Álvaro Patón es un joven andaluz, natural de Jaén, al que de un momento a otro le cambió la vida. Empezó a vivir en otra ciudad, encontró trabajo de lo que había estudiado y se convirtió en influencer. Como dicen los jóvenes, un plot twist en toda regla –giro inesperado de los acontecimientos– que lo ha hecho muy feliz. Ahora da clases en un colegio de Santa Cruz de Tenerife y es un apasionado de los guachinches –locales con comida típica de Canarias a precios asequibles con vino de la casa–.
En TikTok suma 426.000 seguidores y en Instagram 132.000. Unas cifras que reflejan el éxito que ha cosechado mostrando los métodos de enseñanza que emplea con sus alumnos de 10 años. Jamás se lo imaginó cuando era estudiante en la Universidad de Granada (UGR). “Eché currículums y un amigo mío que se vino a vivir a la Isla me dijo que probara en Canarias”, cuenta a Atlántico Hoy.
Una sorpresa
Consiguió trabajo en el Colegio Hispano-Inglés de la capital tinerfeña cuando la COVID-19 aún hacía bastante daño y obligaba a mantener las restricciones. Patón subraya que, como los padres no podían ir al colegio por la pandemia decidió implantar una forma de cómo las familias podían ver lo que hacían en clase. “Y se me ocurrió la idea de grabar fragmentos que me parecían interesantes y subirlos a las redes”, relata el jienense.
“En diciembre de 2021, hace casi dos años, hice un vídeo y lo subí. Yo en TikTok no tenía seguidores y cuando me levanté el vídeo tenía como dos millones de reproducciones, fue una locura y a raíz de ahí empezó el boom”, continúa.
"Ha tenido su recompensa"
Admite que cuando comenzó a subir contenido no se lo tomaba nada en serio porque nunca pensó tener tanta repercusión. ¿Pero qué ocurrió? Alguien le dijo que si se esforzaba y era persistente podía llegar a ser una influencia para mucha gente joven. Hizo caso y “ha tenido su recompensa”.
“Requiere mucha constancia y creatividad porque la gente no ve cualquier cosa. Solo lo que llama la atención. Eso es lo que me lleva más tiempo, pensar una idea para que mis alumnos aprendan en clase y encima poder enseñarlo y que sea divertido. Es muy complicado el tema de las redes”, reflexiona.
Tiktok, un trabajo
¿Es más complicado preparar un vídeo de TikTok o una clase? A Álvaro se le escapa una carcajada ante la pregunta y responde con claridad: “Una clase, sin duda”. “Porque tengo a 27 hijos e hijas, cada uno con sus necesidades y adaptaciones, por lo que cada vez es más complicado hacerlo. A mí me encanta, así que no me supone algo malo, disfruto mucho”, apostilla.
Aunque preparar un vídeo de 30 segundos, asegura, también tiene su aquel. “La gente se cree que es supersencillo”, dice. El andaluz puede tardar más de dos horas en dejarlo listo porque solo en pensar la idea invierte 60 minutos para ver cómo puede estructurarla, para grabar dedica 15 minutos y después editar. “Me gusta tanto que lo considero otro trabajo”, exclama.
Conectar con los alumnos
Un empleo en el que considera que lo más difícil es darse cuenta de que no le puedes caer bien a todo el mundo. “A toda la gente no le puede gustar lo que haces”, opina. Reconoce que al principio llevaba muy mal las críticas, pero “hay que convivir con ello”. “Debes tener la cabeza bien amueblada porque hay personas que van a hacer daño y puede acabar psicológicamente muy mal una persona”, atestigua.
Al ver el contenido de Álvaro parece fácil captar la atención de niños de tan corta edad, pero “al principio se hace un poco complicado”. “Lo más difícil a la hora de preparar una clase es el punto de partida. De cómo conectas con ellos”, añade.
Integrado desde el principio
Cuando llegó a Tenerife se sintió integrado desde el primer momento y nunca se ha sentido solo. Está muy contento porque, dice, al ser andaluz está acostumbrado a la playa y a estar rodeado de gente. Destaca, además, que los tinerfeños son muy abiertos y cercanos.
Está encantado con los planes que surgen porque como suele hacer buen tiempo puede irse a una cala o una playa. “Están muy enfocados con la naturaleza y me llaman la atención”, resalta. “También la comida, los guachinches me tienen enamorado”, culmina.