Cada año Canarias importa una media de 200.000 toneladas de arena desde el Sáhara Occidental destinadas a dos fines, la construcción y la regeneración de playas.
Algunas zonas costeras de las Islas tienen una arena rubia que no corresponde con el paraje natural que las rodea, sobre todo en zonas donde abunda la arena negra y los cantos rodados, como es el caso de una las playas más turísticas de Tenerife, Las Teresitas.
Regreso al pasado
Las Teresitas estaba llena de piedras y cantos rodados antes de que su aspecto cambiara para siempre. La marea solía estar brava y estaba dividida por los locales en tres zonas, Tras la arena, Los Moros y Barranco de Las Teresas. Las constructoras empezaron a echar mano de la poca arena negra que había en la playa hasta que quedó prácticamente extinta.
En 1961 Popeyo Alonso y Miguel Pintor propusieron un diseño de nueva playa —que incluía la expropación de decenas de fincas que servirían para ampliarla—. En 1973 se remplazaron las piedras naturales de la playa por 270.000 toneladas de arena importada desde el desierto del Sáhara.
La arena venía sin ningún tipo de filtro, por lo que no solo llegaban los granos que pasarían a formar parte de Las Teresitas, sino que estaba llena de escorpiones, cigarrones, alacranes e incluso hormigas rojas propias de la fauna del desierto. Los locales tenían auténtico pánico a pisar la arena rubia hasta que el propio clima de Canarias se encargó de eliminar poco a poco esos insectos.
Más arena
Después de la primera importación de arena rubia vinieron más: una en 1988, otra en 1999 y la última en 2014 llegada desde El Aaiún hasta diferentes puntos del Archipiélago.
Pero en Canarias no es la única región que se ha beneficiado de la arena saharaui, también Portugal y Mallorca se han sumado al carro de la importación tanto para la regeneración de costas como para el sector de la construcción.