La “erosión emocional” de la migración: niños en estado de shock y sanitarios desbordados

Inmaculada Mora es médica de urgencias en El Hierro y día tras día atiende a las personas migrantes que llegan a la isla: "cada vez comienzan a dolernos más los casos que vemos"

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Un cayuco con 41 personas a bordo, entre ellos mujeres y varios menores, en el puerto de La Restinga./ EFE - GELMERT FINOL
Un cayuco con 41 personas a bordo, entre ellos mujeres y varios menores, en el puerto de La Restinga./ EFE - GELMERT FINOL

Un niño de 10 años no para de llorar. Acaba de llegar en una patera hasta El Hierro y el personal sanitario lo atiende sin comprender el motivo de su llanto, que no cesa. Es tan pequeño que no habla francés todavía. La médica de urgencias le pregunta al resto de las personas que viajaban en la embarcación qué le ocurre. Uno de ellos contesta. Su padre falleció durante la travesía y el niño vio cómo lanzaban el cuerpo por la borda. 

La voz de Inmaculada Mora se escucha a través del teléfono contando esta historia, que se suma a otros muchos “casos trágicos”, consecuencias de la migración a través de la ruta canaria. Ella es médica de urgencias en El Hierro, isla a la que más personas migrantes han llegado. Estas historias se repiten con cada embarcación y “cada vez comienzan a dolernos más”, expresa en nombre también de sus compañeros. 

La migración está haciendo mella entre el personal sanitario, una “erosión emocional” que se va agrandando al ver como “más mujeres y niños” se embarcan al Atlántico en busca de una vida mejor. “Veo el tsunami que nos llega y estamos agotados”, señala. Un agotamiento que nace de la deshumanización que ven día tras día ante personas que son tratadas como números mientras el “ruido político habla sobre repartir menores como si fueran mafiosos”

Una mejor atención médica

Mora lleva atendiendo a personas migrantes que llegan a El Hierro desde 2006, un periodo que le ha aportado experiencia, pero también vivencias que no cualquier persona podría afrontar emocionalmente. “Atendíamos a las personas que llegaban críticas en el suelo del muelle de La Restinga y cuando el número de llegadas aumentaba, muchas llegaban a morir en los pasillos del hospital”, relata. 

Ahora cuentan con una mejor infraestructura. “A raíz de la avalancha que hubo el año pasado, por fin nos pusieron una base de atención con una especie de pequeño hospital, donde se hace el triaje con ocho camas y material de urgencias de emergencia”. Mientras, en el centro hospitalario de la isla están pendientes. “Salvamar nos avisa desde que se avista una embarcación y nos van informando del posible estado de los ocupantes. Es una cosa que tenemos ya bastante mecanizada todos los equipos y tenemos preparado el pasillo con lo que vamos a necesitar para que cuando lleguen, la atención sea lo más inmediata posible”, apunta Mora, que añade la importancia de un primer cribado en el muelle, que permite conocer los cuadros médicos y comenzar con el tratamiento antes de llegar al Hospital Nuestra Señora de Los Reyes, que “se encuentra a 45 minutos de La Restinga”. 

Los casos cada vez son más duros

La médica explica que los cuadros que presentan normalmente estas personas son una mezcla de situaciones. Hay casos de hipotermia severa, deshidratación, “infecciones en heridas sin tratar durante 10 o 12 días”, pies y manos de pateras, “músculos que empiezan a romperse y sueltan sus sustancias al torrente sanguíneo, siendo súper tóxicas y bloqueando el riñón”...Una lista de circunstancias a las que los médicos “estamos más o menos acostumbrados”. “Los equipos de urgencia estamos entrenados y tenemos mucha experiencia en que se te mueran pacientes o ver situaciones críticas”, expresa Mora; sin embargo, todo lo que está ocurriendo comienza a “doler” cada vez más a la plantilla de sanitarios. 

Los casos que se han ido sucediendo en las últimas pateras les sobrepasan y “ya no nos podemos recuperar de una para otra”, asegura la médica de urgencias. En las embarcaciones, cada vez vienen más mujeres y niños pequeños, muchos de ellos en estado de shock, cuenta Mora, que tiene muchas historias que la han atravesado, como la del niño de 10 años al principio del texto. No es el único niño que ha tenido que sufrir una vivencia como la de ver a sus padres fallecidos siendo tirados por la borda de la patera. O las madres a quiénes Mora ha tenido que decir que sus hijos han muerto, como la pequeña de dos años que falleció hace unas semanas. 

Falta de medios y recursos

A mediados de julio, en el hospital herreño había más mujeres y niños ingresados que hombres, un hecho que “nunca había pasado” y “sabemos que esto es solo el principio”, afirma Mora. Según los datos, la migración deja en Canarias desde hace meses cifras escalofriantes con más de 5.000 muertes de jóvenes que cruzan el Atlántico buscando un futuro y se estima que más de 300.000 personas podrían adentrarse en la ruta canaria en los próximos meses. 

La escasez de medios y recursos está siendo un problema, sobre todo para atender a los menores. “Los mayores están con la Guardia Civil o con la Policía Nacional, pero los menores están hacinados y no hay personal cualificado para estar con ellos”. Esta falta de medios también condiciona afrontar el auge de llegadas, como la falta de apoyo psicológico para atender, por ejemplo, los casos en estado de shock, así como los pocos sanitarios que hay. Aunque señala que el año pasado, “vinieron compañeros desde Tenerife para ayudar con las guardias de patera”.

Deshumanización: tratados como un número

Y no solo faltan medios y recursos, la humanidad es algo que también está escaseando cuando de personas migrantes se habla. 

Más de 150 migrantes llegan a Arguineguín en dos embarcaciones, encuentran un cadáver y rescatan a 55 migrantes en un cayuco en El Hierro, Salvamento rescata a 165 migrantes en Lanzarote y así un sin fin de noticias llenan los medios. Mora ve la cara de todas esas personas que llegan a la isla herreña y trata de conocer su nombre y su historia después de que entren al hospital siendo “un número y una letra”. 

Un pequeño acto como escribir el nombre de la persona en un papel y ponerlo en su ropa para llamarlos por él - acción que tratan de hacer en el hospital cuando atienden a alguien que acaba de llegar en una patera - cambia todo. Así “no son el 223-F”, sino Djiby o Mamadou, quienes lo primero que quieren hacer es llamar a sus familias en origen para contar que llegaron, indica la médica. Incluso, “a veces nos llaman al hospital preguntando desde el país de origen”. Se tratan de familiares que han conseguido ponerse en contacto con alguien en las islas para poder saber cómo se encuentra su ser querido que se embarcó en un cayuco. “Preguntan por un nombre que no sabemos”, lamenta. 

No saben a lo que se van a enfrentar 

Para ella, la deshumanización es una de las peores consecuencias de todo lo que se está viviendo al tratar a personas como números, con “adjetivos descalificativos” o “una sigla”, sin comprender que tienen una historia. Lo ve en los medios de comunicación, en el supermercado y en todo el “ruido político” sobre el reparto de menores, con comunidades autónomas que no aceptan acoger a 30 niños, “como si fueran mafiosos”. 

Mora denuncia la importancia de “conseguir ponerle humanidad a todas estas personas y que el resto se deje de chorradas”. Para ello considera vital que “la custodia real” de los menores por parte del Estado y que este sea “lo suficientemente listo” para “formarlos e integrarlos en nuestra sociedad”, así como “tratar de lograr que no se subieran en esas pateras porque la mayoría de ellos no saben a lo que se enfrentan y los niños mucho menos” e, incluso, que la propia población del Archipiélago comprenda y empatice de una vez con las personas que migran y la situación que les ha llevado a ello.