Una simple llamada de teléfono ha marcado un antes y un después para varios miles de personas al año tan solo en el Archipiélago canario. Ciudadanos sin fuerzas ni ilusión para afrontar la vida, paralizados por una soledad más agudizada desde el confinamiento, que decidieron marcar el 922 334050 o 928 334050, el número del Teléfono de la Esperanza en función de su provincia de residencia, y confiar en una voz amiga.Crisis psicológicas y emocionales por causa del coronavirus, acrecentadas por la ansiedad, la soledad o la depresión, sin olvidar los conflictos de convivencia o el desamor, siguen siendo las dificultades que más trasladan al grupo de orientadores que conforman esta organización sin ánimo de lucro, cuya máxima ilusión es poder hacer sentir mejor a otra persona, aunque nunca la vayan a conocer.Para acercarnos más a esta labor desinteresada que tanto impacto positivo está teniendo en la sociedad, AtlánticoHoy ha entrevistado a uno de los orientadores de este servicio, quien lleva cuatro años escuchando, siempre sin juzgar, porque el dolor de quien llama "no se compara ni se refuta". “Todas las llamadas son igual de importantes”, asegura este ciudadano que, aunque mantiene el anonimato, contagia en segundos una sensación de cercanía que invita a quitarnos la coraza.Ahora, la pandemia de coronavirus ha elevado cerca de un 40 por ciento o más las llamadas que reciben en busca de apoyo o, simplemente, compañía. De hecho, a nivel nacional, este servicio recibió cerca de 50.000 contactos telefónicos tan solo durante el estado de alarma, muchos de personas que pretendían quitarse la vida."Los últimos meses han sido un reto para todos nosotros", reconoce este orientador cuya labor es el claro ejemplo de que, cuando piensas que la vida ya no tiene ningún sentido, el dar el paso de realizar una llamada anónima lo puede cambiar todo. Y el grupo de voluntarios del Teléfono de la Esperanza va a estar cada día, los 365 días del año, las 24 horas del día, disponible para ti.
- ¿Qué le ha aportado su experiencia en el Teléfono de la Esperanza?
Estos cuatro años como orientador en el Teléfono de la Esperanza me han enseñado mucho y aportado mucho más. Compartir, aportar algo a otros seres humanos… Pero de esta experiencia también me he beneficiado yo. Con una conversación, la vida de una persona ha cambiado un poco. Nuestra vida es nuestro pensamiento y esta experiencia te va ayudando a pensar. El pago que recibo es que una persona me diga: gracias a ti me siento mejor.
- ¿De qué problemáticas suelen hablarles más las personas que marcan el número del Teléfono de la Esperanza?
La preocupación principal suele ser la soledad. Este era el principal sentimiento que compartían con nosotros muchos de los que llamaban, incluso antes de la pandemia. Esto es algo que no ha cambiado tanto, aunque la covid-19 nos haya traído incluso más soledad. A una persona mayor, un familiar, ahora lo visitan muchas menos personas o con menor frecuencia. Las relaciones humanas se están viendo muy perjudicadas por el coronavirus.
- Otra época que se acerca, y que suele afectar mucho al estado de ánimo, es la Navidad.
Sí, es cierto. La cercanía de la Navidad también nos preocupa, aunque aún no hemos recibido llamadas sobre eso, pero se aproxima la época. Cuando llega la Navidad, la persona se siente todavía más sola. Así es esta vida. La sociedad ha cambiado. Antes, yo trabajaba en una empresa con un equipo que era casi una familia y hacíamos encuentros por Navidad. Ahora todo eso ya no sería igual. Pero en general la sociedad ya había ido cambiando antes de la pandemia. Mucha gente va a lo suyo y, en lugar de hablar, miran el móvil. La vida es así, va cambiando, y el coronavirus también nos va a cambiar. Ya lo está haciendo. Además, el coronavirus es muy negativo para las relaciones humanas. No podemos darnos besos, abrazos, nos separa… Ese distanciamiento afecta a los seres humanos y remarca esa sensación de soledad.
- ¿Cuánto han aumentado las llamadas al Teléfono de la Esperanza en Canarias desde que la pandemia llegó a nuestras vidas?
No conozco el dato exacto, pero se calcula que han aumentado las llamadas un 40 por ciento o más. La mayoría de las personas se ponen en contacto con nosotros por la soledad. Nos cuentan cómo se sienten, cómo ha sido su día, su vida… Es que muchas personas no tienen con quién desahogarse. Nos dicen cosas como “en este mundo no tengo a nadie más con quien hablar que no sea ustedes”. Otros, simplemente están agobiados, y hablar les alivia.Este año, el Teléfono de la Esperanza ha sido más beneficioso que nunca. Incluso ha sido beneficioso para mí mismo. La pandemia nos ha influido mucho a todos. Las personas, en general, estamos más sensibles y nosotros notamos más preocupación en las llamadas, más agobio de la sociedad.
- ¿Están preparados para llamadas que sean de especial gravedad, como aquellos que plantean quitarse la vida?
Tenemos una preparación para ello. Somos personas que nos hemos enfocado hacia esa labor porque todos tenemos una empatía, ganas de ayudar, interés en la psicología humana… La persona que llama no pide tanto un especialista, alguien que le diga cuál es su problema o diagnóstico. Ellos ya lo saben, pero les satisface hablar con alguien desde un punto de vista más humano.
- ¿Cómo les beneficia esa conversación?
Cuando acaban de hablar se les nota hasta en el ánimo. Los sientes más tranquilos, en paz, y muchos de ellos te lo dicen así: "me siento en paz". Esto es más frecuente en mujeres que en hombres, pero todos somos humanos y tenemos problemas similares. Son muchos los que se sienten aliviados tras llamar al Teléfono de la Esperanza. Encuentran a alguien que les escucha y a quien expresarle lo que piensan y sienten. Quien está en esto tiene sensibilidad y empatía con las demás personas. Quiere ayudar, aliviar la carga de los demás, a pesar de todo el sufrimiento que haya tenido que escuchar.
- ¿Recuerda alguna llamada en especial?
Sí, la de una mujer que se iba a suicidar, pero no lo hizo después de que habláramos. Volvió a llamar más veces y sé que no lo llegó a hacer nunca. Fue uno de los casos más impactantes para mí. Otros te cuentan que estaban al lado de la carretera mientras hablaban contigo, pero han decidido irse a casa. En algunos de esos casos no sé qué habrá sido de su vida. Es así. Llaman libremente. Hablamos con ellos, pero no tienen la obligación de contarnos nada más.