Tal día como hoy, hace cuatro años, los canarios se despertaron confinados

Atlántico Hoy hace memoria de aquel 14 de marzo donde se declaró el estado de alarma y comenzó el confinamiento por la COVID-19, un capítulo de la historia que ya parece muy lejano

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Calles vacías tras la declaración del estado de alarma y comienzo del confinamiento por la COVID-19
Calles vacías tras la declaración del estado de alarma y comienzo del confinamiento por la COVID-19

El 2020 es un año que no se va a olvidar fácilmente, aunque ahora parezca que ha pasado mucho tiempo. Hace cuatro años, el sábado 14 de marzo, se declaró el estado de alarma por parte del Gobierno de España y el comienzo del confinamiento de la población, un encierro que no se sabía cuánto duraría, pero que hizo realidad la existencia de la COVID-19, esa enfermedad que por el momento parecía lejana, algo que solo ocurría en China y tardaría en llegar a Canarias. 

La incertidumbre y el desconocimiento eran los principales sentimientos ante una pandemia de la que no se conocía su envergadura y todo lo que supondría después, de semanas y meses encerrados en casa, de las cifras de contagios, las restricciones, el teletrabajo, las estanterías de los supermercados vacías y las calles de las Islas desiertas, incluso de turistas. Comenzó así un periodo de ‘locura colectiva’ en la que la vida cambió por completo. 

Sin salir de casa

En aquel momento las mascarillas todavía no se habían convertido en el accesorio del momento dejando solo ver los ojos de la gente. Las farmacias casi no tenían y eso de que las vendieran los supermercados era inimaginable. Y se dio paso a invenciones ocurrentes de mascarillas improvisadas.

Tampoco se había marcado esa distancia de seguridad de dos metros todavía y los suelos de los sitios no tenían las marcas y pegatinas indicándose. Fue poco a poco que los establecimientos con cintas o lo que se les iba ocurriendo, seguían las indicaciones y restricciones pertinentes a la crisis sanitaria que se vivía. 

Las salidas de casa debían estar justificadas. Se podía salir a comprar, pero debía ser una persona por hogar y bienes de primera necesidad o fármacos; también se podía salir a tirar la basura y a pasear con el perro para que pudiera hacer sus necesidades, pero cerca del domicilio y sin excederse de tiempo. 

Teletrabajo y ERTES

Las únicas personas que continuaron acudiendo a sus puestos de trabajo fueron aquellas que pertenecían a sectores considerados esenciales, como sanidad, transporte, seguridad y alimentación. 

Para aquellas personas cuyos trabajos no eran esenciales o quedaron en el aire, surgieron las siglas ERE (Expediente de Regulación de Empleo) - en el peor de los casos - y ERTE (Expediente de Regulación de Empleo Temporal). Este último, a pesar de suponer una situación en el limbo, también ofreció algo de alivio al miedo de perder el trabajo en este momento de paralización económica. 

El teletrabajo fue la solución para que el resto de la población ejerciera su trabajo desde casa, una práctica que se ha extendido hasta el día de hoy. Los servicios de videollamadas fueron los aliados, no solo de los trabajadores en sí, sino del sistema educativo canario. Se configuró dentro de lo posible la docencia virtual para continuar con el año académico. Profesorado y alumnado comenzaron a verse las caras a través de una cámara y las enseñanzas se transmitían por un micrófono. 

sanitarios efe covid
sanitarios efe covid

Pan, papel higiénico e incertidumbre

Ese 14 de marzo de 2020 fue el primero de muchos días en los que hubo que buscar con qué entretenerse dentro de cuatro paredes. La gente comenzó a hacer pan y repostería, y las harinas y levaduras eran artículos muy demandados, justo después del papel higiénico que por alguna extraña razón fue de los primeros en desaparecer de los estantes de los supermercados. Se hacía ejercicio en casa con la ayuda de entrenadores virtuales o vídeos bailando en Tik Tok. Y a los seres queridos se les escuchaba y veía por llamada, con el anhelo de poder abrazarles de nuevo pronto. 

La incertidumbre de cuánto se permanecería en casa se sumaba a la esperanza de que solo sería una semana o dos según anunció por primera vez el presidente Pedro Sánchez. Sin embargo las fechas se fueron ampliando y la desesperación creció, tanto de la población como del personal sanitario, para el que ese 14 de marzo empezó su propio infierno con el encierro y el anuncio de la primera persona fallecida por coronavirus. 

Los aplausos a las siete de la tarde en agradecimiento de los sanitarios quedaron en los balcones y ventanas, mientras dentro de los hospitales se enfrentaban a la lucha contra el virus: los contagios aumentaban, las camillas se llenaban, el material sanitario escaseaba. Poco a poco se fueron estableciendo medidas de seguridad, consejos y recomendaciones sanitarias, y los ya lejanos niveles de alerta. 

Mundo paralizado

El mundo pareció paralizarse de repente, la vida se ralentizó y los ojos estaban pendientes de las redes sociales y los medios de comunicación para saber lo qué ocurría fuera de los hogares. La preocupación fue creciendo y se trasladó a la ciudadanía y sectores económicos. Canarias lo vivió sobre todo en el turismo. Aeropuertos y alojamientos estaban vacíos, todo negocio turístico se vio perjudicado y la economía del Archipiélago se puso en jaque. 

Ahora todo suena muy lejano, un sueño febril que nunca pasó. Llegaron las fases de desescalada, las reuniones con cierto número de personas, las vacunas., etc. hasta el punto en el que la COVID-19 ha pasado a ser una ‘gripe' más y el confinamiento no es algo en lo que se piense o recuerde, más allá de una anécdota que nadie parece querer recordar por todo lo que supuso. La economía ha vuelto, dentro de lo que cabe, a estabilizarse. El sector turístico celebra su recuperación y ahora las preocupaciones son otras, como la vivienda vacacional, los atentados medioambientales, los salarios y el riesgo de pobreza. Ese capítulo de la historia de Canarias y el resto de España que comenzó hace cuatro años parece cerrado.

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