Un recorrido por el mar en patera, cayuco o avión, pero un viaje hacia la incertidumbre y el deseo de una vida mejor. No es fácil emigrar, pero la garantía de tener un futuro estable es suficiente para embarcarse en la difícil trayectoria que es llegar a Canarias. Las historias de Yassin Halim, Jean Thea, Omar Gómez Paneca, Elizabeth Quiñones Prado y Khadija Gueye este lunes han sonado este lunes en el Parlamento de Canarias como un canto a la esperanza, pero sobre todo como una defensa al acto de migrar.
Junto a las personas que les han ayudado en la que ya es su nueva vida en Canarias, los cinco inmigrantes han relatado este lunes en las jornadas Conecta Canarias-Europa de migraciones cómo ha sido integrarse en las islas pese a no tener ningún tipo de garantías.
El miedo de la expulsión
Desde Marruecos partió en una patera hace cinco años Yassin Halim. Tras cuatro días navegando por una de las rutas migratorias más mortíferas, pisó tierra isleña a finales de 2018. Estuvo “varios meses en la calle” hasta que la Fundación Don Bosco le dio una salida, la formación. Ahora tras estar trabajando en varias peluquerías ha montado su propio negocio, que ha querido agradecer a la fundación poniendo el mismo nombre.
Su huída de Marruecos no tiene un solo porqué, según comentó durante su intervención, “son diferentes razones”. Pero en la huída no acabó la agonía. Tras la llegada se tuvo que enfrentar a un idioma nuevo, y a un Estado que le puso entre las manos una orden de expulsión. Así estuvo tres años sin papeles “que fueron lo más duro”.
Un gran logro
Gracias a la fundación también pudo aprender español. Durante la jornada, a su lado estaba José Luis Aguirre, de la Fundación Don Bosco, quien explicó que tras ver cómo Yassin ayudaba en los cortes de pelo del resto de personas, decidieron pagarle con fondos propios la peluquería.
“Gracias a Dios la gran mayoría de los chicos con los que trabajamos salen adelante, se forman y consiguen sus objetivos”, comenta José Luis Aguirre acerca del grado de inserción social que logran en la fundación.
Alto y bajos en el camino
Más al sur, desde Guinea Conakry, partió Jean Thea hace ocho años. Su periplo empezó al salir de su país, pasó por Mali, Algeria y llegó a Marruecos, donde “estuve varios meses buscándome la vida” para llegar a “Europa, que era mi destino”. Ahora vive en Gran Canaria, a donde llegó en 2015 tras viajar durante cuatro días en una patera, ante lo que da las gracias a Salvamento Marítimo por su rescate.
Tras pisar tierra la Guardia Civil les llevó a “una cárcel, que con el tiempo supe que era un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros)” y después fue a parar a un centro de menores durante dos años, donde estudió español y administración. Sin embargo, todavía carecía de la documentación legal, lo que le hizo saltar por las casas de acogida.
Con el tiempo se inscribió en un ciclo superior de animación sociocultural y ahora estudia la carrera de Educación Social. “Mi proceso migratorio no fue fácil, hubo altos y bajos, pero gracias a Dios que hubo gente por el camino que me echó una mano”, explicó.
La política influye
Durante 28 años Omar Gómez Paneca vivió en Cuba donde ejercía de odontólogo. Fue enviado a Venezuela en una misión, donde “vi realmente lo que era ser libre, sin el miedo a la coacción”, según comenta. En su intervención ha asegurado que en la isla caribeña no hay libertad de expresión y es en sí una cárcel. Ante ello, decidió vivir en Venezuela, lo que después le conllevó un rechazo por parte del gobierno cubano.
Entre las disyuntivas de ambos regímenes asegura que aprendió la que es la “madurez” política y la relación con la libertad de expresión. Desde Colombia consiguió venir a Canarias gracias a una hermana que vive aquí. “Tuve que reinventarme”, comenta al respecto de que su título de odontólogo no está homologado en las islas. “En el trámite de legalización cuando llegamos no somos nada”, critica.
Con Cáritas comenzó a estudiar mientras estaba en medio del proceso de protección internacional. Su sueño siempre será el volver a ejercer pero en el corto plazo lo que quiere es trabajar, poder vivir de eso y pagar un alquiler.
La vulnerabilidad de migrar
Elizabeth Quiñones Prado llegó a Canarias desde Colombia y como Omar ha resaltado que ser inmigrante también es llegar en avión, pero sobre todo es enfrentarse a un duro proceso burocrático. Ella es tecnóloga en laboratorio clínico y enfermería y por ello reclama que es necesario “sintetizar” el buscar la forma de que las personas que migran con perfiles profesionales puedan insertarse en la sociedad.
Una parte fundamental de su historia, y asegura que no le da pena decirlo, es que fue víctima de violencia de género. “Cuando llegas te ves en situaciones de vulnerabilidad” explica al respecto de la situación que vivió al arribar donde un empresario la tenía trabajando de forma irregular y con el que empezó una relación sentimental que terminó en abuso. “No está lejos emigración de vulnerabilidad”, explicó.
La única del cayuco
Junto con su hijo de 13 años llegó a Canarias Khadija Gueye durante la crisis de los cayucos. Ella fue la única mujer en la embarcación. Estuvo 27 días en el CIE de Hoya Fría, donde también fue la primera en ser internada, pese a ello llena de emoción dio las gracias a la gente de Santa Cruz de Tenerife por estar aquí. Ella vendía bocadillos en Senegal, allí un chico le dijo que organizaban viajes a las Islas, que costaban 600 euros.
Cruz Roja y los servicios sociales le dieron un trabajo en un hogar donde estuvo cinco años y ahora trabaja en una pescadería. Su hijo pasó a jugar en un equipo del Club Deportivo Tenerife y ahora está en Alemania, donde el fútbol no es sí de su vida.