Hay un momento clave en la vida de un perro: cuando descubre cuál será su lugar en el mundo y con quién pasará el resto de su vida. El sillón en el que se echará las siestas, el cuenco donde comerá su pienso —y también algún que otro trozo de pollo—, el parque en el que pasará las tardes corriendo y, sobre todo, las personas a las que va a querer hasta su último aliento.
Es famosa la lealtad de estos animales y hay cientos de películas que la retratan, pero no hace falta buscar en Hollywood, quien tenga un perro conocerá la verdad que hay en esta afirmación. Porque da igual que hayan pasado cinco minutos o toda una jornada laboral, cuando llegas a casa hay una masa de alegría esperando por ti tras la puerta.
Andrés
La historia de Andrés —un perro de tres años que tiene algo pointer y algo de podenco— empieza cuando el mundo empezaba a encerrarse en sus casas a causa de la pandemia. Por aquel entonces, un grupo de canarios comenzó a organizarse en redes de cuidado para dar salida a numerosos problemas que se presentaban durante el confinamiento como la alimentación de familias del archipiélago extremadamente vulnerables. Y luego, cuando la vida volvió a la extraña normalidad, estos grupos se fueron apagando, pero nunca llegaron a desaparecer del todo.
El 15 de agosto de 2023 comenzaría en Tenerife uno de los incendios más graves de la historia de Canarias. Evacuaciones masivas, la lucha contra el fuego, los hidroaviones y helicópteros volando sobre las cabezas de los canarios durante días y toda una isla viviendo en la incertidumbre durante varias semanas. Llegó la hora de que esos grupos de cuidados que se habían alejado volvieran a la acción y a organizarse para ayudar a sus vecinos.
Un hogar frustrado
“Funcionamos con grupos de WhatsApp”, cuenta Marta, una de las organizadoras, “cada grupo tiene a personas que coordinan y también una temática —materiales y comida, transporte, acogida de animales y acogida de personas—”. Cuando el incendio finaliza y las personas desalojadas pueden regresar a sus casas, la red de cuidados recibe una llamada de los pabellones de Tacoronte y de La Orotava: había varios perros sin chip abandonados y a los que nadie reclamaba. Andrés era uno de ellos.
Tras mucho trabajo, en diciembre el grupo había conseguido la adopción para los más de 20 perros que se habían quedado sin hogar. Andrés había conseguido un hogar desde octubre pero, justamente, en diciembre la familia que lo había adoptado decide devolverlo: “Cómo si fuese unos zapatos, porque se aburre y rompe cosas por la noche, porque es joven y no le dan la actividad que necesita. Un perro activo de noche es un perro que no ha quemado energía de día. Así de simple. Y como no voy a cambiar yo, te lo devuelvo”, se queja Marta en sus redes sociales.
Custodia compartida
“¿Qué voy a hacer yo si me devuelven al perro después de meses en un hogar?”, pregunta Marta, “pues meterlo en mi casa”. Andrés tenía que empezar a convivir, entonces, con los dos gatos de su nueva casa de acogida y, desde diciembre, vive con Marta que es la que se encarga de sus cuidados. “Ahora mismo Andrés está estupendamente, es un perro muy educado, juguetón y con energía, pero muy buen perro”, continúa ella. “Pero para mí es complicado, así que hemos sacado la opción de custodia compartida”.
Marta cuenta que para hacer los días de Andrés más amenos —y también los de ella porque al final un perro es una gran responsabilidad— “simplemente él vive aquí en casa conmigo, pero quien quiera puede sacarlo a pasear”. Aquellas personas a las que les gusta la naturaleza —Andrés es un gran amante de los paseos por el campo—, aquellos que desean tener un perro, pero que por cualquier motivo no pueden tenerlo o los que desean tener un compañero, pueden compartir los cuidados de Andrés con Marta.
Adoptar a Andrés
Marta ha puesto en marcha esta medida porque su deseo es que alguien le de a Andrés un hogar para toda la vida. “Sigo esperando a que alguien me llame”, asegura. “Andrés tiene tres añitos, es un perro activo al que le gusta la naturaleza y tiene la necesidad de gastar energía; es verdad que no puede quedarse encerrado todo el día —aunque también es muy fan de las siestas”.
Si alguien quisiera convertirse en el compañero de por vida de este pequeño solo tendría que ponerse en contacto con Marta —su número está en todas las publicaciones de redes sociales—, “entonces nos reunimos para ver que funciona por ambas partes, que haya conexión y que le sume tanto a Andrés como a sus futuros dueños”.