas, sea en edificios emblemáticos o en zonas menos significativas de la urbe; así como la forma de inhumación, bien en ataúdes o directamente en tierra, ofrecen pistas para trazar el perfil de los restos mortales. En La Laguna los enterramientos han sido encontrados principalmente a raíz de obras o reformas en edificios en las que afloran restos humanos. A partir de ahí, la labor de los arqueólogos interrumpe el descanso de los difuntos, aunque a cambio les rescata del olvido y recupera parte del pasado colectivo estudiando cada individuo, desde el anónimo hasta el de insigne apellido. 

Interior de la Iglesia de la Concepción, donde se encontraron los restos de la familia Casabuena./

Con el apoyo de fuentes documentales se ha podido determinar que algunos de estos restos pertenecían a familias como los Casabuena o los Salazar, en una primera categoría correspondiente a las clases más poderosas que ostentaban el privilegio de descansar en sarcófagos ubicados en capillas o criptas. En segundo lugar, como miembros de un escalafón social intermedio podríamos situar a quienes, a pesar de estar enterrados sin ataúd o caja, fueron hallados en lugares significados de la ciudad como la Ermita de San Miguel. Por último, pertenecen al estrato social más bajo los restos mortales encontrados en fosas, a menudo mezclados en el material de relleno, sin apenas atisbo de consideración ni en la técnica funeraria ni en el emplazamiento de los cuerpos.

La Concepción y San Agustín 

Una de los enterramientos más prominentes se localiza en la Capilla de San Bartolomé de la Iglesia de La Concepción en un espacio funerario que albergaba 10 enterramientos y fue utilizado desde el siglo XVIII hasta 1808, según indica el historiador y arqueólogo Sergio Luengo. Los restos encontrados se corresponden en su mayoría a nobles de la familia Casabuena, linaje al que pertenecieron varios jueces de Indias, que se encargaban de controlar el tráfico comercial entre Canarias y América. Durante la exhumación de los cadáveres se localizaron restos de tejido, como partes de una casaca militar, de un fajín, de un pantalón y de un hábito, así como diversos tipos de botones y alfileres. El análisis documental permitió determinar que tres de los cuerpos hallados pertenecían a Don Bartolomé Benítez de Ponte Lugo y Casabuena (1808), Doña Juana de Casabuena y Guerra (1795) y Doña Antonia de Rivas (1799). 

En el Convento de San Agustín descansaban los restos de algunos miembros de la familia Salazar./

En 1993, durante las obras de restauración del Convento de San Agustín, se produjo otro hallazgo de enterramiento de alta estirpe en la cripta del edificio. "El nivel de conservación de los cuerpos es bueno porque se encontraban en sarcófagos de madera bien conservados y el hecho de estar protegidos en una estancia y no enterrados hace que el nivel de conservación sea mejor", señala Luengo. Tal y como refleja la Guía Arqueológica-Patrimonial de La Laguna se distinguieron restos de siete individuos diferentes y pudo determinarse la identidad de dos miembros de la familia Salazar de Frías, que había adquirido la cripta a finales del siglo XVII. Concretamente se trataba de Don Cristóbal de Frías (1744) y Don Ventura Salazar de Frías, tercer Conde del Valle de Salazar (1761).

Ermita de San Miguel

En la Plaza del Adelantado se alza desde el siglo XVI la Ermita de San Miguel y, si bordeamos el edificio de camino a la entrada de los juzgados, descubrimos un enterramiento donde se hallaron cinco individuos, tres mujeres y dos hombres. A pesar de encontrarse en la parte trasera de una ermita, los cuerpos se encontraron enterrados sin ningún tipo de caja fúnebre, y fueron datados en la segunda mitad del siglo XVII, concretamente entre 1752 y 1758. "No serían de un escalafón social muy alto porque presentan signos evidentes de artrosis en las manos, por lo que suponemos que trabajaron duro y no eran de alta alcurnia", comenta el arqueólogo. 

Enterramiento en la trasera de la ermita de San Miguel, antes de ser tapado y musealizado./ Ayuntamiento LL.

El reducido tamaño de las fosas se corresponde con "el estándar de la época" ya que los cinco cuerpos eran de una altura aproximada de metro y medio. "Presentan lesiones en extremidades y enfermedades dentales como caries y sarro, con dientes bastantes desgastados, por lo que seguramente tendrían una alimentación ruda", señala Luengo conjeturando sobre su dieta. Además apunta que en las excavaciones se encontraron también ceutís, monedas "de curso corriente, bastante comunes" así como otros materiales. Aún así la hipótesis más aceptada es que correspondieran a restos de una escombrera de donde se extrajo material de relleno, en lugar de haber sido enterrados a propósito con esos enseres, como ocurría en ocasiones en las tumbas de alto abolengo.

Al pie de la catedral

A la última de estas tres categorías se corresponden los restos humanos que afloraron en el yacimiento más reciente de la ciudad, ubicado en la Plaza de la Catedral, donde se trabajó hasta 2018. En este yacimiento pudo constatarse, por las características morfológicas y métricas, que el cuerpo encontrado pertenecía a una joven que falleció entre los 18 y 25 años. A pesar de su edad, esta joven denominada de manera no oficial Margarita es reconocida como una de las primeras laguneras que tenemos constancia, dado que las prueba del carbono 14 permitió datarla en torno al primer tercio del siglo XVI.

Cartel explicativo en la intervención arqueológica de la Plaza de la Catedral./ Ayuntamiento de La Laguna.

En cualquier caso, ciertas hipótesis formuladas a partir de la presencia de restos de sillar encontrados en la excavación plantean que el cuerpo de la joven pudo ubicarse originalmente en la primitiva ermita de Los Remedios. Posteriormente aparecieron nuevas evidencias óseas que, aunque se encontraban en peor estado y muy alteradas, parecen confirmar la presencia de otro individuo más, robusto y de mayor edad, probablemente un hombre.

"El cuerpo de Margarita se encontró en una fosa muy deteriorada por la humedad, poco elaborada y muy antigua, que había quedado sepultada. La mujer estaba en una fosa y el hombre en el contexto del revuelto, en el nivel de preparación, es decir, la tierra que se trae para nivelar el suelo antes de construir un edificio o una calzada", comenta Luengo. En este lugar se localizan los restos más antiguos que se han encontrado desde la fundación de la ciudad y "aunque de esa época disponemos documentación escrita, falta información sobre las personas que no están enterradas en edificios", señala el historiador.

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