Diez años haciendo sonreír desde la solidaridad

La ONG Sonrisas del Suroeste lleva una década dedicándose a los que lo necesitan y su presidente y fundador cuentan cómo funciona en Atlántico Hoy

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Voluntarios de la ONG Sonrisas del Suroeste / SONRISAS DEL SUROESTE
Voluntarios de la ONG Sonrisas del Suroeste / SONRISAS DEL SUROESTE

Canarias sigue estando en cada estudio anual en el último vagón de la pobreza de España. Una situación que no es ajena a los canarios, pero cuya sociedad siempre se ha caracterizado por la solidaridad para con los suyos.

En Santa Cruz de Tenerife el distrito más afectado es el Suroeste y allí es donde este año ha cumplido una década de vida una asociación que ha cambiado la vida a sus vecinos. Se trata de la ONG Sonrisas del Suroeste, con 23 voluntarios y dirigida por su fundador Domingo Nelson Concepción Izquierdo, y cuya propia experiencia personal le ayudó a tomar con determinación el camino solidario.

Pregunta: Diez años ya

Respuesta: Son 10 años de cumplimiento de la entidad, pero la verdad que son 10 años en los que hemos podido ver diferentes corporaciones y hemos tenido la posibilidad de valorar, no solo la crisis que vivimos comenzando 2014, sino todo lo posterior que nos hemos encontrado desde el COVID.

P: ¿Cómo recuerda el inicio?

R: Comienza por un acto solidario que se realiza en el barrio de Santa María del Mar en 2014. La comida que se recaudó fue para entregar a 24 familias sin recursos de la zona. Ahí nos dimos cuenta de las verdaderas carencias, las necesidades y muchísimas más cosas sobre la situación que se encontraba socialmente la zona del distrito suroeste. Nos sentamos un grupo de personas, analizamos la situación, valoramos la petición de instalaciones municipales para poder hacer actividad y hasta día de hoy creo que se superan las 416 unidades familiares. El mayor grosor está claro que Santa Cruz de Tenerife, pero también trabajamos con otros cinco municipios.

P: ¿Cómo se gestionan las ayudas?

R: Todos por los servicios sociales, porque no atendemos a nadie que no venga remitido de manera filtrada, porque así vienen las ayudas y tienen que llegar principalmente porque dar de alta un censo en Banco de Alimentos conlleva el tener la posibilidad de un control sobre la unidad familiar.

P: ¿Qué ha aprendido en esta década de solidaridad?

R: La verdad es que para nosotros la satisfacción que nos llevamos es que hemos aprendido de lo vivido en el sentido de que, cuando montamos esto, principalmente el aval que era nuestra posición social, teniendo un trabajo, teniendo una estancia laboral, la familia más o menos solvente y devolvemos a la sociedad lo que por nosotros hicieron en su momento. En mi caso, procedo de las familias que fueron despedidas cuando se hicieron los despidos de la fábrica de tabaco Coronas, en el barrio de Chamberí. Salí damnificado porque mis padres fueron personas que le privaron de su puesto de empleo. Pasamos de tener donde dormir a vivir en una ciudadela en El Toscal y siendo asistido por el padre Jacinto de la Iglesia San Francisco. No me avergüenza decir que gracias a Dios soy lo que soy por medio del inculque de mis padres y el apoyo del desaparecido ya, don Jacinto.

P: La asociación no es solo alimentos…

R: Sonrisas del Suroeste no es repartir alimentos. Comenzamos así en 2014, pero en el 2016, viendo las carencias que habían en muchos niños y niñas a la hora de hacer actividades extraescolares, dimos a los niños que no tuvieran para las cuotas de las prácticas deportivas, un amparo a unas edades comprendidas entre los cuatro años y medio hasta los 11 y, valga la redundancia, que a día de hoy se creó un apartado, digamos de inclusión, que fueron incorporándose por una serie de despuntes por hiperactividad u otros problemas de psicomotricidad y, doy gracias a un maravilloso voluntariado de personas que han hecho un vínculo deportivo por medio de un proyecto que es educativo, deportivo y, además, inclusivo.

P: ¿Cómo ha cambiado Sonrisas el Suroeste a lo largo de los años?

R: Fíjate, otra de las satisfacciones es que no tenemos cuota. Seguimos con los mismos estatutos que cuando lo fundamos. No tenemos socios, no tenemos ingresos y únicamente nos movemos por proyectos solidarios o por aquellas subvenciones que avalan los proyectos que presentamos. Así, garantizamos la apertura de muchas puertas en cuestión de empresas. Las asistencias que hacemos a domicilio se siguen manteniendo desde el período COVID y se hacen únicamente con personas que tengan unas patologías de riesgo con una imposibilidad, con movilidad reducida... Es un censo de personas que gracias a tres voluntarios se asignan en ese servicio y únicamente se realiza en los procesos de los tiempos libres, porque toda la semana está la actividad de la ONG. No es llevar la alimentación o la higiene. Nos esperan como agua de mayo porque lo vemos y lo captamos. La satisfacción es ver las caras de las personas a la hora de recoger. Todo eso es lo que hemos querido cambiar manteniendo nuestros estatutos.

P: Canarias lleva años en el vagón de la pobreza

R: Cierto es que me da mucha pena ver la situación de menores y de mayores. Miremos lo que está sucediendo con los menas y lo que está haciendo nuestra Comunidad Autónoma, el esfuerzo tan grande de hacer ver a otras Comunidades Autónomas sobre las carencias y las necesidades que tienen estos niños, pero también hay que recordar que hay niños aquí que hoy en día también tienen muchas necesidades y que, sinceramente, el único contratiempo que me crea es el valor que dan a menores y mayores.

P: ¿Cuál es el perfil de las familias que ayudan?

R: A ver, existe ese ámbito de personas y reconocido de que sí existe una necesidad y una carencia entre la ciudadanía canaria, que es totalmente justificable, pero es verdad que, aunque suene chocante, la mayor preocupación que estoy seguro de que tienen ahora mismo los presidentes de las entidades, sea la cual sea, es la calidad de persona que están viniendo. No estamos hablando de la persona que está cronificada en la pobreza, estamos hablando de que nuestra preocupación va de que todos somos conscientes de cómo está la cesta de la compra y de que en dos años la renta per cápita no ha tenido nada que ver con lo vivido y pretenden que con los mismo sueldos saquemos adelante un domicilio. Hay un incremento de usuarios grandísimo que son personas que están empleadas, que tienen ingreso, pero que se justifica que no llegan a final de mes.

P: ¿Van en aumento?

R: Sucede en que personas del día a día se dan cuenta que no llegan a final de mes y es un usuario más que se suma. No estamos hablando de personas que están cronificadas y llevan a lo mejor seis u ocho años recibiendo asistencia y ayuda. Hablo de las personas que, a lo mejor, tienen esa mínima vital que se originaron en plena pandemia.

P: ¿Cómo son los repartos?

R: El montar un reparto de alimentos debe tener en cuenta que lidiamos con muchísimas familias y que toda cabeza de familia tiene una mochila a su espalda, cada uno con sus problemas, y a eso únele que tenemos que estar lidiando cuando hay violencia de género, que coinciden en el mismo municipio, porque no se puedan citar juntos. O niños que tienen un control en desamparo y que están asistidos por entidades que amparan al menor, pero que vienen a nuestra entidad para buscar ropa. Nos aterra el ver la gente que hoy en día está recibiendo esa asistencia por las necesidades, no porque quieran decir yo la solicito.

P: ¿Ha afectado a las donaciones el aumento en la cesta de la compra?

R: Totalmente. El propio Banco de Alimentos ha notado que la materia prima es más cara, el transportes es más caro. Antes, lo poco que te donaban incluso te lo traían. Ahora lo poco que te donan te dicen que vaya a buscarlo. Hasta cuando nos dan una subvención para emplear en material de alimentación o de higiene te das cuenta lo caro que esta el artículo, pese a que se compre en cantidad. Claro que afecta y está afectando directamente a la dirección del Banco de Alimentos.