Canarias vive en una paradoja demográfica: su población aumenta cada año casi al mismo ritmo que crece el número de isleños que abandona el Archipiélago. La tasa de paro juveni, el precio de la vivienda o salarios bajos empujan a la juventud canaria a buscar oportunidades lejos de un tierra que se ha convertido en un destino perfecto –por su capacidad financiera– para jubilados europeos, inversores extranjeros o nómadas digitales. Canarias presume de sus condiciones paradisíacas –buen clima, seguridad, localización geodráica, etc–, pero alguien con mando en plaza debería recapacitar y pensar si el modelo es el idóneo si eso conlleva que la gente de la tierra tenga que emigrar. Como hace 150,100, 70 o 50 años.