“La realidad observada en este estudio confirma que las escuelas siguen siendo un foco de numerosos riesgos de exclusión”. Así de tajante se expresa una de las conclusiones del recientemente publicado estudio Diagnóstico de la realidad LGTBI+ de la Isla de Tenerife realizado por 12 investigadores de la Universidad de La Laguna que aborda la experiencia que sufren gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en ámbitos como la participación ciudadana, la familia, el entorno laboral o educativo.
Si bien es destacable que el estudio recalca que la sociedad en Tenerife en general “muestra actitudes de tolerancia” hacia la comunidad, lo cierto es que esos niveles de aceptación varían en función del entorno social o laboral de estudio. Así la infancia y la adolescencia de las personas homosexuales, bisexuales, intersexuales y transexuales de la Isla se ve especialmente afectada por la falta de inclusión, lo que influye especialmente en el “bienestar emocional y psicológico, pues se vive como una forma de exclusión o de rechazo por ser diferentes de la mayoría”.
Abandono de estudios
El estudio recoge las experiencias de 607 personas mayores de 18 años residentes en la Isla de Tenerife en base a la trayectoria académica y la experiencia en centros educativos. Para el primero de estos parámetros si bien se destaca que “hay algunos casos especialmente traumáticos” (principalmente de mujeres transexuales) donde las personas del colectivo “se han visto forzadas a abandonar el sistema educativo de forma temprana”, se resalta que “en general, no ha habido problemas para acceder al sistema educativo y progresar de forma similar al resto de población, de hecho, la mayoría llegan a la universidad”.
“Yo ni siquiera terminé el instituto, o sea fue tan horrible que de hecho yo entraba a clase a las 8 de la mañana, salía a las 2, y yo con tal de no ir al baño tenía que esperar a salir de clase y orinar en la calle”, narra uno de los testimonios de una mujer transexual incluido en el estudio. “Cogí y dije en segundo de la ESO, no voy más a clase, o sea, no voy más a clase porque para sufrir todo lo que estoy sufriendo lo dejo y, de hecho, no pude terminar los estudios”, continúa la cita.
El colegio como un infierno
Pero es la experiencia en los centros educativos de la Isla la que ocupa un mayor análisis en el estudio. La principal conclusión es que la experiencia, en general, ha sido negativa lo que “ha afectado a su bienestar emocional y psicológico, pues se vive como una forma de exclusión o de rechazo por ser diferentes de la mayoría”. Esta falta de tolerancia resulta en insultos o comentarios hirientes de contenido homofóbico que además se agravan cuando convergen distintas características personales como son el tipo de cuerpo, el color de piel o la procedencia.
“Yo llego aquí hace tres años y recuerdo que comencé a estudiar a la semana de estar y el primer comentario que escuche: este es maricón, cuando llegue al aula de clase”, refleja uno de los testimonios. Otro de los alegatos expresa: “Lo que pasa es que se intenta hacer un poco una función de camaleón, pues igual intentas camuflarte con lo que tienes al lado y sobrevives porque claro uno veía que la gente que era más abierta con su orientación sexual pues lo pasaba muy mal y era brutal, la verdad”.
Territorio incómodo
Este acoso se ve potenciado con las personas trans, tanto en lo relacionado por la ropa que visten como al uso del nombre sentido en las clases y en los documentos de uso público en los centros. Asimismo, el uso de los baños es otro de los grandes problemas que enfrentan los menores transexuales, que consideran estos entornos como espacios no seguros.
Las situaciones de discriminación por razón de la orientación sexual y de género en los centros educativos pone, además, de manifiesto que existe una falta de apoyo por parte del personal docente, los profesionales de psicología de los centros, los responsables del servicio de orientación e, incluso, las familias de otros estudiantes. “Se percibe cierta tendencia al ocultamiento de las experiencias de acoso por parte del personal docente, así como falta de respuesta (o inacción) frente a hechos concretos (se destacan los castigos a las personas acosadas y la separación de las personas disidentes sexuales).
Sin apoyo
Entre los testimonios que recoge el estudio se puede leer: “No tuve apoyo, no tuve nada, me llamaban bicho raro hasta los profesores”, “yo tuve un conflicto en un baño en el que me pegaron y si no llega a estar mi mejor amigo, creo que me cascan fuerte. Lo hablé con el jefe de estudios y me delegó al baño de los profesores. Se me prohibió la entrada al baño tanto femenino como masculino y se me dio una llave para el baño de los maestros” o “si un alumno sufre acoso en un centro, desgraciadamente en España el que se tiene que ir es el que sufre el acoso, es al que se le cambia de centro. Los acosadores, todos, se quedan de rositas”.
Estas situaciones evidencian una carencia en la educación afectivo sexual que se da en los centros educativos, especialmente en colegios e institutos. El estudio destaca que esta carencia se da en primer lugar por la corta duración de las materias que abordan este conocimiento y por el hecho de que la educación sexual se centra en la reproducción humana, lo que se suma a la escasa representación de la diversidad sexual en el currículum educativo.
Una falta de educación que se da tanto para los alumnos como para los docentes. A esto se suma el poco o mal uso del lenguaje inclusivo por parte de los profesores y maestros.“Se pone de manifiesto la falta de educación afectivo sexual que funcione y la necesidad de trabajar con todas las familias, demandando formación específica en diversidad sexual tanto para el alumnado como para el personal docente. En todo caso, se aprecia una mejora de las situaciones vividas por los más jóvenes respecto a las personas de más edad”, concluye el estudio.
Recomendaciones
Dado que el documento ha sido elaborado a petición del Cabildo de Tenerife se incluyen varias propuestas de mejora como “promover alianzas y/o convenios interinstitucionales con la finalidad de trabajar conjuntamente con otros niveles administrativos y así sumar esfuerzos en la generalización de contenidos de educación afectivo-genérica” o, dentro de las competencias insulares, mejorar “las acciones que ya se realizan dentro de los centros educativos, incluidas las universidades, quizás quepa ampliar su duración, fortalecer y/o ampliar las alianzas con los equipos directivos”.
Unas propuestas que buscan cambiar tanto en la actualidad como en el futuro las experiencias negativas que, en general, sufren las personas de la comunidad LGTB en la isla durante su etapa escolar, “que confirman la necesidad de seguir luchando contra los riesgos de exclusión dentro del sistema educativo tinerfeño”, destaca el estudio.