Florida (Estados Unidos) vive momentos difíciles. El huracán Milton, que ha alcanzado el centro de la ciudad, ha llegado con fuerza y ha arrasado con todo. Tornados que avanzaban imparables, dos fallecidos en la costa oeste, casas destrozadas, millones de personas sin electricidad o un sinfín de gente desplazada para huir de la catástrofe son las peores consecuencias que ha dejado para desgraciada de quienes viven en las áreas más afectadas. La velocidad del viento da vértigo solo al escucharla: 134 kilómetros por hora se esperaban este jueves para la zona del Cabo Cañaveral. Por el momento, ha disminuido a su categoría 1, pero el miedo que ha generado en la población es indiscutible —a la par que comprensible—.
Allí, al otro lado del Océano Atlántico, viven Patricia Expósito y Álex Rodríguez, dos canarios con los que se ha puesto en contacto este periódico para conocer de primera mano cómo lo están viviendo. Tanto el desconocimiento como la lejanía de sus hogares ha hecho que les resulte especialmente duro no saber qué va a pasar. La incertidumbre no es una buena compañera. Él, natural de Tenerife, vive en Miami, al sur de Florida, donde por suerte el huracán dejó solo una estela en comparación con lo registrado en otros puntos. Aún así, no se libró de la ansiedad que generan las catástrofes naturales. “Ayer [este miércoles para el lector] hubo más de 20 tornados, es la mayor concentración que se ha dado en la historia de Estados Unidos”, afirma.
Destrozos en coches y casas
Asegura que eso trajo un montón de destrozos de coches y casas. Su testimonio estremece porque para muchos podría parecer de película. “El problema de esto es que si estabas conduciendo, como era mi caso, te llegaba una alarma y te decía ‘atención, porque en su zona está a punto de desarrollarse un un tornado’, esto es un poco fuerte porque no sabes dónde va a caer ni la magnitud que tendrá”, relata. A pesar de todo, admite que en Miami “prácticamente ni sentimos nada, no estaba en la trayectoria del ojo del huracán”.
“En Tampa”, exclama, “sí ha sido un desastre”. Es una ciudad en la costa oeste y pertenece al condado de Hillsborough. Se trata del lugar donde tiene su residencia Patricia —originaria de Gran Canaria—, una urbe en la que entró un bloque de agua de cinco metros de altura e la inundó prácticamente toda. Desde que Milton irrumpió, tener electricidad es casi un lujo y la canaria lo corrobora: “No podemos ver las noticias, no tenemos internet en casa y hay zonas que no tienen luz”. Hablar con ella resulta complicado, dado que la cobertura es escasa. Las llamadas se cortan y los mensajes a través de WhatsApp van a trompicones.
Irse o morir
Milton no es el único huracán que Florida ha padecido en los últimos meses. Hace dos semanas arrasó también el huracán Helene, que entró por el noroeste con categoría 4 y dejó más de 250 muertos. Quizás sean esos antecedentes los que llevaron a Jane Castor, la alcaldesa de Tampa, a lanzar un mensaje catastrofista a los ciudadanos este martes, cuando la catástrofe estaba cerca. En una entrevista a la cadena de televisión estadounidense CNN, fue clara: “Hay que prepararse, hacer lo que hay que hacer, y luego salir de las zonas de evacuación”. El municipio, que tiene 203.000 metros de costa, debía estar alerta. La regidora indicó que quien eligiera quedarse, moriría.
Para Patricia, residente en Tampa, lo más duro ha sido “el nerviosismo de ver a muchas personas yéndose de Florida y el desconocimiento de qué pasará”. “Ayer hubo demasiado viento, lluvia, no podíamos salir de aquí, ahora lo que toca es limpiar los destrozos —por la zona donde vive ella han sido sobre todo de árboles o algunas puertas—, ayudar en lo que se pueda”, apostilla. Reconoce, además, que sus familiares que viven en Canarias lo han pasado mal: “Me llamó mi hermana para que mi abuela me viera porque estaba llorando”.
Lo peor, la ansiedad
El tinerfeño Álex, que trabaja en Univisión —la cadena de televisión de habla hispana líder en Estados Unidos— y es corresponsal en el país norteamericano para Mediaset España, cuenta que es el tercer huracán que vive. Eso sí, “uno se pone nervioso porque al final nosotros como canarios no nacemos con esto, es algo nuevo”. “La ansiedad de la espera fue lo peor de todo”, agrega. No es para menos en un contexto donde la policía pedía —en sintonía con las palabras de la alcaldesa— que quienes decidieran quedar se sacaran una foto con la ropa que llevaban para que resultara más sencillo después encontrar los cadáveres.
“No les sobraba razón, porque las inundaciones son devastadoras, catastróficas como dijeron, pero sí es verdad que quisieron alarmar bastante a la sociedad para que abandonaran esos lugares y evacuaran lo antes posible”, asevera el periodista. Como es natural, sus padres lo han llamado todo el tiempo ante las imágenes del huracán que han llegado a España. Y aunque en Miami las consecuencias han sido menos graves, Álex no duda en decir que ha pasado la noche en vela. Suena razonable que sea complicado conciliar el sueño con el sonido de los truenos, los relámpagos, la lluvia y el viento golpeando contra las ventanas. Todo unido al deseo de salir ileso.