Este jueves, el aeropuerto de Palma (Mallorca) cerró sus pistas de aterrizaje como consecuencia del temporal de que estaba sufriendo el Archipiélago, con tormentas eléctricas en el entorno del aeródromo.
Una decisión lógica que no comprendió la aerolínea de bajo coste Ryanair, que emitió un comunicado contra e aeropuerto y el Ministerio de Fomento quejándose de la facilidad para cerrar las pistas, sobre todo para los aterrizajes.
El peligroso episodio en Canarias
En este contexto, ha sido un controlador área el que ha recordado un episodio similar e incluso peor, acaecido en el otro archipiélago de España, el canario, en 2018, con la presencia de una aparatosa tormenta que generó el caos en los aeropuertos de las islas.
Se trata del controlador aéreo Eduardo Carrasco, que en un hilo de X (Twitter) se ha referido al artículo que escribió y que ha replicado en la red social a colación del caos de 2018.
“Caras descompuestas, decenas de vuelos desviados o cancelados, voces quebradas, nervios y un controlador aéreo en Urgencias son las consecuencias de la inédita situación vivida el domingo pasado por la tarde en el Centro de Control Aéreo de Canarias”. Así da comienzo la narración de los hechos que en su día explicó Carrasco desde dentro.
Un 'briefing' ya fuera de lo normal
Así, recuerda en su narrativa que algo antes de las tres de aquel domingo, la sala de briefing del Centro de Control se iba llenando con el personal del turno de tarde para esperar a que uno de los supervisores salientes les informara de las condiciones bajo las que iban a trabajar. “Los saludos, bromas y chanzas se cortaron en seco en cuanto un controlador aéreo del turno de mañana con la cara descompuesta entra en la sala. Los supervisores no pueden venir. La situación es muy muy seria. Id entrando en silencio y relevad ordenadamente”, avanza sobre cómo empezó una tarde para olvidar, peor que quedó en el recuerdo como uno de los mayores éxitos en cuando al 100% de seguridad tras lo acontecido.
Así, sobre las 17 horas de la tarde empezó “el baile” con la llegada en tromba de un temporal que, como apunta Carrasco, estaba previsto desde hace días. “Ya por la mañana había habido muchos problemas en los aeropuertos de Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria, pero nada podía preparar a los controladores del turno de tarde para lo que se les venía encima”.
Saturación
Entonces, el sector de aproximación a Gran Canaria se saturó de aviones, a los que se sumaron los que estaban siendo desviados en aquel momento de los aeropuertos de la provincia occidental, provocando que tres pilotos se llegasen declarar cortos de combustible y otro directamente la emergencia/MayDay. “El controlador a cargo del sector no da crédito, teniendo que explicarles a los pilotos que no puede darles prioridad por mucho que quiera, al ser varios en la misma situación”, matiza Carrasco.
Asimismo, señala que en el sector de la aproximación a Lanzarote y Fuerteventura la situación no era mucho mejor y que los pilotos no podían realizar la aproximación al aeropuerto de Lanzarote por la baja visibilidad, empezando a frustrar y a amontonarse en las esperas.
El caos
“Y llega el caos”, declara. “Los aeropuertos de La Palma, Tenerife Sur y Tenerife Norte se quedan inoperativos”, agrega. De esta manera, en aquel momento de aquel 25 de febrero los vuelos se desviaron hacia Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, añadiéndose a los que ya estaban allí.
Así, los de Gran Canaria y Fuerteventura se quedaron sin aparcamientos para aviones, haciendo que en un momento dado nueve ellos estuvieses dando vueltas al norte de la isla conejera sin poder entrar en Lanzarote ni dirigirse a ningún otro aeropuerto. Hasta que ocurrió “lo nunca visto”.
Ayuda internacional y nervios
Y ese nunca visto fue que los supervisores, desbordados, tuvieron que llamar como recurso de urgencia a los Centros de Control de Casablanca (Marruecos) y Lisboa (Portugal) para declarar el rate cero. “Canarias no aceptaba un sólo avión con destino a ningún aeropuerto canario”. Y comenzaron los “desvíos impensables”: Marrakech, Agadir, Faro, o volverse al aeropuerto de origen.
“Nervios, gritos y los supervisores corriendo de teléfono en teléfono coordinando con los aeropuertos para que hagan hueco como sea para los aviones que están en el aire”, relata Carrasco. “En Gran Canaria consiguieron habilitar la plataforma militar para acoger algunos vuelos. En Fuerteventura fueron coordinando uno a uno los parkings que iba dejando libre cada avión que despegaba. La fraseología estándar y los procedimientos saltaron por los aires y en pocos minutos la situación pasó de muy grave a extrema, con pilotos y controladores hablando de tú a tú entre ellos para ver cómo hilvanar manualmente ese inmenso puzle en el que cada vez iban quedando menos piezas disponibles”, agrega el texto.
Una oportunidad... fallida
“Y el tiempo, en aviación, significa combustible”. Ante ese caos los controladores empezaron a chequear con los pilotos el combustible que les queda en sus aviones para hacerse un esquema mental de las posibles secuencias de acciones a tomar, peor entonces se abrió lo que parecía una oportunidad: “¡Tenerife abierto!”.
En este nuevo contexto, los controladores no tardaron en comenzar a informar a los pilotos la posibilidad de dirigirse a Tenerife Sur y que alivió, en un principio, a más de un piloto que empezaba a vérselas canutas para tomar tierra en algún punto con seguridad.
Pero no, no era el día de la suerte. Los controladores del sector de la aproximación a los aeropuertos de Tenerife Norte y Tenerife Sur observaron como numerosos aviones fueron despegando de los aeropuertos canarios hacia Tenerife, mientras que otra ingente cantidad de aeroplanos llegaban por el oeste. “No caben. Se paran todos los despegues destino Tenerife Sur y los aviones van incorporándose a los circuitos de espera, esta vez sobre la isla de Tenerife, esperando su turno. Un piloto, desesperado, se queja amargamente de que lleva siete horas volando, ha sido desviado a Gran Canaria, y ahora tiene que esperar de nuevo. La contestación del controlador es desoladora: no hay parking en Tenerife para él de momento”, narra Eduardo Carrasco.
La luz al final de la tormenta
Por fortuna para este piloto, unos pocos minutos después le dan la luz verde en el último parking disponible. “La respuesta del piloto lo expresa todo: I could kiss you right now”
Sería el primer aterrizaje de lo que, más o menos, fue el inicio de la vuelta a la normalidad de aquel 25 de febrero de 2018 en el que una tormenta puso en riesgo la seguridad aérea en Canarias. “Una tarde sin precedentes en el espacio aéreo canario en el que un grupo de aguerridos profesionales se vieron llevados al límite, y en la que tanto pilotos como controladores aéreos salvaron una papeleta imposible y por momentos preocupante, y por la que deberían sentirse tremendamente orgullosos”, finaliza el relato.