Canarias trabaja desde hace un año en la elaboración de un Programa de Prevención de la Conducta Suicida que ya ha recibido numerosos parabienes. Será el fruto de varios años de trabajo que han venido a cubrir un hueco que había que subsanar con urgencia ya que las islas se encuentran entre las comunidades autónomas dónde más personas se quitan la vida por voluntad propia de toda España (ocupa la cuarta posición).
Los últimos datos disponibles son de 2020: en ese año 208 personas murieron por esta causa. Cifra que supuso un incremento del 7,4% con respecto al año anterior y que encadenó dos años seguidos de subidas.
Pandemia
En todo el territorio nacional, un total de 3.941 personas se quitaron la vida durante ese 2020 marcado por el principio de la pandemia de la Covid-19 y el aislamiento: 300 de esas muertes tuvieron como protagonistas a jóvenes de entre 15 y 29 años. Y por eso es crucial que la prevención y la detección de esas conductas suicidas empiecen en el centro educativo.
De los 12 requisitos que sugiere la OMS para este tipo de programas, el borrador canario cumple 11 y es el más exigente y completo de España. Solo falla la ausencia de una partida presupuestaria dedicada a este propósito, un requisito que tampoco cumple ninguno de los textos autonómicos.
Focos
Pero, ¿cuáles son los factores de riesgo que pueden indicar la presencia de estas conductas suicidas? Ese es uno de los focos en los que inciden los expertos para tratar de identificar el problema antes de que suceda: ya no bastan los intentos de suicidio previos. Ahora hay que atender a cuestiones como la existencia de conflictos familiares o dentro de los propios grupos de amigos o compañeros de estudio.
“Cuando llegamos a la adolescencia y a los primeros años de la edad adulta los riesgos cambios y se vinculan más a la existencia de trastornos vitales como la depresión, a problemas de control de impulsos, al consumo de tóxicos o a la existencia de problemas familiares serios”, indica Carmen Pitti, psicóloga química y técnico de la Dirección General de Salud Pública del Servicio Canario de Salud. Pero dentro del centro educativo hay que prestar atención a otras realidades como el fracaso escolar o el acoso. “Hay muchas variables a las que deben estar atentos los docentes”, explica.
Borrador
La primera fase de la elaboración del protocolo ya está terminada. Y ya hay un borrador. “Ahora hay que seguir trabajando con los expertos y técnicos para ultimar el texto definitivo que no sólo sirva para identificar los factores de riesgo; también debe ser una herramienta útil para tomar las primeras medidas a la hora de prevenir estas conductas”, comenta Francisco Javier Acosta, psiquiatra y técnico del Servicio de Salud Mental del Servicio Canario de Salud. Los profesores y profesoras serán un elemento fundamental de la estrategia: “Es vital ilustrar a los docentes para que sean capaces de identificar esas señales de alarma que indican el riesgo de conducta suicida”. La escuela es el primer frente de batalla de esta guerra.
Canarias se encuentra entre las cuatro comunidades autónomas con mayor índice de suicidios de España; puede parecer que nos enfrentamos a un reto muy complicado aunque según los ratios que maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS), los ratios canarios se pueden considerar como medios. Pero eso no significa que el problema sea menor: existe y requiere de respuestas coordinadas y planificadas.
“Esos números no deben de tranquilizarnos”, añade Carmen Pitti. “Deben motivarnos a implementar más acciones” señala la psicóloga quien recuerda que desde el año pasado se ha puesto en marcha el Programa de Prevención de la Conducta Suicida, un proyecto que vio la luz después de dos años de trabajo y que fue el fruto del trabajo de un nutrido número de expertos y profesionales.
Objetivos marcados
”Organizar y estructurar un programa exige muchísimo esfuerzo: primero hacer una revisión bibliográfica de todo lo que está publicado a nivel mundial y luego involucrar a todas las partes que deben implementar el plan para cumplir los objetivos marcados”, indica Pitti. No basta el marco teórico, recuerda la técnica del SCS: “cada objetivo debe estar acompañado de acciones y de una adaptación a la realidad que requiere de mesas de trabajo, de consensuar trabajos y protocolos. No son tareas fáciles”.
Carmen Pitti señala que para tratar un tema de este calado hay que partir de la base de que “la conducta suicida es muy desestructurante que deja tras de sí a muchas personas afectadas y traumatizadas más allá del propio afectado”. Un asunto que, según la psicóloga, pone de manifiesto la necesidad imperiosa y urgente de poner el tema de la salud mental en el centro del debate público a todos los niveles.
Diferencia con el resto de España
“En Canarias tenemos un perfil epidemiológico un poco diferente al resto de España; en los últimos años este problema ha afectado más a los mayores de 50 años y aunque los datos siempre van con una demora de dos años ya podemos ver los efectos que ha tenido la Pandemia y el confinamiento”.
Pero eso no significa que no haya que hacer un trabajo de prevención centrado en la población más joven: “será una inversión de cara al futuro para que luego lleguen a la edad adulta con una mayor protección de su salud mental”, comenta Carmen Pitti. Y de ahí la importancia de colaborar con la comunidad educativa para implementar en la escuela ese programa de prevención de la conducta suicida.
Atención temprana
La clave del éxito en un asunto tan traumático como éste es saber identificar “las señales de alerta” que se producen desde mucho tiempo antes a que se produzca el suicidio. “Tenemos que estar atentos a comentarios que pueda hacer el afectado; a su forma de actuar y el estado de ánimo”, comenta el psiquiatra Francisco Javier Acosta. “Hay que saber identificar bien esas señales; porque no es lo mismo que alguien diga que cualquier día me mato a que exprese que tiene intenciones claras de suicidarse”.
El facultativo del SCS destaca que, en este trabajo de identificación previa, la labor de los docentes será crucial. Y por eso, en el propio protocolo, se dará importancia a la formación del profesorado para identificar estos síntomas. “Pero no sólo deben saber cómo se manifiestan estas alertas; también deben estar preparados para tomar las primeras acciones de prevención”.
Coordinación
El centro educativo, afirma Acosta, juega un papel crucial en este escenario de alerta temprana. Eso no supone, aclara “poner en los docentes toda la responsabilidad de esta detección; se trabajará de manera conjunta y coordinada y siempre con la colaboración estrecha de personal sanitario perfectamente preparado”.
Según los expertos participantes, la clave para prevenir de manera más eficaz esta conducta suicida debe centrarse en una buena salud mental previa: “antes se investigaban más las enfermedades mentales y menos la prevención o lo que protege nuestra salud mental”, explica Pitti; pero en los últimos 15 años, la investigación se ha centrado más en esa postura preventiva.
Para ello son claves el acceso a los medios sanitarios, la existencia de una red familiar potente, un entorno social fuerte y la restricción al acceso de todo lo que puede ocasionar una merma en esa salud mental. Y ahí entra en juego el papel del centro educativo a la hora de aprovechar el potencial de los jóvenes para relacionarse entre ellos y prevenir problemas en una edad clave.