Hace unas semanas, el último informe educativo de la OCDE reflejaba que, al pasar a la educación secundaria, los alumnos españoles pasan a tener muchas más horas de clase que el resto del conjunto de la Unión Europea. Esto significa que las cargas lectivas no se están reduciendo y que, al contrario, aumentan con el paso de los cursos. La radiografía presentada por la OCDE presenta un panorama de 1.057 horas de estudio —en Finlandia, país referente en educación, se dan 808 horas—.
Países como Portugal, Alemania e Irlanda siguen el camino finlandés, mientras que Francia y Suecia están por debajo del nivel español porque han aumentado las horas lectivas en los últimos años. Es cierto que “un modelo de aprendizaje ideal no existe”, manifiesta Isabel Santana, psicóloga y orientadora escolar. “Cada alumno es único e individual por lo que el aprendizaje le puede llegar de una forma u otra, lo ideal es ajustarnos al término medio, conocer lo que funciona dependiendo del curso en el que estemos”.
Cambiar el modelo
“Sí es verdad que lo que ya no está funcionado son las clases magistrales de abrir el libro por la página 20 y leer el tema entero sobre los planetas o los seres vivos”, continúa. Este tipo de educación aburre a unos alumnos que están en modo tecnológico. “Ahora mismo lo que los niños necesitan es que las clases sean sorpresivas y divertidas, que el profesorado motive el aprendizaje, que no se esperen lo que va a pasar y que se ajusten a las necesidades de los alumnos”, defiende Santana.
Sin embargo, “hay colegios que aún tienen, por ejemplo, horarios partidos”, critica la psicóloga. “Y, además, por las tardes ponen asignaturas como matemáticas o lengua y el rendimiento es menor porque vienen de horas anteriores donde ya han tenido mucha carga de estudio”. Las funciones cognitivas no están desarrolladas del todo, sobre todo la memoria y la concentración, por lo que “ir a comer, volver y concentrarse les cuesta muchísimo más”.
¿Y los deberes?
En este debate sobre el modelo educativo actual entran las tareas que se envían para hacer en casa. “En nuestro sistema educativo hay muchos centros que todavía mandan muchas tareas extraescolares”, explica Santana. Y entonces, las familias tienen que ponerse a hacer las tareas con los niños para convertirse en profesores, “algo que limita el tiempo de juego, de ocio y otras muchísimas actividades que deben hacer porque forman parte también de su aprendizaje”.
Es más, “muchas familias acaban teniendo conflictos relacionales porque no saben cómo explicar la tarea, el niño los desafía, gastan dinero en clases particulares…”, manifiesta la orientadora. En conclusión, “no debería haber tareas por la tarde para casa porque no vale ni mejora los aprendizajes, al contrario”, concluye.