Los parajes afectados por un incendio forestal tardan entre uno y cinco años en recuperarse. Sin embargo, un centímetro de suelo fértil, que puede erosionarse en pocos días tras el fuego, necesita 500 años para formarse. Aquí, en este último punto, radica la importancia de la prevención. Canarias registró en 2022 el 0,35% de la totalidad de los incendios forestales que tuvieron lugar en España hasta agosto de ese mismo año, 7.613 incluyendo los conatos. Asimismo, representó el 2,62% de la superficie arbolada quemada y el 1,20% de la superficie forestal afectada. Y en lo que va de año, Canarias se ha enfrentado a más de una decena de incendios y conatos. Por ahora la isla de La Palma ha sido la más afectada con el actual, que azota Puntagorda y Tijarafe, quemando más de 3.500 hectáreas y provocando el desalojo de más de 4.000 personas.
Lourdes Hernández, técnica especialista en incendios forestales de WWF, destaca el desafío que representan los grandes incendios forestales de sexta generación, "más violentos e incontrolables" que los conocidos hasta ahora, ya que "pueden arrasar miles de hectáreas en una sola hora" e incluso "poseen la capacidad de modificar las condiciones meteorológicas" de la zona afectada. Si bien existen ecosistemas adaptados a los incendios "ya que el fuego forma parte de su funcionamiento" y tienen cierta resiliencia al mismo, la actividad humana "también ha ayudado a modificar la frecuencia, intensidad y extensión" de estos siniestros.
Más de 15 grandes incendios
Entre enero y junio de este mismo año ya se han registrado más de 15 grandes incendios forestales en España, de acuerdo con la información facilitada por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), un grave problema para los ecosistemas españoles, sobre todo, "para el bienestar de los suelos", los grandes olvidados al hacer balance de un incendio.
Según los datos del Sistema Europeo de Información Sobre Incendios Forestales (EFFIS), 2022 fue un "annus horribilis" para España, con más de 300.000 hectáreas quemadas, "y esta situación va a peor por la combinación de una gran cantidad de terrenos secos y altas temperaturas" que caracterizan el verano en la península ibérica, ha apuntado Celia Ojeda Martínez, doctora en Biología y experta en Ciencias Ambientales de Greenpeace.
Cómo evitarlos
La selvicultura preventiva es una de las acciones de mayor importancia que se lleva a cabo anualmente en los montes de Canarias. Estas medidas incluyen aclareos, podas, limpiezas de bordes de pista, cortafuegos y fajas auxiliares, hidrantes, puntos de agua, vías de acceso, etc.
En las islas de La Palma y Tenerife los cortafuegos se han consolidado como líneas de defensa y seguridad. La tendencia en estas islas así como en la de El Hierro es la creación y mantenimiento de áreas cortafuegos combinada con el tratamiento de auto resistencia de la vegetación, o la instalación de líneas permanentes de hidrantes en puntos estratégicos. En Gran Canaria y La Gomera se tiende más a la creación y mantenimiento de fajas auxiliares de pista en combinación con el tratamiento de auto resistencia de la vegetación.
Otra importante medida de prevención es la declaración de Zonas de Alto Riesgo de incendios forestales, que viene contemplada en la Ley 43/2003, de 21 de noviembre, de Montes. Se trata de establecer áreas en las que la frecuencia o virulencia de los incendios forestales y la importancia de los valores amenazados hagan necesarias medidas especiales de protección contra los mismos. Para estas zonas, además, se prevé la redacción de Planes de Defensa, en los que se contemple la regulación de usos y la definición de los trabajos preventivos que resulte necesario realizar.
Centrarse en el suelo
Tanto Ojeda como Hernández han recordado que el suelo es la base de toda posible recuperación o regeneración en una zona afectada por el fuego, por lo que comprobar su estado entra dentro de las primeras estrategias de emergencia que se deben llevar a cabo tras la extinción de las llamas, en lugar de "centrar toda la atención en volver a plantar" como sucede muchas veces. Sin un suelo fértil "no puede darse la vida" y los nuevos árboles o plantas que se quieran introducir en el paraje afectado no prosperarán si no se recupera.
Las lluvias caídas en zonas arrasadas por las llamas debilitan las capas desprotegidas del suelo, mientras que el arrastre de ceniza "acaba contaminando aguas subterráneas y ríos", indica Ojeda.
Las técnicas para gestionar la regeneración deben contemplar además el impacto del cambio climático pues "si no se tiene en cuenta esa relación, se corre el riesgo de que la recuperación no sea fructífera". Añaden que "muchas comunidades autónomas no cumplen esta premisa", a pesar de que "está comprobado que tenerla en cuenta cambia la virulencia y comportamiento de los incendios".