En julio de 1999 se registraron los primeros fallecimientos de personas migrantes que intentaban llegar a Canarias. Esos nueve jóvenes que murieron a 300 metros de la costa de Fuerteventura se convirtieron en el inicio de una herida que, 24 años después, sigue abierta y supurante. Fue un golpe de realidad porque ya habían llegado pateras y cayucos al archipiélago, pero los isleños, que nunca antes habían tenido que recoger el cadáver de una persona migrante, fueron conscientes de que subirse a esa embarcación no era mero capricho, significaba jugarse la vida.
La conocida como Ruta Canaria es considerada como una de las más mortíferas de todas las vías migratorias. Largas travesías en mar abierto, distancias de más de 450 kilómetros —a veces de hasta 800 o 1.000— y la responsable del 61% de las muertes de migrantes en África, por encima, incluso, de las travesías por el desierto del Sáhara —el cementerio histórico del continente—, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Crisis de los cayucos
En 2006, durante la conocida como crisis de los cayucos, llegaron 31.678 personas migrantes a Canarias en rutas que partían desde el Sáhara, Mauritania o Senegal. Esta ha sido históricamente la cifra más alta registrada en las islas —y en el conjunto del país hasta hace unos años— para un solo año. Al siguiente, los números se redujeron a 12.478 personas y en 2008 bajaron a 9.181.
Tras esta situación, España puso en marcha lo que se denominó como Plan África —ya va por su tercera actualización—. Este se articuló en un marco temporal de tres años, de 2006 a 2008, e incluía el fomento de la cooperación con países africanos en la regulación de flujos migratorios por medio del reforzamiento de las medidas de control en las fronteras, la repatriación inmediata de las personas migrantes, el impulso de la integración de los colectivos de migrantes, el incremento de los esfuerzos para completar una red de Acuerdos de Cooperación Migratoria y Readmisión, y la involucración de las organizaciones e instituciones multilaterales, tanto de la Unión Europea, como de las organizaciones africanas, en la lucha contra la inmigración irregular.
Movimientos migratorios
En África, las migraciones son fenómenos que se producen, principalmente, dentro del propio continente. Es más, según datos del Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, “cuatro de cada cinco migrantes se quedan en el continente y solo uno llega a Europa”. Asimismo, en el tercer Plan África de esta administración, publicado el 14 de febrero de 2023, se explica que los principales países de destino de los migrantes africanos el pasado año 2022 no fueron europeos sino Sudáfrica y Costa de Marfil.
“En las recurrentes crisis migratorias que se producen en la Unión Europea, los flujos procedentes de África constituyen solo una parte del total de migrantes que recibe la UE”, continúa el documento del Ministerio. “Sin embargo, la percepción que existe en África es que sus ciudadanos son peor recibidos en Europa que los de otras partes del mundo y que la Unión Europea centra excesivamente sus relaciones con ellos en la cuestión del control de la inmigración irregular y en concreto, de las repatriaciones”. Desde la cartera que dirige José Manuel Albares defienden que es preciso ir más allá de esas repatriaciones, “es crucial apoyar una estrategia que abarque aspectos económicos, políticos y de seguridad que convenza a los africanos del interés genuino de Europa en ellos, que será lo que a la postre consiga una implicación efectiva de los africanos en la cuestión migratoria”, expone el escrito.
Llegadas en 2020
Durante 2020 en Canarias se habló de algo más que la pandemia de COVID-19. A sus costas llegaron más de 23.000 personas migrantes y refugiados y pilló a un Gobierno central y autonómico sin espacios donde recibirlos, sin camas, sin condiciones dignas y, sobre todo, sin una estrategia para hacer frente al aumento de llegadas. Y mientras tanto, un muelle de Arguineguín (Gran Canaria) con 2.600 personas hacinadas en su interior se convirtió en la imagen de una nueva crisis migratoria que asolaba el archipiélago y que tenía por víctimas, como siempre, a seres humanos indefensos.
Durante esta crisis se abrieron más de 10.000 plazas hoteleras en tiempo récord —estos permanecían cerrados a causa de la pandemia—, pero decenas de migrantes pasaron a vivir en las calles y se bloquearon puertos y aeropuertos para evitar que los recién llegados alcanzaran el continente.
Una nueva temporada
Este drama regresa ahora en 2023 con una nueva temporada donde parece que la historia se repite y la pescadilla no para de morderse la cola. En el último fin de semana han llegado a Canarias 1.282 supervivientes de trayectos en pateras, cayucos y lanchas neumáticas —se han tenido que reactivar varios centros de acogida de las islas—. En solo 48 horas, el archipiélago realizó el mayor número de rescates de todo 2023 y con El Hierro, la isla de menor tamaño, con su capacidad de acogida completamente sobrepasada al recibir unos 420 migrantes sólo ese fin de semana.
Entre enero y julio de 2023, el número de llegadas con respecto al mismo periodo de 2022 había descendido un 11%. Sin embargo, durante el mes de agosto se vio el primer repunte con un aumento del 7% y la tendencia no apunta a una bajada. Es más, la inestabilidad política en Senegal y Malí, los golpes de estado en Níger, Gabón o Guinea e incluso el terremoto de Marruecos avisan de otra posible crisis humanitaria. ¿Cuál será el desenlace?