El drama de una familia con un vecino degenerado: golpes nocturnos y masturbaciones por el día

Carmen y su familia conceden una entrevista a Atlántico Hoy porque no pueden más y piden ayuda para que alguien actúse, sobre todo por sus dos hijos, de 7 y 13 años

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Calle de la vivienda y frame de una de las grabaciones al vecino degenerado / AH
Calle de la vivienda y frame de una de las grabaciones al vecino degenerado / AH

Todo empezó en marzo del 2023 en la calle Breña Alta de La Cuesta, La Laguna. La vivienda, una casa de dos plantas: la segunda y la azotea de una familia con dos niños; la primera, la de una persona que lleva año y medio atormentando a la unidad familiar que vive encima a través de fuertes golpes nocturnos y, por el día, con auténticas obscenidades, como masturbarse a la vista de ellos o no parar de jadear y narrar auténticas guarradas, a ojos y oídos de los dos menores.

A pesar de que son casi dos décadas viviendo en el mismo bloque, sin ningún problema, todo empezó a torcerse cuando la madre del acusado falleció hace 10 años y él se quedó con la casa. “Fue un domingo por la tarde, estábamos montando un armario, pero que tampoco era gran cosa. Esa misma noche empezó a dar taponazos en las paredes, en los techos y por toda la casa a las 3:30 de la mañana y así hasta las 5 de la mañana”, comienza el relato Carmen Rosa Díaz, la madre y quien ha llegado a su límite y ha puesto el grito en el cielo al sentirse desamparada.

Así, en una entrevista a Atlántico Hoy, resume el año y medio “horroroso” que ha sufrido la familia, pero que, en su caso, pone el énfasis en sus hijos. “No porque sean mis hijos, sino porque son menores y sus derechos están por encima de los nuestros”, simplifica Carmen.

Ruidos y jadeos

Pero vayamos a los hechos, a diario, que Carmen y su familia están sufriendo a la espera de un juicio. Porque sí, llevan un año esperando que en la justicia alguien mueva algo para salir de esta pesadilla después de una pasada detención.

“Nuestra ventanas del salón, pasillo y cocina dan un patio de luz y en ese patio él tiene tres cuartas partes techada. Como salía mal olor de la casa yo no abría las ventanas, pero sí es verdad que lo escuchaba como jadear y alegar, pero no entendía lo que estaba diciendo”; avanza. “Así, días y días, acompañado de los ruidos nocturnos: golpes, gritos… Se ponía a arrastrar sillas por toda la casa a distintas horas de la mañana...” recuerda sobre las primeras semanas.

Indefensos

Uno de sus grandes enfados se encuentra en la falta de defensa. “Fuimos a la policía, venía, le llamaban la atención y se iban. Después volvíamos a llamar y ni aparecían. Así un montón de veces”, comparte molesta.

“Nos decían que no podían hacer nada y se iban. Pero vamos a ver, ¿cómo que no pueden hacer nada? Se supone que hay una normativa del Ayuntamiento de La Laguna por la que está prohibido hacer ruidos de noche.  Nos decían que debíamos tener pruebas y pusimos una tablet a grabar de noche y en las grabaciones se escucha voy a matar Carmen Rosa degollándola, voy a acabar con ustedes...” relata. “Imagínate durmiendo todas las noches con Pepito Grillo diciendo que te va a matar”, espeta.

 

 

Masturbándose

Y aunque no parecía que fuese a peor, nada más lejos de la realidad. Una situación desagradable y que, encima, fue descubierta por su hijo de 12 años. “Un día mando a mi hijo a la azotea a buscar una cosa, se asoma porque estaba escuchando los jadeos y vuelve con la cara desencajada. Mamá, se está tocando, se está masturbando”, cuenta Carmen sobre aquel primer obsceno incidente.  “Subo corriendo, me pongo a grabarle y el hombre estaba masturbándose, llamándome ‘Carmen Rosa baja. Mira lo que tengo para ti’”, continúa explicando la vecina afectada sobre las palabras de su vecino, de 71 años.

En este sentido, Carmen clama porque no comprende que se ponga a la vista para que le vean. “¿Para qué te vea quién? ¿Para que te vea yo o para que te vean los niños? El año pasado mi hija tenía 6 años y mi hijo 12 y él tiene TEA -Trastorno del Espectro Autista-. Hay situaciones que no comprende” explica nerviosa.

Medidas contra las barbaridades

Así, la afectada señala que ponía la televisión a todo volumen para que los niños no lo escucharan ponerse a narrar. “Que si cogió a una puta, que no sé qué, que si las negras de Canarias están buenísimas, que hasta las niñas de 4 y 5 años tienen unas tetas y unos culos... Lo tengo grabado, no me lo estoy inventando y puedo demostrarlo”, afirma tras compartir semejantes barbaridades ejecutadas por su vecino. “Lo peor de todo es que todavía sigo esperando a que salga un juicio porque la Policía Canaria lo detuvo y lo llevaron al cuartelillo una noche y al día siguiente lo soltaron, pero la Policía Canaria puso una denuncia aportando todo: los golpes, el ruido, que al principio me perseguía los primeros meses”, abunda Carmen.

En este contexto, expresa su enfado porque en una primera denuncia la policía solo anotó en la misma los hechos de aquel día. “Yo lo denuncié a la Policía Nacional porque se puso a masturbarse y a llamarme, y cuando acaba saliendo el juicio solamente se condena lo que yo he denunciado ese día. No tienen en cuenta que lleva tiempo acosándome”, indica.

“Le he puesto un montón de denuncias, porque se ponía a llamarme ‘Carmen Rosa baja, me voy a correr en tu cara. Me follé a no sé quién’ y se pone a narrar historias. ¡Que mis hijos lo oyen! Que le he tenido que explicar a mi hija de 6 años lo que es un hombre masturbándose”, lamenta Carmen con la voz quebrada. “Estamos todos medicados. A los niños con melatonina para poder dormir. Es natural, pero ellos no tienen por qué estar tomando nada. Yo estoy medicada, mi marido está medicado y estamos a la espera del juicio”.

Sentencias mínimas

El sentimiento de indefensión de Carmen y su familia llega porque la Policía Nacional les dice que no pueden hacer nada. "Que quieren ayudarme todo lo posible, pero no pueden”, señala. En total -cuenta- ya ha habido dos resoluciones insuficientes. “En una lo condenaron a pagarme 6 euros diarios durante tres meses y , en la otra, lo mismo más una orden de no comunicación, que se la pasó por donde no le da el sol, porque se dedicó a llamarme”.

Luego está el problema de las escaleras, porque para poder subir a su casa la familia debe pasar por delante de la puerta del denunciado. “Tuvimos que poner un cerramiento en todas las escaleras para que no accediera a mi casa, porque se pegaba detrás de la puerta”, narra.

Audios de sonidos grabados en una noche del vecino

Un arma blanca

El contexto se agrava cuando la última vez que la Policía Canaria se lo llevó, al cachearlo le sacaron una navaja de más de cuatro dedos del bolsillo. “¿Usted cree que después de yo haber visto eso puedo estar tranquila con mi familia? Yo soy ya adulta. Me pongo tapones y miro para otro lado, pero es lo que están viviendo mis hijos. ¿Qué derechos tienen mis hijos? ¿Qué están haciendo por ellos? He intentado hablar con el fiscal de menores y me dice que vamos a esperar el juicio. Pero señor, ¿qué juicio? ¿el que llevamos un año y medio esperando a que salga”, expresa entre la indignación y la impotencia.

“Realmente lo que necesito es que alguien haga algo. No sé. Una valoración psicológica, que lo pongan en tratamiento o que alguien hable con él y lo ponga en su sitio, porque yo no creo que esté loco. Yo creo que es malo. He intentado contactar con la familia y con amigos y conocido suyos y todos se han lavado las manos. Han mirado para otro lado porque no pueden hacer nada, pero me han dejado de la mano de Dios con este hombre metido ahí dentro”, apunta Carmen, que añade, además, que en la casa no tiene agua, no tiene luz y, según cree, tiene el síndrome de Diógenes “porque apesta y lo único que hace es recoger mierda”.

Incidente de sangre

Con respecto a si en este año y medio dramático le han confrontado la situación, Carmen aclara que “no se puede hablar” y comparte que ya lo intentó en una ocasión desde el balcón, y lo único que recibió fue un insulto, que callara, loca esquizofrénica o puta barata, entre otras lindezas... “Después mi marido intentó hablar con él, caso omiso, y después mi marido fue a tirar la basura y se lo encontró de frente, se la abalanzó y encima le escupió en la cara y le intentó pegar. Y mi marido claro, para poder quitárselo de encima le pegó un empujón con la mala suerte que se dio con la cara contra la pared y se puso a sangrar.  Pero mi marido no le puso el dedo encima, sino simplemente lo empujó. Eso fue en septiembre del año pasado”, especifica sobre este incidente.

“Mi marido lo denunció y se ve que él nos denunció a nosotros, porque eso fue lo que nos dijeron en los juzgados y después cuando fuimos al juicio ni apareció”, agrega Carmen.

El drama de sus hijos

“No me ayudan”, se resigna. “Que vengan a verlo a la casa, que le hagan una valoración psicológica, que le pongan una casa en otro sitio, yo qué sé cuál sería la solución, no tengo ni idea, pero es que el derecho de mis hijos está por encima, no porque sean mis hijos, sino porque son menores, están por encima de él, incluso de los nuestros”, reitera.

De esta manera, Carmen confiesa que, “por supuesto” que a sus hijos les está afectando en su día a día. El mayor, con TEA, estaba yendo a un gabinete en un centro psicológico psicopedagogo. Iba bastante mejor con respecto a cómo estaba años atrás porque el problema que tiene su hijo es más bien en las relaciones sociales. “Estaba como más abierto, como que se estaba relacionando más y estaba empezando a salir más a la calle, pero a raíz de todo esto que está pasando no quiere salir nunca, porque le da pánico subir y bajar las escaleras. No quiere subir ni a la azotea de casa. Le da pánico escucharlo”, esgrime.

Por eso, duerme en el salón con el saco todos los días, porque no quiere dormir en su habitación porque no soporta los ruidos altos. “Y es donde el vecino más golpes da. Se piensa que seguimos durmiendo ahí”.

Por su parte, su hija pequeña, hoy de 7 años, cuando va a entrar a casa “se pone a mirar por la calle arriba y abajo y si lo ve aparecer se pone a llorar. Qué necesidad”.

La última semana, un horror

“Esto es un sinvivir. Esto no se olvida. Si yo tuviera la más mínimo posibilidad de vender esa basura ya lo hubiera hecho hace tiempo. Repito. Lo que le pase a mi marido o a mí lo puedo gestionar de otra manera, pero teniendo menores... Si hubiera estado sola con mi marido me hubiera lanzado por el balcón y le agarro el cogote... Joder”, abunda en su enfado.

Con todo, Carmen se resigna a que pase el tiempo y a la espera de que salga el juicio -el denunciado por todo por la Policía Canaria- mientras siguen sufriendo exactamente lo mismo. O peor. “Llevamos una semana horrorosa”.

Encontronazo en la calle

En este contexto, confiesa Carmen que este lunes vio a su vecino comprando en el supermercado. “Se me cruzó la vena y lo encaré, que era un sinvergüenza y que me dijera lo que me tenía que decir anoche. Y agachó la cabeza y se puso a correr con el rabo entre las piernas”. Desde entonces, un desastre. “Por la tarde se puso peor. Jadeos, jadeos. A decir guarradas como ‘mira la polla que tengo’ y a reírse”.

Tal es así que esa misma noche, la del lunes al martes, a las 3 de la mañana les empezó a llamar a gritos y su marido estalló. “Se asomo cabreado a llamarle la atención a las 3 de la mañana y al rato empezamos a oír gritos, taponazos y mierdas varias. Fue horroroso” y la gota que ha colmado el vaso de la paciencia y de la impotencia de la familia.

“Qué alguien nos ayude de alguna manera. Yo sé que es una solución súper complicada, pero algo tiene que haber, porque mis hijos están por encima”, comparte ya entre lágrimas después de relatar todas las vejaciones. “Alguien tiene que haber que pueda hacer algo. No puedo creer que nadie nos pueda ayudar. No sé de qué manera, pero alguien nos tiene que poder ayudar”, concluye Carmen.