Giovanni Roma es un niño en la Italia de los 80. Como cada semana, va al cine acompañado de su padre en la región de Apulia para sentir cómo el arte lo abraza y se deja sorprender por cada escena, gesto y banda sonora. Momentos cotidianos que le hacen descubrir que su pasión es interpretar. Quiere ser él mismo y sentirse libre. Sin ataduras. Al cumplir los 18 viaja hasta la capital de su país para estudiar en una escuela de teatro y tras algún vaivén de esos que te da la vida acabó en Gran Canaria. Ahora reencarna cada día al mítico personaje Charles Chaplin en el Faro de Maspalomas para “formar parte de la vida de las personas”.
Su rutina es innegociable. Llega al paseo acompañado de una maleta donde a su disfraz no le falta detalle. Zapatos, pantalón, camisa, chaleco, peluca, maquillaje, gorro, flores, un silbato y piruletas para los niños. En definitiva, su uniforme de trabajo. Mientras se prepara, la gente lo mira con curiosidad y él sonríe. Si algo está claro es que no se arrepiente de haber llegado a la Isla para ganarse la vida.
Los niños
Cada jornada recorre durante tres horas el paseo de un lado a otro bromeando con los viandantes. Una actividad que implica contacto con los demás y aunque la mayoría se lo toma bien “hay gente que no lo entiende”. Él tiene claro que los más pequeños son su mejor público “porque no tienen prejuicios”. “Se preguntan sorprendidos que quién soy y qué estoy haciendo”, añade.
El paseo del Faro de Maspalomas está repleto de artistas callejeros, pero Giovanni ha sabido diferenciarse para hacer una actividad nueva que llama la atención. No pasa desapercibido para nadie. Es el fruto de un trabajo durante mucho tiempo en el que su personaje ha evolucionado. “Mi historia es un poco larga”, reconoce.
Encontrarse a sí mismo
Este apasionado del cine llegó a Gran Canaria en 2013. “No me sentía bien y quería estar un poco en paz. Me puse a buscar sitios y me decidí por esta isla. Estuve un mes visitándola y busqué un trabajo”, narra. “Estuve en una cafetería pero había algo que no me gustaba”, apostilla. Entonces se le vino a la mente la posibilidad de trabajar en la calle y pensó: “¿Por qué no?”.
Empezó a disfrazarse de Charlot en Playa del Inglés, pero el destino lo llevó hasta Alemania durante seis años y volvió al Archipiélago en 2022. El pasado mes de enero decidió continuar con la que había sido su afición, aunque esta vez como un trabajo en Meloneras con el que puede pagar sus gastos.
"Aquí hay mucha cultura"
“Probé aquí porque hay más gente diferente que en Playa del Inglés.Tomé la decisión para probar algo nuevo, quería salir fuera de mi zona de confort. Tenía un poco de miedo por hacer algo diferente en otro sitio, pero eso me estimula”, continúa. En su rostro tranquilo y su mensaje coherente queda claro que no es un hombre conformista.
Volviendo a cómo lo recibe su público, Giovanni subraya que “aquí hay mucha cultura, las personas no tienen miedo al contacto porque están acostumbradas”. “Yo con la experiencia ya me imagino a quién me puedo acercar. Hay personas serias que luego me sonríen o al revés. El ser humano siempre da alguna sorpresa”, reflexiona.
Una piedra en un río
“Soy como una piedra en un río”, expresa, “con la que puedes jugar, ignorarla o hacer una foto”. Algo similar a lo que le ocurrió para elegir el personaje que acabaría encarnando y comenta que fue el destino quien decidió que debía disfrazare de Charlot.
“Cuando llegué aquí hice un puzle para ver qué podía hacer. En 2014 hacía 100 años que Charlot había nacido y veía cómo hablaban de esto en la televisión. Yo fui a comprar un disfraz a un local y en la primera página del catálogo aparecía el personaje. Fue Charlot quien tomó la decisión de ser yo, no al contrario”, relata.
Energía física y mental
Incide en que con el tiempo se dio cuenta de que dejaba algo a la gente y eso lo hacía sentir bien. Eso sí, no olvida que “es un trabajo porque son tres horas con mucha energía física y mental. Demasiada concentración”. Además, ha trabajado en algún restaurante que lo ha contratado para actuar y está abierto a que otra gente cuente con él para amenizar sus fiestas.
Maspalomas es tierra de Carnaval y, aunque resulte paradójico, Giovanni dice entre risas que solo se ha disfrazado para la fiesta grande del sur una vez. “Cuando la gente se disfraza hace cosas que no hace en su vida normal, todo el mundo necesita una máscara para combatir la presión de la sociedad”, apunta.
Giovanni cita a uno de sus escritores favoritos, Luigi Pirandello, para destacar que cada persona tiene su propia máscara. “Tú solo te la quitas cuando estás contigo mismo”, añade. Él se la pinta siempre para trabajar y así poder conseguir que la gente esboce una sonrisa. Porque como llegó a afirmar el personaje que ahora encarna, “un día sin sonreír es un día perdido”.