Fernando Sabaté: “Si hacemos un recuento, las movilizaciones en Canarias han sido útiles"

El profesor e investigador en Geografía ve en la manifestación del 20 de abril un cambio en comparación con las grandes movilizaciones históricas, ya que no es un proyecto sino todo un modelo

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El profesor de la Universidad de La Laguna e investigador en Geografía Fernando Sabaté Bel.  CEDIDA
El profesor de la Universidad de La Laguna e investigador en Geografía Fernando Sabaté Bel. CEDIDA

Con numerosos estudios publicados que recogen las movilizaciones sociales en Canarias, el profesor e investigador de Geografía de la Universidad de La Laguna, Fernando Sabaté, plantea que la movilización convocada para el 20 de abril es diferente a las grandes movilizaciones históricas de las Islas. Es diferente porque al contrario de lo que sucedió con las torres de Vilaflor o el puerto de Granadilla no se pide la paralización de un proyecto, sino un cambio de un modelo turístico. Un cambio que cree necesario. 

-Pregunta: ¿La sociedad canaria tiende a movilizarse o es más apaciguada?

-Respuesta: La canaria, en la mayor parte de los temas, no es una sociedad especialmente movilizada, pensemos en temas sindicales y laborales, en el derecho a la vivienda o a una sanidad digna, la excepción a esa regla general son los temas ambientales y territoriales. Hay una constatación histórica que el tipo de movilizaciones que en Canarias, prácticamente en todas las islas, que concitan mayor participación, continuidad, creatividad son las movilizaciones que tienen que ver con la defensa del territorio. En eso nos parecemos un poco a Baleares, lo cual nos lleva a pensar que influye mucho el fenómeno de la insularidad. Si quiere desarrollo más esta cuestión. 

-Adelante.

-Esta movilización del 20 de abril es un claro ejemplo. Creo que una de las plataformas principales se llama Canarias se agota. Tiene que ver con el límite, la conciencia medioambiental tiene que ver con la conciencia de los límites, del espacio, del consumo de energía, de agua, de la capacidad de gestionar residuos o de la capacidad de carga de los territorios. Parece bastante razonable y la práctica lo confirma que si vives en un territorio insular los límites son más evidentes. Te encuentras con que el espacio es muy reducido, en el caso del litoral, tenemos buena parte del litoral del archipiélago urbanizado. 

Los territorios insulares son frágiles en general, y esa fragilidad se pone de manifesto cuando alguien promueve algo y aparece un endemismo, una planta que tal vez está en peligro de extinción, o que solo está en esa localidad, eso ocurre con frecuencia, no es que alguien ponga la planta para parar una urbanización turística. Tenemos un territorio con estas características donde el fenómeno insular ha generado una gran cantidad de adaptaciones genéticas que se traducen en endemismos. 

-¿Qué ha cambiado tras la pandemia, cuando pudimos disfrutar de un territorio sin turistas?

-Tras la pandemia cambiaron muchas cosas. Una de las cosas es lo que se ha denominado el hedonismo pospandemia. Hemos vivido una especie de experimento social universal, como lo que pasó en los años 20 después de la Primera Guerra Mundial. El que puede se va de escapada. Ese hedonismo es global. Si tú pudiste disfrutar de unas playas sin turistas o en El Teide, percibes con más intensidad la vuelta a la normalidad, de otra vez espacios saturados. Prácticamente ya estamos superando los niveles anteriores a la pandemia. 

El fenómeno de la vivienda vacacional ha venido como anillo al dedo a las percepciones que se tuvieron en la pandemia. Esa vinculación de vivienda vacacional a un modelo más seguro frente a contagios, después se ha extendido tras la pandemia. 

-Parece que existe una correlación entre las movilizaciones sociales de Canarias y su principal motor económico, el turismo

-Creo que sí, a lo mejor no es una correlación mecánica, pero sí hay una cierta relación de momentos de mayor crecimiento del número de plazas turísticas, mayor transformación compulsiva del territorio, con un sentimiento creciente de malestar ciudadano, que luego se traduce en grandes movilizaciones. La mayor movilización que se ha producido en Tenerife fue la del año 2002 la de las torres de Vilaflor. Se contabiliza que fueron 100.000 personas, es decir, una de cada ocho personas en la isla estaba ahí. Cuesta creerse que tanta gente acudió solo por unas torres de tendido eléctrico y unos cables que iban a pasar por las medianías de Vilaflor. Entorno a aquello cristalizó un sentimiento general de descontento, porque desde mediados de los años 90 nos metimos en lo que se llamó la burbuja inmobiliaria, teníamos la isla llena de grúas y había un crecimiento turístico sostenido y mucha gente estaba teniendo esa sensación de que se nos iba de las manos el territorio. 

Protestas de los activistas de Salvar La Tejita en el hotel que se está construyendo en Granadilla de Abona. / EFE
Protestas de los activistas de Salvar La Tejita en el hotel que se está construyendo en Granadilla de Abona. / EFE

Lo que pasa, una cierta diferencia con esta movilización del 20 de abril, es que antes la movilización se hacía contra una obra simbólica: el puerto de Granadilla, el radar de Malpaso de El Hierro, o la urbanización de Venegueras en Gran Canaria, eso es lo que condensaba un malestar. Esta vez, lo que se expresa es un malestar contra el modelo turístico, a la turistificación en general, no solo un espacio. 

-Mucha gente se pregunta si de verdad sirven de algo este tipo de movilizaciones. ¿Ha habido cambios reales tras las manifestaciones pasadas en Canarias?

-Tenemos ejemplos de todos los signos. Con la manifestación de las torres de Vilaflor no se construyó ese tendido, se hizo por la orilla de la autopista. Se logró parar la ampliación del puerto de Agaete y, de momento, la construcción del puerto de Fonsalía. Se evitó el atentado contra la montaña de Tindaya en Fuerteventura, o una planta de embotellado de aguas en un espacio natural protegido en La Gomera. Hay muchas movilizaciones que han logrado cumplir sus objetivos. En otros casos no, como el puerto de Granadilla, que ahí está. El tiempo ha dado la razón a quienes nos opusimos. Si hacemos un recuento podemos llegar a la conclusión de que las movilizaciones ciudadanas en Canarias han sido útiles. 

En este caso concreto no es tan fácil de medir. Lo que se plantea es un cambio de modelo, va a ser más difícil, no es un sí o un no. Lo que supongo que será importante es que este sentimiento ciudadano que se va a expresar el 20 de abril después tenga continuidad con una presión de los diferentes colectivos, de los intelectuales, que trabajan en el sector turístico, y sindicatos, con un nivel de inquietud y de exigencia para que efectivamente contengamos esto que nos está matando de éxito. 

-¿Cree que la economía se ha olvidado de la geografía?

-Sí, es una forma de expresarlo. El territorio conviene mucho tenerlo en cuenta, mucho más donde es el bien más escaso. Esto me lleva a otro ámbito de reflexión. Durante mucho tiempo se creyó en el planeamiento, se hacían planes generales, se creó una ley para hacer planes insulares de ordenación territorial, y yo creo que en buena medida debido a una mala gestión técnica y política el desarrollo de la planificación territorial se ha encallado tanto, están tardando en tramitarse más de una década, que ha llevado a decir que el planeamiento no sirve para nada y que lo que vale es la política territorial de proyectos. Hay un promotor que me dice que quiere hacer una urbanización singular en la costa de Adeje, yo le doy facilidades para que venga y esa urbanización es la que me va a ordenar el territorio, ya después buscaremos cómo les hacemos llegar las tuberías de aguas o le sacamos los residuos. Un sumatorio de distintos proyectos es lo que ordena el territorio.

Yo creo que no hace falta concebir la planificación en términos de los planes quinquenales de Stalin para estar de acuerdo en que es conveniente tener una ordenación territorial que se haya consensuado democráticamente. Pero no puede eternizarse. Hay que establecer verdaderos mecanismo de participación ciudadana y hay que contar también con los promotores, con la parte empresarial. Hay que volver a recuperar la necesidad de la planificación. 

La planta alojativa hotelera son grandes cadenas transnacionales, vaya si estos no planifican. Las grandes trasnacionales se planifican muy bien, estudian dónde van a construir su siguiente hotel, su supermercado o su central de reserva. Si el sector empresarial privado se planifica a medio y a largo de plazo cómo no vamos a hacerlo el resto de la sociedad. Abandonar la idea de la planificación ha sido un dislate absoluto. 

-Si los manifestantes van a exigir un cambio de modelo, ¿hacia qué modelo debemos ir?

-Lo primero que hay que hacer es contener el crecimiento. La moratoria hay que hacerla. Pero también hay que aprender de las experiencias anteriores. En Canarias hemos tenido dos moratorias y en una de ellas se retrasó tanto que entre medio muchos ayuntamientos se dedicaron a aprobar plazas a mansalva. Esta es una decisión que hay que tomar de forma urgente antes de que se apruebe mucho suelo. Yo creo que ahora es sobre todo de aplicación a las viviendas vacacionales. Tenemos en Canarias 220.000 viviendas (vacacionales) ya y hay mucha gente más y fondos de inversión que ante el riesgo de una moratoria pueden estar acelerando a toda máquina la idea de conseguir una licencia. Habría que hacer una suspensión de nuevas licencias hasta que nos pongamos de acuerdo en cuántas viviendas vacacionales y plazas hoteleras podemos tener.