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Sociedad

Khalid y Bamba, rostros de la juventud migrante: “Cuando llegué, fue como nacer de nuevo”

Los dos jóvenes han contado sus vivencias en el III Seminario de Migraciones desde la travesía, su estancia en los centros hasta el día de hoy que se encuentran trabajando

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Khalid y Bamba durante su ponencia en el III Seminario de Migraciones en Casa África / AH

Días interminables en el mar, intentos fallidos y pérdidas humanas marcaron la llegada a Canarias de Bamba y Khalid, que no se imaginaban que, una vez en tierra firme, el reto apenas comenzaba. Idiomas desconocidos, normas estrictas y la necesidad de adaptarse a una nueva cultura fue lo que se encontraron siendo todavía menores. 

Ahora, después de varios años en el Archipiélago, los dos muchachos comparten sus vivencias como ‘Rostros de la Juventud Migrante’, en el marco del III Seminario de Migraciones celebrado en Casa África, contando todo lo que supuso la búsqueda de un futuro mejor desde la travesía, su estancia en los centros hasta el día de hoy que se encuentran trabajando. 

En busca de un futuro mejor

Bamba, de 25 años, llegó hace seis años a Canarias desde Senegal. La primera vez que pensó en subirse a una patera tenía 11 años: “Mi tío vivía en España y lo veía muy bien. Pensé por qué no me iba y así tener un futuro mejor”. Estudió hasta sacarse Bachillerato, pero llegó un momento en el que tuvo que dejar de estudiar para ayudar a su padre en la pesca. 

En su pueblo natal, la pesca es el sustento principal; sin embargo, “cada vez la cosa va peor porque el gobierno ha vendido nuestro mar”. Los jóvenes senegaleses se encuentran con un panorama desolador entre la pérdida de la pesca y las dificultades del mercado laboral. “Es por eso que decidimos marcharnos”, afirma. 

Dificultades 

Su travesía estuvo marcada por múltiples intentos fallidos y una dura lucha contra las inclemencias del mar. "La primera vez no lo logramos; estuvimos ocho días en el mar, pero las condiciones nos obligaron a regresar. La segunda, la policía de Gambia nos detuvo. A la tercera va la vencida”, relata el joven. 

Llegó a Arguineguín (Gran Canaria) y pronto lo trasladaron a Tenerife. Tras hacerle las pruebas y ver que era menor, acabó en un centro donde se enfrentó a la barrera del idioma y la soledad. “Era el único senegalés, los demás eran marroquíes. No podía comunicarme, me sentía solo. Me prometí que en seis meses aprendería español, y lo conseguí”.

Oportunidades

Ese afán por aprender y salir adelante le llevó incluso a hacer una formación por la mañana y otra por la tarde. “Me apuntaba a todas las oportunidades que me ofrecían. Todo para mi futuro”, asegura Bamba, que terminó formándose en cocina y llegó a trabajar como educador en centros de menores migrantes por su experiencia y conocimiento de idiomas. 

Hoy, Bamba trabaja como intérprete los fines de semana y entre semana en una platanera. Su objetivo es convertirse en policía, aunque también sueña con abrir un restaurante que combine la gastronomía africana y canaria. “Desde pequeño he tenido sueños, y no dejaré de luchar por ellos”.

Salir adelante

Khalid, de 19 años, llegó hace tres años desde Marruecos. A los 17, se enfrentó a un nuevo mundo distinto al suyo y a un idioma desconocido. "Fue como volver a nacer. Tenía poco tiempo para aprender español y estudiar antes de cumplir la mayoría de edad y salir del sistema", explica. 

Tras abandonar su deseo inicial de estudiar mecánica por las limitaciones de tiempo, Khalid encontró en un curso de camarero una oportunidad inesperada. “Nunca pensé que terminaría siendo camarero, pero lo aproveché”. 

Ahora, el joven trabaja en un restaurante donde es valorado por sus compañeros y jefes. Vive en un piso compartido y lucha contra los prejuicios que enfrentan los migrantes al buscar vivienda. "Hay mucha desconfianza, pero muchos como yo solo queremos salir adelante y ayudar a nuestras familias".

Con su experiencia, Khalid ahora aspira a ser educador en un centro de menores. "Sé lo que es llegar aquí siendo joven, sin conocer nada. Quiero ayudar a otros”. 

Sin vías seguras

Ambos jóvenes coinciden en que la travesía migratoria es más difícil de lo que se imagina. "Si alguien quiere venir, le diría que lo haga bien. No es fácil, pero hay que tener paciencia y luchar por lo que se quiere", indica Bamba. 

El hermano menor de Khalid le ha contado sus intenciones de subirse también a una patera como hizo él, pero el joven le reitera que no lo haga. “El viaje es horrible. En mi patera murieron diez personas. Si hubiera sabido lo que viviría, me lo habría planteado”, apunta. 

No culpan a quien decide subirse a una patera como hicieron ellos. Los dos jóvenes denuncian la falta de opciones legales para migrar, siendo uno de los mayores obstáculos.  “Si abandonamos nuestra tierra, no es por tontería, sino porque no hay oportunidades. Si pudiera, habría venido en avión”, afirma Bamba.

Replantearse la realidad migratoria

Bamba y Khalid cuentan su vivencia y la de muchos otros jóvenes que llegan a las islas. Historias que ponen sobre la mesa la necesidad de reflexionar sobre las dificultades estructurales que enfrentan las personas migrantes y de replantearse la realidad actual, y no tan actual, marcada por la llegada cada vez más de menores en busca de algo mejor.