El letrado Juan Inurria lleva más de tres décadas vinculado a la Administración de Justicia, ejerciendo durante gran parte de ese tiempo como abogado y asesorando a medios de comunicación en cuestiones relativas a la expresión a la opinión y sus conflictos con el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen.
Fruto de su amplia experiencia ha escrito el libro ¿Qué me puede pasar si te llamo gilipollas?, un breviario que, en sus propias palabras, ha salido “gracias a sus enemigos” y constituye “una guía fantástica” para los que comunican y publican, hoy en día todos. Considera el abogado que en la profesión periodística se cruzan demasiadas veces líneas rojas y que hay que ser cuidadoso y muy respetuoso, puesto que “la información que se publica a veces puede causar el descrédito de una persona, con consecuencias terribles”.
La opinión es libre y a veces se opina desde los sentimientos. “Los sentimientos son de cada uno y a la hora de expresarlos se puede inconscientemente cruzar esa barrera que puede lesionar los derechos de otra persona, como puede ser el honor”.
Es por eso que no duda en afirmar que, si eres profesional de la información, lo más importante es que lo que opines y publiques esté revestido de esa capa de veracidad y, llegado el caso, pueda demostrarse. “Si no eres capaz, lo tienes complicado. Por eso recomiendo leer dos veces y escribir una, o escuchar dos veces y hablar una. Te evitas muchos problemas”.
Un breviario muy útil
Apoyado en un compendio jurídico excepcional Inurria explica en este breviario de apenas 140 páginas (“lo lees en un vuelto Tenerife-Madrid”, asegura) la trama saducea de la ley orgánica referida al honor y la intimidad y aclara que "el libro no es una oda al insulto, eso jamás. Si usas el calificativo de gilipollas sin intención y teniendo en cuenta el contexto no tiene porque acabar en los Juzgados, que están para otra cosa”.
“Sin ánimo de ofender, no hay ofensa”, argumenta, "otra cosa es que lo sientas. Los juzgados no están para tonterías porque, si no, todos los domingos después del futbol el arbitro saturaría el juzgado de guardia. Lo que está ocurriendo es que vivimos en una sociedad que tiene la piel muy fina, una sociedad de ofendiditos que da lugar a muchas tonterías”. Un ejemplo es el de los que se dedican al humor, que cada vez tienen más limitado su trabajo.
Cuestiones desconocidas
Afirma el autor que quien adquiera este libro aprenderá cuestiones que desconocía y hace a diario. Un breviario que reivindica la libertad de expresión y opinión, derecho fundamental instaurado en el artículo 20 de la Constitución y que, en muchas ocasiones, al hacerse pública, lesiona otros derechos también fundamentales como lo son el derecho al honor, a la intimidad o a la propia imagen. Le ley que regula esta cuestión data de 1982, en época de UCD, y que aun se aplica para cuestiones no existentes en aquella época como lo relativo a internet y redes sociales.
“No creo que haya que actualizar la ley”, defiende Inurria, “porque tanto el Tribunal Constitucional como el Tribunal Supremo la han desarrollado con bastante acierto a mi juicio, sentando una doctrina y jurisprudencia muy sólida. Las leyes cortas, escuetas, directas y rápidas no necesitan más porque todo lo que se legisle mucho da inseguridad jurídica”, asegura en referencia a la polémica ley del solo sí es sí.
Se refleja según sus garantías de buena ley cuando funciona, pese a que en este tiempo los usos sociales hayan cambiado enormemente. “Yo vengo de la época de la transición cuando nos costó mucho quitarnos el esparadrapo de la boca para poder opinar. Hoy en día ese esparadrapo es cada vez más amplio y más grande, camuflándolo con eso de lo políticamente correcto, y hace que seamos cada vez menos libres, silenciemos más nuestros pensamientos y hagamos lo que nos marca el rebaño”.
Tener cintura ancha
Sus más de 30 años de experiencia relacionados con la administración de justicia le han dado para mucho, y aun así reconoce que han sido muchísimas más las veces que ha aconsejado a sus clientes “tener cintura ancha” y evitar acudir a los tribunales y que dejen pasar ciertos comentarios, opiniones o publicaciones.
“Hay que dejar que todo el mundo opine, y si no te gusta no significa eso que tengas que ir al juzgado. Te puede gustar o no gustar porque la opinión de cada uno es libre e interna, muy subjetiva”.
A veces se acude con demasiada ligereza a los juzgados. “Esto está ganado, suelen pensar y algunos aconsejar. Yo les pregunto: ¿dónde han conseguido esa bola de cristal? Porque esas cuestiones son muy difíciles de saber. Tiene que ser muy grave la agresión para estar tan seguro. Esto no es soplar y hacer botellas, son procedimientos tremendamente largos en los que hay que tener paciencia y ausencia de certeza".
Defendiendo a D. José Rodríguez
Uno de sus casos más mediáticos fue aquel en el que defendió al entonces dueño del periódico El Día, José Rodríguez Ramírez, por un demanda que le interpuso el entonces expresidente del Gobierno de Canarias. Fueron tiempos en los que los editoriales y gran parte de las portadas del diario iban dirigidos al ahora presidente del CD Tenerife.
“Lo recuerdo con muchísimo cariño, como también recuerdo a mi estimado y querido amigo don José, quien quedó tremendamente satsifecho incluso con la primera sentencia, que en primera instancia se estimó parcialmente, pero después la Audiencia Provincial nos dio la razón. Después salió aquella portada fantástica a principios de 2014 y al poco tiempo Don José nos dejó”.
Asegura el letrado que recordarlo desde la distancia “es bastante romántico” pero fue una época complicada porque las demandas se multiplicaban. "Era brutal, cada día llegaban cajas con documental al despacho, por lo que hubo que currárselo mucho".
“Me guste o no es parte de mi historia y me tocó esa batalla, pero también me han tocado otras muy duras de las que no mencionaré jamás, fundamentalmente por el profundo respeto a las partes, que eso es sagrado”.
El problema de las redes
Inurria recuerda que también en redes sociales la libertad de expresión tiene límites pese a que muchos se escondan detrás del anonimato, hay situaciones en las que los comunicadores se creen que es una barra libre. En este punto no diferencia entre periodistas y comunicadores, porque hoy un grupo de WhatsApp es comunicación y es donde también se producen atentados al honor.
Por ello están surgiendo sentencias que están poniendo barreras a la impunidad en redes sociales. “Internet es fantástico y la comunicación global es una pasada, pero hay que saber donde parar”. Por ello recomienda a los lectores ser muy “cautos” con lo que comparten y opinan en redes, una problemática que le hace anticipar que sea muy posible que “este libro tenga segunda, tercera y hasta cuarta parte”.