Unamuno no fue el único que se quedó prendado de la belleza de las islas canarias. Por el Archipiélago pasaron grandes ilustres, algunos de vacaciones, otros como sitio de paso para un destino final y otras, como es el caso de Agatha Christie, para superar un momento doloroso derivado de su divorcio con Archibald Christie.
La escritora estaba sumida en una gran depresión y decidió viajar lejos de su país para ganar la batalla interior que estaba librando. La dramaturga británica pensó que Canarias podría ser ese lugar que le transmitiera la calma que necesitaba —a la vez que los pueblos costeros le recordaban a su pueblo natal— Torquay. Entre todas las opciones se decantó por Las Palmas de Gran Canaria, donde se dedicó de lleno a la escritura y donde encontró inspiración para muchas de sus novelas de estilo policiaco.
Agatha y la ciudad capitalina
Aunque llegó a Canarias para evadirse, lo hizo acompañada de su hija y su secretaria, que velaban por su salud y bienestar. Las tres se instalaron en el hotel Metropol que lo regentaban británicos.
Sus lugares de confianza eran el Brithish Club y el Tennis Courts, por lo que siempre estuvo en contacto con sus raíces aún estando lejos de Inglaterra en los años 20 y 30. Es probable que los lugares mágicos que esconde la Isla la inspirasen en novelas como La señorita de compañía, cuya sinopsis sin spoiler es que "una señorita de compañía inglesa, Amy Durrant, fallece ahogada en extrañas circunstancias en el Puerto de Las Nieves mientras nada en compañía de la señora Burton".
La playa de Las Canteras
Agatha Christie también se enamoró de la playa de Las Canteras. Era una apasionada de los deportes acuáticos, sobre todo del surf, es por eso que hay una placa con su nombre cerca de la cícer donde diariamente se reúnen los deportistas.
En su biografía, la autora cuenta con cariño su estancia en Gran Canaria, la Isla que la ayudó a salir de la depresión y retomar las riendas de su vida con destino a la felicidad. Posteriormente recorrió el mundo junto a Max Mallowan, su nuevo marido, quién la acompañaba en sus aventuras que le servían de inspiración en sus obras literarias.