Antes de establecer una única moneda para todo el territorio nacional, en Canaria existía una moneda propia, la moneda isleña.
Nacieron con un objetivo claro: retener el oro que llegaba a las Islas y evitar que la riqueza saliera fuera, por eso en el siglo XVI se permitió el resellado de las monedas.
La moneda isleña
Cada isla tenía un resellado diferente. Por ejemplo, en el caso de Gran Canaria la moneda tenía una hoja de palma en el centro; La Palma una hoja de palmera y Tenerife una P y una imagen de San Miguel.
Pero quien hace la norma hace la trampa y pronto comenzaron a notar falsificaciones en las monedas reselladas, sobre todo en aquellas que mostraban un león de tres patas conocidas como bambas y tuvieron que tomar acciones en contra de la falsificación del dinero.
El la isla de El Hierro había dos tipos de monedas de vellón —aleación de metal noble con otro metal no precioso— que no estaba presente en ningún otra isla. En Lanzarote se popularizó también el resellado de una flor de cinco pétalos sobre cuartos dominicanos y con una palma.
El fin de la moneda isleña
El fin de la moneda isleña y de todas esas monedas reselladas, llegó con Carlos III el 20 de abril de 1776, día en el que mandó a eliminar la moneda provincial canaria.
Ahí fue cuando se empezó a usar la misma moneda en todo el territorio nacional, hecho que sigue intacto hasta la actualidad, cuando se comparte el euro.