Sobre las aguas mansas de la bahía de Arrecife se alza una fortaleza que nos retrotrae a épocas más agitadas de la historia de Canarias. Cualquier día pacífico podía convertirse en jornada de lucha si por el horizonte surgían naves con intención de alcanzar las costas de la isla. Con tantos piratas como surcaban los mares en el siglo XVI, Lanzarote quería estar prevenida y para ello decidió fortificar su litoral con, entre otras construcciones, el Castillo de San Gabriel.
En 1573 se erigió la primera fortaleza en el islote del Quemado, denominado así porque esta estructura de madera sucumbió al incendio provocado por el ataque, finalmente repelido, del corsario otomano Morato Arráez en 1586. En esa misma ubicación el ingeniero Leonardo Torriani, enviado por Felipe II para reformar el precario sistema de defensa de la isla, propuso en 1596 la construcción del actual castillo, que se levantaría en las décadas posteriores del siglo XVII con un diseño amurallado con parapetos y cantería.
En lo alto de esta fortificación, donde se apostaban los vigías escrutaban el Atlántico, se conservan actualmente, además de dos cañoneras y su emblemática espadaña, la campana que estremecía con su tañido a toda la población de la ciudad y se propagaba por el resto de castillos de la costa de Lanzarote. ¡Alerta, enemigos en el horizonte!
Un puente único
Aunque los orígenes de esta fortaleza se encuentren en el siglo XVI, su aspecto actual data de 1771 cuando, durante el reinado de Carlos III, el ingeniero José Ruiz Cermeño recibió el encargo de reforzar la línea defensiva de la ciudad mediante la construcción de una acceso donde se ubicaría la artillería y que, además, cuenta con una pasarela levadiza de manera que permitía aislar la fortaleza para protegerla.
Erigido en piedra natural apilada, el Puente de Las Bolas cuenta con pilares sobre los que descansan las dos célebres esferas -¿símbolos del globo terrestre o alegorías de balas de cañón?- en un camino empedrado de 175 metros, solo interrumpido por el puente levadizo de madera, que conecta la fortificación con la ciudad.
En paralelo discurre otro puente de acceso, de construcción más reciente, en un conjunto que fue declarado Patrimonio Histórico Nacional en 1972 y Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Canarias en 1998.
Un museo en San Gabriel
En pleno Castillo de San Gabriel acoge desde 1972 el Museo Arqueológico y Etnográfico que, desde 2014 se llama oficialmente Museo de Historia de Arrecife, y alberga en su interior piezas de la antigua cultura de los majos, los aborígenes de Lanzarote, así como documentos relevantes y maquetas sobre la evolución de la capital.
Gran parte de la colección expuesta fue donada en 1972 por el polifacético autodidacta Juan Brito, considerado por muchos como la memoria de Lanzarote por sus incalculables aportaciones a cultura y tradición de la isla, además de hallazgos arqueológicos, entre ellos la piedra grabada prehispánica procedente del mandato del rey aborigen Zonzamas o los yacimientos fósiles de Punta Papagayo.